México y EU: dos proyectos distintos para Latinoamérica.
Por Saúl Loera
La 9ª Cumbre de las Américas a celebrarse del 6 al 10 de junio en Los Ángeles, California, ha sido más famosa por la disputa respecto a sus invitados que por los posibles acuerdos y alcances a que puede conducir. Este instrumento nacido en Miami el año de 1994 con el objetivo de crear el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), abandonó su meta original en la reunión de 2005 celebrada en Argentina, pues ahí naufragó la agenda estadounidense frente al incipiente movimiento izquierdista liderado por Hugo Chávez, Lula Da Silva y Néstor Kirchner, entonces presidentes de Venezuela, Brasil y Argentina, respectivamente.
La trascendencia de este instrumento para el continente ha sido menos que exigua, más allá del sonado encuentro en 2012 entre Barak Obama y Hugo Chávez y la famosa foto del mismo presidente de EU saludando a Raúl Castro en 2015, poco hay que contar. Hasta hace poco, que el presidente de México anunció que, si el gobierno estadounidense no invitaba a los presidentes de Cuba, Nicaragua y Venezuela, él no asistiría a la Cumbre.
Pero lo que muchos han catalogado como una ocurrencia más o un berrinche del presidente mexicano, en realidad es una postura congruente con la política que ha mantenido hacia Latinoamérica a lo largo de su mandato, política con la que podemos coincidir o discrepar, pero en ningún caso ignorar, pues por lo que se ve, su postura va encontrando amplia convergencia en distintos gobiernos de Latinoamérica. Su apoyo al presidente Evo Morales de Bolivia, para rescatarlo del golpe de estado del que fue víctima en 2019, no fue un caso aislado en su intento por lograr un papel destacado en el continente americano.
Su activismo incluye su participación como país sede en el diálogo entre el gobierno Venezolano y la oposición, su papel como presidente pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2021, durante la cual celebró la VI Cumbre en México y contó con el saludo, mediante video grabado ex profeso, del presidente de China, Xi Jinping, además de invitar al desfile militar del 16 de septiembre, a Miguel Díaz-Canel, presidente cubano.
A ello habrá que sumar su cercanía con Alberto Fernández, actual presidente argentino y la colaboración de ambos países para la producción de la vacuna AstraZeneca, así como el apoyo a algunos países de Centroamérica, ya desde hace algunos años, con programas como Sembrando Vida y Jóvenes construyendo el futuro, y más recientemente, el apoyo del gobierno mexicano como donante de vacunas anti Covid; acciones encaminadas a acrecentar su influencia en la zona.
Pero mientras esto sucede con el gobierno mexicano, el de EU ha visto resurgir una nueva ola izquierdista latinoamericana. Después de la muerte de Néstor Kirchner (2010), Hugo Chávez (2013), la destitución de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff en 2016 y la caída en prisión de su apoyo político, el ex presidente Lula Da Silva (2018), ese movimiento parecía haberse extinguido, sin embargo, la llegada al poder de presidentes como Andrés Manuel en México (2018), Alberto Fernández en Argentina (2019), Luis Arce Catacora en Bolivia (2020), y en enero de este año, el arribo de Xiomara Castro en Honduras, esposa del ex presidente Manuel Zelaya, derrocado en 2009 por un golpe militar, han cambiado el panorama político en “las Américas”.
A esta cepa variopinta de nuevos liderazgos, hay que sumar la 5ª reelección de Daniel Ortega en Nicaragua (2022), y la tozuda resistencia de Cuba y Venezuela. Y aunque algunos presidentes como Nayib Bukele de El Salvador o Jair Bolsonaro de Brasil, son mucho más cercanos a la derecha, pese a contar con la venía de EU al asumir el poder, se han distanciado de ellos con el tiempo. De tal manera que la influencia yanqui en el continente decrece a un ritmo acelerado.
El caso del presidente brasileño es buen botón de muestra, pues de tener una buena relación con Bolsonaro, pasó a contar con él como aliado, sí, pero del mismísimo Vladimir Putin, a quien visitó en rusia en febrero de este año, elogiándolo grandemente. No obstante, esta suceso palidece ante el salto mortal del presidente argentino, quien además de visitar a Putin y ofrecer a Argentina como puerta de Rusia en América, viajando en el avión del propio Putin, llegó a China para sumarse a su proyecto de la Ruta de la Seda, iniciativa global del gigante milenario para fomentar el flujo de su comercio e inversiones, y que al darse el anuncio se indicó contemplaba más de 23 mil millones de dólares de inversión del país asiático en infraestructura ferroviaria, eléctrica y nuclear.
Así, mientras el gobierno estadounidense se aísla cada vez más, el mexicano extiende su influencia, como queda claro en la actual revuelta contra la Cumbre de las Américas. Y difícil que sea de otra manera si mientras el gobierno norteamericano insiste en la cooperación para detener la migración hacia su país, el de México reitera que si EU desea detener el flujo migratorio, debe dar recursos para el desarrollo de Centroamérica en lugar de destinarlo a la guerra en Ucrania. Si mientras el gobierno de los EU exige mayores medidas para el combate al narcotráfico, el mexicano reitera su petición para que el vecino del norte disminuya su consumo de drogas y detenga la venta de armas a los cárteles que desafían la autoridad de los gobiernos locales.
En fin que, mientras el gobierno estadounidense convoca a una cumbre para hablar sobre las consecuencias de la pandemia, la crisis climática y “los desafíos” a la democracia, las declaraciones el presidente mexicano insisten en la creación de una alianza del tipo de la Unión Europea que contemple a todos los países de América, sostiene su propuesta de disolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) y su reemplazo por un organismo continental que considere y tome en cuenta la voz de todas las distintas Américas.
A lo que habría que añadir, que muy probablemente EU insista en una declaración conjunta contra Rusia, China y los regímenes “anti democráticos”, pasando por alto que, si algunos gobiernos latinoamericanos han volteado su mirada hacia esos países, es debido, entre otras cosas, a que están cansados de que EU use la ´defensa de la democracia´ a conveniencia, y a que en ellos han encontrado inversión para el desarrollo, transferencia de tecnología y respeto hacia su política interna.
De tal suerte que, en tanto el gobierno mexicano pugna por el respeto a la soberanía y la cooperación en igualdad de condiciones entre todos los países del continente americano, incluidos EU y Canadá, el gobierno norteamericano insiste en profundizar la brecha entre regímenes que él califica como “democráticos” y “anti democráticos”. Desde luego, con la clara intención de clausurar la alternativa de que los gobiernos de la región realicen alianzas con otros países y mantener su vieja doctrina de “América para los americanos”, sin darse cuenta que, algunos gobiernos latinoamericanos, empezando por el de México, están decididos a exigir una breve modificación del viejo adagio: ´América para todos los americanos´.