Durante 47 años buscó incansablemente a su hijo, desaparecido en México desde 1975, durante el sexenio de Luis Echeverría. Precursora de la lucha contra la tortura, la desaparición forzada y comprometida con la defensa de los Derechos Humanos, Rosario Ibarra de Piedra, falleció este fin de semana a la edad de 95 años.
El 18 de abril de 1975, su hijo Jesús Piedra Ibarra, fue detenido y desaparecido en Monterrey, Nuevo León, acusado de pertenecer a la “Liga comunista 23 de septiembre”, una organización político-militar que pugnó por crear un partido político y un ejército, surgida durante el sexenio de Echeverría, que operaba de manera clandestina.
La realidad de Rosario Ibarra era la de muchas mujeres más a las que fue conociendo durante sus protestas y a quienes el Estado también había desaparecido a sus hijos, por lo que se hizo común verlas en mítines portando las fotografías de sus hijos desaparecidos, lo que provocó que fueran conocidas como “las doñas”. Tiempo después fundó el “Comité Eureka” y durante el sexenio de José López Portillo el “Comité Pro Defensa de presos, perseguidos y exiliados políticos de México”.
El 28 de agosto de 1978 realizó la primera huelga de hambre de madres de desaparecidos políticos en la Catedral de la Ciudad de México pero fueron reprimidas dada la cercanía del informe presidencial del 1 de septiembre.
Fue la primera mujer candidata a la Presidencia de México en 1982, por el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Con su lema “Arriba los de abajo” recorrió el país.
Se desempeñó como diputada federal entre 1985-88, y fue candidata al Nóbel de la Paz en 1986.
En 2019 el Senado de la República le otorgó la medalla “Belisario Domínguez”. Su hija Claudia recibió el reconocimiento, y en nombre de su madre, leyó un discurso en el que dirigió las siguientes palabras al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
“No quiero que mi lucha quede inconclusa, es por eso que dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares, y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con su velo protector”.
Cimac