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viernes, noviembre 22, 2024

México soy yo. Entre el drama y la farsa

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Amparo Brindiz Amador y Arturo Prida Romero*

Desde que inició esta administración en 2018, nos pareció raro que, en las promociones de su imagen institucional tanto en radio como en televisión, se haga referencia al “gobierno de México” y no al gobierno de la República, como sería lo correcto, ya que este es el nombre oficial de nuestro país.

Podría parecer una nimiedad, pero a la luz del estilo personal de gobernar del presidente López Obrador, queda claro que el no hacer mención a la República, tiene por objeto destacar que el gobierno federal es el gobierno de México, sin importarle que nuestro sistema político es mucho más grande que la presidencia.

El ego del señor de palacio, lo lleva a pensar que él y solo él, es el único actor político del país y que sólo él es el responsable de la administración pública, que no existen tres poderes que sirven de pesos y contrapesos en nuestro sistema federal. 

Ejemplos hay muchos, pero los más escandalosos son las presiones o disciplina que ejerce contra las y los diputados federales y las y los senadores, ya que no pueden cambiar “ni una coma” a sus iniciativas, así sean jurídicamente inviables o anticonstitucionales; o al presupuesto de egresos, donde no le mueven ni un centavo a lo mandatado por su jefe.

También, la intromisión que ejerce hacia los estados y los municipios de nuestro país, ya que desde su mañanera determina la realización de acciones y obras sin considerar las necesidades de cada uno de estos estados o de los municipios. Como ejemplo, la construcción de la refinería (que no refina) en el municipio de Paraíso en Tabasco, que no ha visto ningún beneficio con la construcción de esta, pero lo que sí, es que sus pobladores están resintiendo la destrucción de su ecosistema y sus consecuencias medioambientales que esto trae.

Sabemos que cada gobernante tiene un estilo personal de gobernar, como decía Cossío Villegas en su clásico ensayo de 1974: “La característica principal de nuestro sistema político es un presidente de la República dotado de facultades y de recursos ilimitados. Esto lo convierte fatalmente en el Gran Dispensador de Bienes y Favores, aun de milagros. Y claro que quien da, y sin recibir nada a cambio, tiene que ser aplaudido sin reserva, pues la crítica y la maldición solo pueden y deben recaer en quien quita en lugar de dar” (Cossio, 1974).

Recordemos que el maestro Cossío Villegas hablaba del presidente Echeverría, pero pareciera que estuviera hablando de López Obrador, al leer las siguientes citas:

“No solo se tiene la impresión de que hablar es para Echeverría una verdadera necesidad fisiológica, sino de que está convencido de que dice cada vez cosas nuevas, en realidad verdaderas revelaciones. Es más: llega uno a imaginarlo desfallecido cuando se encuentra solo, y vivo, aun exaltado, en cuanto tiene por delante un auditorio”.

O esta otra:

“Su inclinación irrefrenable a predicar, lo cierra para el diálogo; pero debe agregarse una circunstancia más que […] remacha la cerrazón. Con sobrados motivos, Echeverría está convencido de que, quizás como ninguno otro presidente revolucionario, se desvive literalmente por hacer el bien a México y los mexicanos. De allí salta a creer que quien critica sus procedimientos, en realidad duda o niega la bondad y la limpieza de sus intenciones”.

Después de leer estas citas que cumplirán próximamente 50 años, y ver que son de gran actualidad para definir el actuar del presidente López Obrador, no queda mas que recordar y reafirmar la famosa frase de Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte de 1852 que la historia se repite dos veces, la primera como drama y la segunda como farsa; y queda claro que estamos en la farsa.

*@ABrindizA     Dra. en Administración Pública@arturo_pridaLic. en Seguridad Pública

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