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viernes, noviembre 22, 2024

¡La tragedia de Torreón nos atañe a todos!

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 Los lamentables acontecimientos que se desarrollaron en el estado de Coahuila, son un llamado de atención para todos los mexicanos, pero, sobre todo, son una advertencia de que algo no está bien en nuestra sociedad. 

Sacan a la luz, al, menos, tres grandes problemáticas que no han sido combatidas adecuadamente, el tráfico ilegal de armas, la mermada capacidad pública de atención psicológica y, por último, pero no menos importante la inoperante cultura de la paz y la tolerancia entre los mexicanos. 

Para comenzar, debemos de iniciar con una pregunta simple, pero que deja vislumbrar mucho de lo que es hoy el país, ¿Cómo un niño puede tener acceso a un arma? Aunque efectivamente sea necesario realizar una investigación en forma y establecer el perfil criminológico del niño, aventurarnos a simplificar la respuesta nos dará como respuesta solamente alguna de estas dos opciones: la consiguió en casa de algún familiar o se la proporcionó alguien más. 

Ambas denotan una verdad incómoda para el gobierno de México de esta administración, pero también de sus precedentes, en el país existe una falla regulatoria grave en materia de armas de fuego. Que un niño tenga un arma de fuego en una escuela ejemplifica que tan grave es el problema y que tan fácil es obtener un arma ilegal en este país. 

Hecho que no resulta raro sí consideramos que, según cifras de Proceso en una investigación de 2015, existen 25 millones de armas ilegales circulando en nuestro país, una escala que en proporción representa la existencia de un arma ilegal por cada 5 mexicanos. 

En segundo término, los problemas psicológicos como la pandemia del siglo XXI, han sido ignorados por sexenios propiciando que actualmente la ansiedad, la depresión y el estrés se conviertan rápidamente en los grandes males de la sociedad mexicana. En el país solamente uno de cada cinco pacientes con trastornos mentales recibe el tratamiento adecuado, dejando a su suerte al 80% de enfermos con estos padecimientos. 

Dicho en otras palabras, en México existen 30 millones de personas, que sufren un padecimiento mental y no reciben tratamiento alguno, lo anterior, si consideramos que según cifras de la Asociación Psiquiátrica Mexicana indica que estos trastornos afectan a casi el 30 por ciento de mexicanos. 

Por el contrario, en México, sólo el 2% del presupuesto federal destinado a salud se emplea para la atención a pacientes con trastornos mentales, provocando que las personas con 

algún padecimiento mental no reciban atención, y quienes la reciben tarden años en obtener un tratamiento. 

Situación que se complica aún más, si observamos que estos pocos recursos son centralizados hasta en un 80% en mantener hospitales psiquiátricos de especialidad, mientras que los servicios médicos de primer y segundo nivel, no cuentan con recursos ni personal suficiente para atender la gran demanda de atención psicológica que la sociedad mexicana demanda. 

Propiciando que la atención sea poco efectiva en etapas tempranas de los padecimientos, es decir, la forma en que el sistema de salud combate dichos padecimientos es dejarlos crecer hasta que sea muy tarde. Máxime que entre los jóvenes de 15 y 29 años de edad la depresión y el suicidio están entre las principales causas de muerte, decesos que podrían evitarse si fueran diagnosticados a tiempo. 

Por lo que los expertos han señalado que es necesario un cambio en la política de salud para incorporar la atención de los problemas mentales como una media integrada a la prestación de los servicios de salud básica. Sólo así, tal vez podríamos evitar más lamentables casos como lo ocurrido en Torreón la semana pasada y en Monterrey en el año 2017. 

Nuestros jóvenes requieren ayuda, puesto que de acuerdo con el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados, el 24.7% de los adolescentes mexicanos se encuentran afectados por uno o más problemas de salud mental, siendo más frecuentes los trastornos de ansiedad, depresión, el uso de sustancias y los intentos suicidas. 

De acuerdo al CESOP entre 2005 y 2015, más de 117 mil personas fueron hospitalizadas en México por depresión; 128 mil 221 por trastornos relacionados con sustancia y drogas; 109 mil 808 por esquizofrenia y más de 67 mil por trastornos mentales orgánicos, juzguen ustedes mismos si no es un problema de salud pública. 

Por último, en relación a la cultura de paz y tolerancia que se esfuma lentamente de los valores colectivos, saltan diversas declaraciones que he podido leer en diversos medios de comunicación, en relación al caso colegio Cervantes, en que se dejó muy claro dos situaciones anómalas desde mi punto de vista, la primera de ellas, la influencia de un videojuego violento, que pareciera ser el incitador al crimen. 

Esto es lo que nos dice la autoridad, como si esto fuera suficiente justificación, y quitara responsabilidades. Aquí todos somos corresponsables de la realidad que viven nuestras niñas y niños, a quienes deberíamos proteger por sobre todas las cosas, y en dónde todos tenemos cabida, familia, sistema educativo, sociedad, medios de comunicación y por supuesto los tres niveles de gobierno, somos parte del problema. 

No fue un videojuego per se lo que llevó a un joven a cometer un delito, fue la ausencia de atención y educación en la primera y segunda infancia, etapa crucial en la que recibimos una influencia significativa de nuestro entorno. 

Ahora, esto me lleva a otro de los puntos que se han diluido en las declaraciones, no saben a ciencia cierta si el niño se encontraba ante violencia intrafamiliar, pero claro que sí vivía en un entorno hostil y no me refiero propiamente a su casa, hago alusión a México, que es un sitio alcanzado y rebasado por la normalización de la violencia, lugar en el que las desapariciones y asesinatos se han vuelto cotidianos. 

La segunda cosa que me ha llamado la atención en cuanto a las declaraciones de los medios de comunicación son las buenas calificaciones del menor en comento. Ante lo que me preocupo en demasía, y de lo que desprendo un gran interrogante ¿acaso las calificaciones son en verdad una variable que nos lleva a no atender a nuestros niños? 

Y, sobre todo, si un alumno es de “buenas calificaciones” ¿no necesita atención, amor, acompañamiento y ayuda? Las calificaciones deben ser valoradas como lo que son y otorgarles una importancia mínima a la hora de que nuestros infantes conformen su identidad. 

Quiero cerrar con lo siguiente, es lamentable la pérdida que hemos vivido hoy como sociedad, seguramente a muchos nos cuesta imaginar que algo así ocurrió, nos aterroriza pensar que un infante sea capaz de hacer esto, pero debe atemorizarnos más el hecho de que la muerte de estas personas es el resultado de una cadena de violencia y abandono a las personas más jóvenes que hemos decidido ignorar e invalidar y que, por ende, no hemos atendido. 

Muestra de ello, las recienten demandas de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) en donde alerto que las niñas, niños y adolescentes se volvieron invisibles para esta nueva administración al no formar parte de ninguno de los 25 proyectos estratégicos que presentó la actual administración. 

 Arturo Prida Romero 

Presidente del IX Consejo Nacional del PRD 

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