Por Saúl Loera
Con la denuncia contra Anaya, la andanada contra los alcaldes opositores en la Ciudad de México y los cambios en su gabinete, el presidente se muestra listo para enmendar el traspié de su partido en la elección del pasado 6 de junio, en la cual perdieron la mayoría de alcaldías de la CDMX y vieron reducir su bancada en la Cámara de Diputados, lo que los alejó de la mayoría calificada, las anheladas dos terceras partes que le permitirían cambiar la Constitución sin depender de ninguna otra fuerza política, más que de su propia alianza. Con estos ajustes el mandatario también manda otra señal clara: está listo para confrontar a la oposición y detener su avance.
Apenas concluida la elección, la oposición por primera vez le disputó la iniciativa al presidente. Echados para delante, los líderes del PRI-PAN-PRD, recorrieron distintos medios de comunicación anunciando mantendrían su alianza. Lo que confirmaron al acudir en conjunto al Tribunal Electoral para pedir se anulara la elección en tres estados: Michoacán, San Luis Potosí y Campeche. Así como al firmar una “alianza legislativa” para seguir juntos en la nueva integración de la Cámara de Diputados. Semanas después, hicieron vacío en la consulta por el “juicio a expresidentes”, misma que condenaron como un circo muy caro y, dada la baja participación que logró, aprovecharon para promover la idea de que el presidente se estaba quedando solo.
Ahondaron su protagonismo y con el sorpresivo apoyo de Movimiento Ciudadano, lograron impedir el periodo extraordinario en el que Morena buscaba aprobar la iniciativa de Revocación de mandato. Pero muy probablemente lo que colmó la paciencia del primer mandatario fue que los líderes de los tres partidos asistieran a la Organización de Estados Americanos, la OEA, para denunciar la intromisión del narco en las elecciones mexicanas a favor del partido en el gobierno y la absoluta pasividad de éste ante este delicado hecho.
Considerando lo mucho que le importa su “honorabilidad” y la imagen que legará a la posteridad, es fácil imaginar el tremendo coraje que esto le supuso. La acción de la Fiscalía contra Ricardo Anaya no se hizo esperar: acusaciones que en total suman 30 años de cárcel. Difícil no suponer que se trata de una “lección” que pretendió dejar quieta a la oposición.
Este activismo ha mostrado un rostro muy proactivo con la creación de UNACDMX: la alianza de todos los alcaldes de PRI-PAN-PRD, que actuando en conjunto, han buscado ser, desde ahora, un contrapeso real a Claudia Sheinbaum. Igual que a nivel nacional, la reacción de Morena fue aprovechar su aún aplastante mayoría, para hacer cambios a la legislación y restarle facultades a la figura de los Alcaldes entrantes. Y como éstos intentaron entrar a la sesión sin invitación, se armó el zafarrancho en donde la fuerza pública golpeó e hizo sangrar a Lía Limón, la alcaldesa electa de Álvaro Obregón.
Al parecer el inquilino de Palacio Nacional está dispuesto a hacer lo necesario para detener a la oposición, pero sabe que para ello es necesario no sólo combatirla, sino también hacer ajustes internos y reagruparse. Pues aunque el discurso oficial fue que las pasadas
elecciones lo dejaron “feliz, feliz, feliz”, los cambios tanto en el gobierno federal como en el de la CDMX, muestran todo lo contrario. A nivel federal, apenas días después de la elección, “renunció” el responsable de los “súper delegados”, los encargados de concentrar y repartir los programas sociales del gobierno. ¿Será que Gabriel García Hernández no supo convertir esos apoyos en suficientes votos?
La entrada de Martí Batres como secretario de gobierno, el número dos de la ciudad, va en clara dirección de reestablecer nexos con diversos grupos de interés: sociales, gremiales, políticos y territoriales; a los que ubica muy bien. Como fundador y ex presidente nacional de Morena, conoce a los diversos liderazgos internos, a los cuales intentará reagrupar para recuperar la ciudad. Al tiempo de disputar el territorio a su antiguo compañero de bancada, el senador Monreal, con quién tantos desencuentros tuvo.
Junto la inclusión de Batres, el regreso al senado de la ex secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, intenta una carambola de tres bandas que ponga orden al interior de Morena: limitar territorial, partidista y legislativamente el creciente activismo del senador Monreal. En tanto la entrada del exgobernador de Tabasco, Adán Augusto López, muestra que el presidente desea alguien dispuesto a cumplir sus órdenes con toda diligencia y sumisión. Recordemos que hace apenas un año el entonces gobernador de Tabasco aceptó sin chistar, que el gobierno federal inundara durante tres semanas media ciudad capital de su estado, para desfogar las presas de la CFE.
Es verdad que el titular del ejecutivo en los últimos dos meses recibió varios reveses y se vio superado por la oposición. Consciente está de que sus bases se encuentran desencantadas y titubeantes, pero si alguien cree que esto lo hará recular, nada sabe, por el contrario, el presidente suele fugarse hacia delante, por ello mismo su discurso desmedidamente triunfalista en su tercer informe, para infundir certeza y confianza en sus militantes, al tiempo de mostrarse como un gobernante decidido y con fuerza. Y también por ello los ajustes que realiza para reagrupar su gobierno y partido; va a dar la batalla.
El ´tiro´ está cantado y la oposición no puede llamarse a sorpresa, bien saben que nuestro presidente es un ´fajador´ siempre dispuesto a la pelea. Tendrán que hacer acopio de inteligencia y diseñar una buena estrategia; pues la experiencia ya muchas veces les ha mostrado cómo la confrontación es lo que más le fortalece, además de ser un terreno en el que rara vez han podido ganarle.