Por Martha Díaz Reyes
Recién comienza en México la segunda semana de clases en línea y por televisión según las fechas dispuestas en el calendario escolar del ciclo 2020-2021, establecido por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Definitivamente esta no era la forma en la que esperábamos iniciar la jornada escolar, sin embargo profesores, profesoras, padres, madres, alumnos y alumnas en general, hacen un gran esfuerzo por tomar clases y hacer tareas con entusiasmo.
No obstante, el interés por llevar a cabo estas actividades escolares es insuficiente en algunos casos. La semana pasada rondaron en las redes sociales fotografías de alumnos y alumnas tomando clases, algunos en condiciones lamentables. Con mucho esfuerzo los padres y madres buscan un lugar y tratan de adaptarlo para hacerlo óptimo, pero no siempre se puede.
Hay miles de niñas y niños que sufren por no tener alimento, luz eléctrica o agua potable puesto que los jefes y jefas de familia no tienen una fuente de ingresos. En los primeros tres meses de la pandemia, tuvimos la pérdida de casi un millón de empleos en el país. Al existir tanta gente desempleada, está claro que sus preocupaciones no son las clases virtuales, es alimentarse y alimentar a sus familias, aunque esto no es algo nuevo en algunos sitios.
A pesar de las facilidades que ha dado la SEP con la transmisión de las clases por televisión o radio, no olvidemos los lugares más remotos de nuestro país. En estos lugares se han dado estos dilemas entre alimentación y educación por cientos de años. La pandemia no arruinó al país, sino que vino a mostrarnos todo lo que está mal estructuralmente hablando y que hemos arrastrado durante muchos años sin que los altos funcionarios le presten la mínima atención.
No es lo mismo legislar o planear un calendario y actividades desde una oficina, en la comodidad de una silla, a estar conviviendo a diario con estas problemáticas. Los profesores y las profesoras, por ejemplo, son quienes lidian con la deficiente infraestructura que existe en los centros educativos de todo el país o con las niñas y niños violentados en sus hogares. Hay hambre y pobreza en casi todos los hogares mexicanos y esto se refleja en las escuelas.
Hay muchísimos profesores y profesoras que no dudan en ir a la casa de los alumnos y alumnas a dejar las impresiones con las que deben trabajar. Ponen en riesgo su salud, además de poner dinero de sus bolsillos, con tal de contribuir al aprendizaje de las y los alumnos. Aunque esto no solucione todos los problemas, es un granito de arena, porque algo que debemos reconocer es que la educación de los y las alumnas se trata de un trabajo en equipo entre los padres, madres y el personal docente.
Si nosotros tenemos la posibilidad de tomar clases y contar con todas las facilidades para hacerlo, aprovechémosla, porque afuera hay gente que decide entre comer unas semanas o pagar la señal de Internet. En momentos tan difíciles como este debemos mirar a nuestro alrededor, estar unidos y ser solidarios con los que menos tienen. Una forma de ayudar a los demás es, si tienes impresora, dejar que los alumnos y alumnas de tu comunidad que lo necesiten impriman, asesorándolos en temas que puedas o permitiéndoles usar tu señal de Internet.