Por Saúl Loera
No puede ser más abrumador el coro que repite que el presidente no entiende el tema de las mujeres, permítanme discrepar. Considero que lo entiende tan bien, que lo ha escogido como su oposición favorita, con el cual puede pelear sin ninguna consecuencia.
Por supuesto, tiene otros temas como el de la corrupción del pasado, el BOA (Bloque Opositor Amplio) y una variada gama de “adversarios” contra los cuales suele emprender la bronca cada que lo necesita. Sin embargo, cuando en el caso de Emilio Lozoya se dio a conocer una lista de supuestos involucrados que incluía al expresidente Enrique Peña, al poco tiempo surgió un video en el que aparecía el mismísimo hermano del presidente recibiendo dinero; después de lo cual, mágicamente el asunto Lozoya se empezó a enfriar.
En el caso del supuesto Bloque Opositor Amplio que se estaba armando para ir en contra del gobierno y de la 4T, pues resulta que ahora es una realidad consolidada en la amplia alianza partidista, empresarial y ciudadana; “Sí por México”. La cual va a competir en las próximas elecciones contra un Morena que no termina por dar muestras rotundas de ser un partido serio y competitivo, de poder ganar elecciones por sí mismo. Pero en el tema del movimiento de las mujeres, el caso ha sido muy distinto.
Y antes de que alguien vaya a malinterpretarme, permítaseme decirlo con todas sus letras: el movimiento feminista es de la mayor importancia social, cultural y civilizatoria en nuestro país y en cualquier parte del mundo. Sus demandas son absolutamente legítimas y resulta del todo urgente se tome conciencia de su trascendencia y se apoye para que se conviertan en una realidad. No obstante, lo que pregunto es si al habitante de Palacio Nacional, le ha parecido conveniente utilizar este movimiento. Utilizarlo como distractor que le permita ocultar las graves precariedades del gobierno que encabeza.
Y es que si hacemos un breve repaso, fue él mismo quien abrió fuego al llegar al gobierno cancelando el programa de Estancias infantiles, así como retirando el subsidio a los refugios a mujeres maltratadas y a organizaciones civiles que ofrecían tratamientos contra el cáncer de mama. Posteriormente, cuando colectivos de mujeres feministas tomaron la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), fueron ignoradas durante semanas. En la presente pandemia el aumento de la violencia contra las mujeres fue escandaloso y desde las mañaneras, se volvió a ignorar el tema.
Pero la actitud del presidente no ha parado ahí, ha sido francamente provocadora. Como cuando reiteradamente se refiere a las reporteras diciéndoles “corazoncito” o afirma que lo de “rompa el pacto”, es una idea importada. ¿En verdad podemos creer que el titular del Ejecutivo no sabe las implicaciones de esos términos? ¿Es válido pensar que cuando dice que las mujeres están siendo utilizadas por los conservadores, ignore que eso es denigrarlas? ¿Nos conformaremos con creer que el poner las vallas frene a Palacio Nacional tres días antes de la marcha fue un simple error y no una provocación? Por mi parte me es imposible aceptar que alguien que cometiera ese tipo de “errores”, pudiera llegar a ser presidente ni de este ni de ningún otro país.
¿Y cuál ha sido el costo para el presidente? ¡Ninguno! Apenas hace unas semanas, volvió a subir su aprobación en las encuestas. ¿Y el costo de la imposición de Félix Salgado Macedonio dentro de su gabinete y su partido? Igualmente exiguo; las mujeres acaso pudieron balbucear algunas tímidas declaraciones. ¿Y los partidos de oposición se unieron para obligar, se trate el tema de manera seria? Tampoco. Si apenas pudieron acatar una de las demandas feministas hecha ley: la paridad de género en sus candidaturas. Y como sabemos, las grandes y maravillosas marchas de las mujeres, al inquilino de Palacio Nacional, le son muy útiles para “demostrar”, cómo hay intereses oscuros que quieren descarrilar su proyecto.
Así, resulta indispensable haya un costo para el gobierno o de lo contrario, se verá tentado a continuar con la misma línea. Urge que el poderoso movimiento de las mujeres, tenga repercusión en la única arena que entiende nuestro presidente: en la arena electoral. Para que de esta manera, “se dé a respetar”, aunque claro, no como lo piensa el machismo obtuso, sino hacerse respetar política y electoralmente.