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domingo, noviembre 24, 2024

Vientos de la Ciudad de México II

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Por Ulises Soriano

Pasado

Me preguntaron cuando fue la última vez que nos vimos y lamento olvidar la fecha, por suerte no olvidaré los gestos que hubo esa última ocasión. Dicen que “recordar es volver a vivir” y por alguna razón tu y yo entramos en ese juego: Me dibujaste la ciudad que no pude vivir y yo hice que volvieras a sonreír como en aquellos días en que bailabas y vivías con esa juventud que siempre te caracterizó.

Como diría Son clave de oro -una de tus orquestas favoritas-: “estoy acabado desde que te fuiste.” Aquellos días los imagino en blanco y negro, esos en los que salías con zapatos de charol y con traje adecuado para ir a bailar al salón Colonia, -uno de los salones de baile más famosos en los años cincuenta y hoy, solo queda guardado en la memoria de aquellos que habitaron esa ciudad perdida en el tiempo. 

Bailaste danzón con elegancia y me queda claro por los testimonios que tengo. Lamento no haberte visto, pero sé que le sacabas brillo a la pista. Recorrías las calles de la colonia Obrera a lado de la mujer de tu vida, aquella con la que cumpliste setenta años juntos y siempre la quisiste. Seguramente ella caminaba con pasos delicados; sus tacones relucían a la luz del alumbrado público y su vestido rojo hacía juego con tu pañuelo. Era una ciudad muy diferente porque no había inseguridad en la noche. El baile comenzaba a las seis de la tarde y solo bebían refresco de naranja y nada de alcohol. La velada llegaba a su final a las diez de la noche, sin embargo, salían con una sonrisa.

La tarde debió comenzar con alguien al frente del escenario diciendo: “¡Hey mi familia! ¡Danzón dedicado a los que les gusta bailar!” En ese momento, los timbales marcarían la entrada de las trompetas y saxofones señalando un ritmo lento, sensual y elegante que los acompañaría toda la noche. El humo de los cigarros Raleigh que siempre guardabas en el bolsillo del saco inundan, junto con los de los demás bailarines, la pista del salón Colonia.

Lástima que aquella noche en la que hablamos, terminó. Aquel té de hojas de naranjo quedará pendiente, al igual que nuestro pan favorito. Nos despedimos como siempre; sin pensar que sería la última. Nos abrazamos y dejamos incompleta la conversación. Te fuiste y yo me quedé en esta ciudad que hoy te sería ajena, pero estoy seguro de que nos reuniremos en El Colonia cuando deje este mundo.

Presente

Hay que darnos cuenta, el día está hermoso. A través de la ventana los pájaros cantan y el aire fresco resopla. Mientras unos están en casa, otros viven la cruda realidad. A las afueras del cementerio Nicolas Tolentino, en la alcaldía Iztapalapa, los deudos esperan los restos de sus familiares. Las autoridades de la Ciudad de México designaron este panteón como el único con la facultad de recibir cadáveres por Coronavirus. Lágrimas de desesperación e incredulidad aumentan conforme pasan los días. Nadie lo puede creer, el Coronavirus terminó con la vida de sus seres queridos

Mientras algunos sufren por la partida; hay hombres y mujeres que están dando batalla en la primera línea de fuego; en muchos de ellos, el miedo se dibuja en sus semblantes, pero están dispuestos a sufrir el cansancio, el estrés y un sinfín de situaciones para salvar a desconocidos que llegan al hospital o a un centro Covid. Esta guerra que los médicos, enfermeros y enfermeras, camilleros, paramédicos, químicos y laboratoristas, además de todo el personal que hace posible el funcionamiento de un hospital, están dispuestos a librar con tal de salvar la mayor cantidad de pacientes posibles.

Hoy por hoy, los hospitales en la Ciudad de México se encuentran a nada de desbordarse, sin embargo, la consigna se ha vuelto la misma: aun hacen falta insumos para atender correctamente esta emergencia sanitaria. 

Este Presente, es un reconocimiento a aquellas personas que dejan a su familia en casa y que salen a trabajar en los hospitales. A aquellos paramédicos que llevaron a un paciente infectado al hospital Enrique Cabrera y que lo hicieron de la manera más humana posible. Gracias a ti, mamá, papá, que dejaste a tu hijo en casa porque quieres salvar a tu país, a tu gente. Ten por seguro que, con tu trabajo y esfuerzo, esta ciudad pronto volverá a ser la misma que antes.

Futuro

Los héroes de mañana no tendrán capa, ellos usarán batas blancas.

Ulises Soriano Estudiante del CCH-Oriente, colaborador en Oriente Informa y director editorial de la revista Universitarios Demócratas.

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