Pantalla chica
Por Pablo Gomez Saenz
Fue primero un monopolio absoluto y después un duopolio. El negocio funcionaba muy bien para ambas cadenas. Y este esquema y concepto de mercadotecnia también se aplicaba para los programas de noticias y todo tipo de eventos deportivos. Ambas barras televisivas tienen su propia y muy significativa historia.
México es un país al que le gusta ver programas deportivos. En casi todo el mundo las transmisiones deportivas tienen mucho éxito. Desde su nacimiento la televisión vio como una mina de oro el hecho de transmitir por sus pantallas eventos deportivos de asistencia masiva.
Anunciarse durante la transmisión de un partido de futból, básquetbol, boxeo, futból americano, beisból, tenis, etc, era llegar a milliones de espectadores y por lo tanto una extraordinaria publicidad; el costo de este tiempo en pantalla se cotizaba como oro.
Si ya la ficción tenía un público cautivo, los eventos deportivos también lo crearon.
Y aunque empezó una competencia, que afortunadamente cada vez ha sido mayor, entre las que destaca ESPN, por muchas décadas y hasta la fecha los canales abiertos se ven muchísimo.
Al día de hoy, son tan fuertes las televisoras en materia de deportes masivos, que incluso tienen gran ifluencia en las decisiones que toman los organismos correspondientes. En el futból, por ejemplo, es absolutamente notoria la autoridad que su voz tiene en la toma de decisiones. También al interior de muchos equipos, pues incluso son socios, y dueños de varios de estos.
La barra de noticias también tiene una gran historia. Una época de jugar un papel politíco muy importante: crear una “opinión pública” a la que se le podía dar gran difusión.
Entre las cadenas de televisión y el poder político siempre ha existido un entramado oscuro. Se manejan imortantes hilos que moverán ideas y personajes políticos.
Esta relación tuvo sus raíces desde la radio, pero con la televisión alcanzó una capacidad insólita para imponer ideas y manipular intereses del “estado” y la clase política. Y de esta manera imponer ideas sobre la sociedad civil.
Lo que se veía y se decía a través de las pantallas podía convertirse en una realidad a los ojos de la sociedad en general.
No es que fuera ley, pero los programas de noticias generaban una visión profunda y particular de los acontecimientos. Lo dicho ahí era verdad para un segmento amplio de la sociedad, y muchas veces la información y su tratamiento eran muy cuestionables.
Volviendo a los programas de ficción, tras un éxito notable durante varias décadas, su estructura recibiría una sacudida casi mortal con la llegada y masificación del internet. En particular con la llegada de diferentes plataformas con contenidos audiovisuales a través del servicio en línea.
Y a la cabeza de todas estas plataformas, en el año 2011, llega Netflix como gran líder.
Se creó otro paradigma en el consumo y otras exigencias en la calidad de los productos.
Cambiaron radicalmente todas las reglas del juego en la producción y consumo popular de programas de ficción en las pantallas chicas.
Cientos y cientos de programas, películas, series, documentales, en fin, una cascada de producciones que cubrían todos los géneros narrativos y que provenían de las más diversas nacionalidades.
Como un oleaje incontenible las plataformas arrasaron con los programas que producían las cadenas televisoras. En un abrir y cerrar de ojos los contenidos de las grandes televisoras exhibieron su enorme pobreza en forma y fondo; su profunda falta de calidad en todos sentidos.
En la siguiente entrega, un poco más de este choque y un ojo a los programas de “entretenimiento”.