Por Jesús Ortega Martínez
La Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos establece que el Presidente de México tiene entre sus deberes y obligaciones las de promulgar y ejecutar las leyes que expida el Congreso de la Unión; debe, además, garantizar la seguridad nacional, y la seguridad en la vida y el patrimonio de las personas; dirigir la política exterior del País y garantizar que las y los mexicanos todos, tengamos acceso a los derechos humanos y aquellos otros que se encuentran establecidos en la propia constitución y en todas las leyes que de ella emanan; pero además, el presidente debe adoptar todas aquellas medidas para contribuir a terminar con la pobreza que devasta a millones de familias.
Estas son solo algunas de las obligaciones del presidente, y para cumplir con ellas, ha sido dotado, López Obrador, de poderes y de facultades que otros presidentes en el mundo no tienen. Por ejemplo, el presidente puede hacer uso, prácticamente sin ningun limite y cortapisa, de un enorme presupuesto que este año de 2020 ascendió a la cantidad de 6 billones, 107, 732.4 millones de pesos. Con este dinero que proviene de los impuestos que pagan las y los mexicanos y de la explotación de bienes que posee la nación, se podrían resolver añejos problemas que padece la gente y llevar a cabo obras e inversiones productivas que abatieran en parte importante el desempleo y la enorme pobreza que afectan a la mayoría de la población. También se podría mejorar toda la infraestructura de la fuerza pública del Estado y asegurar los medios necesarios para hacer posible el terminar con la violencia y la inseguridad que afectan a la mayor parte de los habitantes del país.
Pero aparte de este presupuesto tan grande, el gobierno cuenta con millones de empleados públicos que, según nuestras leyes, están contratados para atender los requerimientos de la administración pública federal y para atender las solicitudes del cumplimiento de derechos para las personas.
Además, la Secretaría de la Defensa Nacional cuenta con casi 200, 000 militares que el presidente comanda para asegurar la integridad de la nación, y con cerca de 100, 000 efectivos de la guardia nacional que debieran de ser utilizados para que a la integridad en la vida de las personas se encuentre garantizada y la paz permanezca el todo el territorio nacional.
Podría extender esta columna para enumerar puntualmente los enormes poderes, las facultades y enormes recursos con los que cuenta y puede utilizar el presidente de México para cumplir con esos deberes antes enunciados.
Y sin embargo no sucede así, pues en sentido contrario, observamos impotentes, que no solo no se resuelven los problemas de la población, sino que se agravan. Hay más violencia e inseguridad; la corrupción aumenta; se han perdido millones de empleos, la gente no puede acceder a derechos humanos fundamentales como la salud; ha disminuido el ingreso de la gente; hay más pobres que hace dos años; se han perdido libertades civiles y derechos políticos.
Por ello es que las y los mexicanos estamos obligados a hacernos la pregunta que encabeza este artículo: ¿sirve de algo el presidente López Obrador?
Si nos atenemos a los hechos y no a la palabrería con la que el presidente pretende confundirnos, tendríamos que decir, con elemental honradez, que el presidente de México no sirve pues no cumple con sus deberes establecidos en nuestra Constitución. En sentido diferente, su gestión se ha convertido, en poco tiempo, en un auténtico desastre.
Pero él mismo no quiere darse cuenta de ello, y día tras día nos miente a todas y todos, y lo peor es que se miente a sí mismo. La realidad, es que la calidad de vida de la gente no ha mejorado y para desgracia de la Nación, ha empeorado a grados extremos.
