Por Antonio Medina
Los intelectuales orgánicos de la autodenominada Cuarta Transformación (4T), tienen delirio de rey Midas, pretendiendo que todo lo que tocan se convierta, no en oro, pero sí en parte de la 4T, bajo el argumento de que 30 millones de votos los avalan, y por ello están construyendo el “gran cambio” que esperaba México con el que debe estar todo mundo, y quienes no estén, así como lo dicta el presidente, están en contra él y de la trasformación del país, por tanto, son enemigos.
Esa lógica de propaganda gregaria la aplican no sólo con intelectuales, sino con periodistas, líderes de opinión, líderes sociales, con personal de la administración pública, activistas, grupos religiosos y empresariales, que se han sumado a esa cruzada del presidente, convirtiéndose en entes orgánicos del régimen y activos propagandistas goebbelianos.
Actúan al unísono de lo que dicta en las mañaneras el presidente y con habilidad cibernética saturan las redes sociales, escriben en los medios, van a televisoras y radiodifusoras (públicas y privadas), pero también imparten cátedra en las universidades; o desde la función pública, focalizan programas de gobierno a los diversos sectores a cambio de simpatizar y convertirse (de facto) en propagandistas de la 4T.
Es decir, hoy en día, tal como lo hizo el PRI desde que se fundó, ser clientela a favor del presidente y de su partido se está convirtiendo en moneda de cambio en la vida pública para coexistir. Se está con el régimen o se está en contra de él. Ante esa disyuntiva, las personas han optado, no por convicción necesariamente, tampoco por considerar que es el cambio sustancial que requería México, sino por un instinto de sobrevivencia que les obliga a simpatizar con el presidente y su 4T.
Desde las instituciones del Estado se ha desplegado un sistema de filtros que observan, seleccionan y aprueban, o no, todo lo que el gobierno está obligado a dar a los diversos sectores con los programas sociales, vetando, desde luego, a quienes son críticos del presidente o su gobierno.
Es decir, estamos viviendo la novela futurista “1984” de Orwell con el Big Brother que todo lo ve, escucha y selecciona desde el Estado opresor en pleno 2020.
Son varios sectores los que ya padecen el resentimiento, el odio y la venganza del Jefe del Ejecutivo federal y de su movimiento, que cada día se envalentona más. Desde luego que los más visibles son intelectuales que escriben en medios de alto impacto y generan opinión pública, pero la estrategia goebbeliana de la 4T va más allá de los ámbitos de la arena pública: está en la vida cotidiana de todos los sectores de la sociedad.
Revistas como Nexos y Proceso están siendo castigadas por el gobierno actual con cancelación de pautas publicitarias, pero además, en un ejercicio de ensañamiento en contra de Nexos, donde escriben varios críticos de la 4T, la Secretaría de la Función Pública ha puesto de pretexto una minucia administrativa intrascendente que se solventó hace más de dos años, pero que el criterio vengativo de esa institución, lo consideró grave, y hoy en día le está multando con un monto desproporcionado y suspendiéndole por dos años la posibilidad de volver a tener publicidad gubernamental.
Lo mismo ha sucedido con empresas que se han negado a aceptar las condiciones del gobierno o han criticado sus métodos para resolver la debacle económica, o que simplemente no le han hecho pleitesía al presidente, por lo que el gobierno, usando temas como el de la salud, la infancia o la ecología, les está castigando con revisiones exhaustivas y sorpresivas desde Hacienda, además de estigmatizarlas como conservadoras.
Contrario a ello, las empresas y empresarios orgánicos que se alinearon con el presidente y aunque tengan una probada corrupción, son apapachados con contratos directos sin que éstos pasen por los procesos convencionales de licitación gubernamental.
La lealtad de las organizaciones civiles y activistas de diversos movimientos sociales también ha sido puesta a prueba por el nuevo régimen. Algunas han cedido, de hecho, traicionando sus propias causas a cambio del cobijo gubernamental. Eso es “mejor” que ser etiquetadas como rijosas y sufrir el veto del poder.
Ante esa lamentable disyuntiva, activistas que tuvieron tiempos gloriosos en su lucha, al igual que los intelectuales orgánicos de la 4T, hoy son simples personajes oportunistas y forman parte de los entes orgánicos del nuevo gobierno, que defienden los errores del presidente o hacen caso omiso a los excesos que está cometiendo, aún en detrimento de los temas sociales por los que lucharon en el pasado y protestaron con pasión y coraje.
La sobreexposición de la figura presidencial cuenta con la réplica propagandista de sus entes goebbelianos que juegan a las vencidas entre la verdad irrefutable del mal gobierno encabezado por López Obrador contra las mentiras del nuevo régimen que no sólo ha reciclado las formas corruptas de gobernar, sino que ha mejorado sus estrategias demagógicas y clientelares en detrimento del progreso, el desarrollo, la seguridad, el combate a la delincuencia, la progresividad en políticas públicas en educación, salud, justicia, y, desde luego, en detrimento de los derechos humanos.
@antoniomedina41