¿Resurge la izquierda en América Latina?
Por Saúl Loera
En octubre de 2015, Lula da Silva declaraba: “Chávez, Kirchner y yo, era como si estuvieran Messi, Pelé y Maradona en el mismo equipo”, en referencia a la buena coordinación que hubo entre los ex presidentes de Venezuela, Argentina y él mismo, del Brasil. Y aunque la comparación es desmesurada, ciertamente hicieron que el balón de la izquierda rodara en América Latina.
Toda la primera década de este siglo, presenció la vuelta del ideal bolivariano de la integración de nuestros pueblos bajo la batuta del famoso trío. Hugo Chávez arrancó la travesía fundando, junto a Cuba, la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA) en 2004. Su apoyo al régimen cubano hizo época, así como su imparable agitación en los países del Cono Sur para que se sumaran a la idea de la integración regional y al apoyo de futuros líderes de izquierda.
Los resultados no se hicieron esperar y en 2006 alcanza la presidencia de Bolivia, Evo Morales, y en Ecuador, hace lo mismo Rafael Correa en 2007. Ambos mandatarios se sumaron al proyecto con gran vehemencia. Chávez mismo crea Telesur en 2005, una plataforma de medios regional, propagandista por supuesto, pero profesional y con alcance internacional, que le daría voz a todo el movimiento integracionista.
Pero sin duda el proyecto más ambicioso de este grupo fue la fundación en 2008 de la Unión de Naciones Suramericanas, la UNASUR. Un organismo internacional conformado por 12 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela. Poco a poco logró institucionalizarse, levantando un moderno edificio en Ecuador, para su sede permanente y otro en Bolivia, para el Parlamento Sudamericano.
Este organismo internacional llevó su deseo de integración no sólo a las áreas política, cultural y económica, sino también al aspecto militar con el Consejo de Defensa Suramericano. Cuya función era promover la defensa regional e impulsar la cooperación en materia militar. Incluso para el 2014, ya teniendo como presidenta a Cristina Fernández de Kirchner, Argentina encabezaba el proyecto de construcción del avión “UNASUR 1”, junto con Brasil, Ecuador y Venezuela, quienes anunciaban inversiones millonarias para su fabricación.
Pero ya para entonces, la muerte del argentino Néstor Kirchner en 2010 y el venezolano, Hugo Chávez en 2012, le habían restado fuerza al movimiento. Y progresivamente, presidentes derechistas llegarían a dirigir esos países, tal es el caso de Mauricio Macri en Argentina en 2015 y de Jair Bolsonaro en Brasil en 2019. De hecho, en abril de 2018 parecía llegar el golpe final: el ex presidente Lula caía en prisión acusado de corrupción y ese mismo mes, 6 países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay) se retiraban de la UNASUR, dejando el proyecto a la deriva.
Sin embargo, eventos recientes parecen alinearse para dar un tiempo extra a la izquierda latinoamericana. En diciembre pasado asume la presidencia de Argentina, Alberto Fernández, antiguo colaborador de Cristina Fernández de Kirchner, quien fungirá ahora como vicepresidenta. Y si bien Evo Morales había sido derrocado en noviembre pasado, después de unas polémicas elecciones en las que buscaba su cuarto mandato, ahora cae presa acusada de liderar el golpe de Estado, Jeanine Áñez, la senadora que había usurpado la presidencia. Finalmente, también en
noviembre de 2020, es liberado Lula da Silva, quien en su primer declaración justo afuera de prisión, arremetió contra el gobierno de Bolsonaro y ya se dispone a realizar mítines por todo Brasil.
Aunque a este cóctel aún le falta un ingrediente: México. La llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, ha hecho pensar que la izquierda tiene futuro, pues más allá de la discusión sobre si nuestro presidente es de izquierda o no, sus lazos con ella, aumentan. Al asilo político a Evo Morales del año pasado, ahora hay que sumar la pronta y estrecha relación que está erigiendo con el nuevo presidente argentino.
Además, México preside este año la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), organismo internacional que integra a todos los países del continente, excepto EU y Canadá, y del cual, en un audaz lance diplomático justo en el auge del movimiento integracionista, el ex presidente Felipe Calderón decide apoyar su institución en Playa del Carmen en febrero de 2010. Así, nuestro gobierno se verá involucrado de manera institucional, con diversos asuntos de América Latina.
Pero también hay que contar con el recién creado Grupo de Puebla, el 12 de junio del año pasado, precisamente en el estado de nuestro país que da nombre al grupo. En el cual participan presidentes y ex presidentes de izquierda como Alberto Fernández, José Mujica (Uruguay), Evo Morales, José Luis Rodríguez Zapatero (España) y el mismo Lula. Y aunque por parte de México es obvio que el presidente se abstenga de participar, dada su política de no intervención, en él participan Cuauhtémoc Cárdenas y Mario Delgado, presidente del partido Morena.
Medios internacionales han dado cuenta de su existencia, cuestionando si es una intentona más de líderes izquierdistas dedicados a realizar congresos y emitir comunicados. Por su parte, el Grupo apela, al menos en la Declaración de su primer encuentro, a construir un proyecto común “aprendiendo de sus errores”. Lo cual resulta muy necesario debido a los excesos cometidos por la izquierda en el pasado inmediato. La reciente condena a 8 años de prisión contra el ex presidente Rafael Correa, en disputa interna contra su sucesor y ex aliado político, Lenin Moreno, es una muestra más del mayor reto que aún debe librar la izquierda: no abusar del poder, ´queriendo retener el balón indebidamente´, y jugar dispuestos a respetar las reglas del juego.