Por Raymundo Moreno Romero
En la historia moderna de México, desde el parteaguas que significó el movimiento estudiantil de
1968, antecedido por el de médicas y médicos de 1964 – 1965, hasta el cisma sistémico de 1988
que trajo como consecuencia la alternancia democrática del 2000, los partidos y expresiones
identificadas en la izquierda del espectro político han sido catalizadores del devenir de la vida
pública del país.
Dichas izquierdas, en sus diferentes acepciones, han provocado intensos y enriquecedores
debates, así como la movilización social que solo se puede fraguar desde un contexto de disidencia
y libertad. En ese ánimo de construcción de una República genuinamente democrática e
igualitaria, es que nació el PRD como respuesta a la necesidad de sumar los esfuerzos y las visiones
de diversas corrientes, con miras a la transformación de un sistema que era a todas luces
anacrónico y dominado por un partido de Estado. Dicha transformación se fue dando de manera
paulatina: se alcanzaron alternancias pacíficas auspiciadas por la creación y adecuación de
Órganos Autónomos del Estado encargados de dar certidumbre a los proceso electorales, léase el
IFE y posteriormente el INE; se fortalecieron otras instituciones que, desde el ámbito financiero,
hasta el de la promoción y defensa de los Derechos Humanos, sentaron las bases de un Estado
mucho más sólido y que eventualmente pudiera resistir las tentaciones autoritarias; se dio más
juego a las entidades federativas, comenzando con el cambio en el estatus jurídico de la Ciudad de
México; y se promovieron importantes reformas, al día de hoy inacabadas, centradas en reconocer
los derechos de todas las personas, ahondando en los llamados derechos humanos de tercera y
cuarta generación.
Dicha transformación fue truncada, paradójicamente, por la llegada de un gobierno, el de la mal
llamada 4T, que en la praxis ha optado por dar marcha atrás a los logros de la izquierda moderna.
La administración de López Obrador se ha caracterizado por políticas públicas sin sustento técnico,
paternalistas, electoreras, que desprecian la protección del medio ambiente y al multilateralismo
(la aldea global), e ignoran los derechos de las víctimas. Se trata de un gobierno obsesionado con
en el nacionalismo revolucionario, ajeno a las causas de la gente.
Ante la actual realidad nacional, el PRD debe insistir en una genuina transformación de avanzada,
centrada en la defensa de la democracia, las libertades y los derechos humanos. Dicha apuesta
comienza en casa, con la transformación del partido en uno socialdemócrata, no de masas, sino de
causas, que abandere, con la congruencia de más de 30 años de historia, los siguinetes derechos:
de las mujeres a vivir en libertad, con seguridad y a decidir sobre su cuerpo; de los pueblos
originarios y afrodescendientes a ser reconocidos, respetados y a acceder a las mismas
oportunidades que cualquier otra u otro mexicano; de todas y todos a disfrutar de un medio
ambiente sano y sostenible, fincado en el aprovechamiento de las energías renovables y la
regeneración de los hábitats; de la diversidad sexual, a no ser víctimas de discriminación, violencia,
tortura (las pseudo terapias de conversión) y vivir en libertad; de todas las personas a gozar de un
sistema de salud y uno educativo robustos, laicos, universales, gratuitos y cimentados en la
ciencia; de las y los migrantes, defensores de los derechos humanos y periodistas a no ser
perseguidos, estigmatizados y, por el contrario, ser tratados con absoluto respeto; de las y los
micro, pequeños, medianos y grandes empresarios a generar riqueza y empleos dignos en
condiciones de justicia y certidumbre; y de cualquier individuo a acceder a un ingreso básico
universal que erradique para siempre el hambre y la pobreza extrema de nuestro país.
El futuro del PRD se deberá definir en los próximos meses a partir de un intercambio respetuoso,
pero libre y apasionado de las ideas, como debe ser en la izquierda moderna. Sea cual sea el
resultado, anticipo que ese nuevo PRD será relevante en los destinos de México, el grado de ese
protagonismo dependerá de la visión de futuro y la disposición de sus liderazgos a un
indispensable cambio generacional.
Raymundo Moreno Romero
Refilón: las Direcciones Estatales Ejecutivas del partido no deben ser ajenas a este gran proceso
nacional, es tiempo de entender que todas y todos somos necesarios, más allá de filias, fobias y
corrientes, y que solo unidos podremos cumplir con el enorme reto que significa nuestro tiempo.
Con mi reconocimiento al Presidente Zambrano, Jesús Ortega y Angélica de la Peña por inspirar
este debate, y mi felicitación a Luis E. Cházaro por su elección por unanimidad como Coordinador
del Grupo Parlamentario del PRD en la LXV Legislatura.