Por Benjamín Muñiz
Circularon en diversos medios de comunicación dos fotografías tomadas el fin de semana del Presidente Andrés López, en las que se le puede observar, cómodamente sentado en su Suburban (el Jetta, por cierto, ya no existe), con las ventanas arriba, mientras que, afuera, pidiendo a gritos que los escucharan, había manifestantes de diferentes grupos.
En una de las imágenes, podemos observar, reflejada en la ventana blindada de la camioneta, a María Carolina, una señora de la tercera edad. Su mirada refleja el sentimiento de muchos mexicanos: desesperanza, frustración, incertidumbre. ¿Qué quería? Pedir al Presidente su apoyo para liberar a su hijo, un líder pesquero Sunshine Antonio Rodríguez Peña, detenido, según su decir, de manera ilegal el pasado 11 de noviembre y actualmente preso en un penal de Hermosillo.
La otra foto, igualmente cruda, corresponde a un grupo de padres de niños con cáncer, que claman a gritos que les sean suministradas quimioterapias.
Bien dicen que una imagen dice más que mil palabras. El presidente o su equipo podrán buscar la manera de justificar tales actitudes, pero no hay palabra que pueda desvirtuar lo que resulta evidente: la indolencia y falta de empatía por parte del presidente que se define a sí mismo como el presidente del y para el pueblo.
Por supuesto, prácticamente de manera inmediata, saltó a la vista de la mayoría de nosotros la diferencia en el trato hacia estos padres de familia si se compara con el obsequiado a la señora María Consuelo Loera Pérez, mamá de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Se leía en redes mensajes estilo “como no es la mamá del Chapo”; “No fuera la mamá del patrón” y otras tantas de la misma índole.
Estas imágenes reflejan, de manera clara, la realidad que vivimos en México: tenemos a una persona en la silla presidencial que resulta ser completamente indolente ante las necesidades sociales y que, lo que es peor, hace ojos ciegos a toda manifestación que contradiga la imagen de un México en que todo es color de rosa, imagen que él pretende imponer, sin importar cuál sea el costo, cuando la verdad salta a simple vista.
Desde que inició la administración lopezobradorista la crisis generada por falta de medicamentos para niños que padecen cáncer han sido una constante, situación que se vio aún más agravada cuando decidió terminar con el Seguro Popular y transitar el Instituto de Salud para el Bienestar, sin que éste contara con los recursos suficientes para hacer frente a la titánica labor encomendada.
No es ajeno para nadie el hecho que el sistema de salud pública en México ha estado en grave crisis desde hace muchas décadas y que los gobiernos anteriores han generado reformas que, lejos de buscar una solución de fondo, se han convertido únicamente en paliativos, pero tampoco somos ajenos al hecho que durante la actual administración se ha presentado la peor crisis en el sector, por lo menos, del México moderno.
La situación, por supuesto, se ve agravaba por la pandemia del coronavirus. Contrario a lo que el presidente y, posteriormente, su Secretaria de la Función Pública señalaron, a México esta pandemia no le cayó como anillo al dedo. Lo más delicado es que solamente se perjudicó más a un sistema de suyo rebazado.
De acuerdo con un estudio publicado por la revista Nexos (https://datos.nexos.com.mx/?p=1625), 44.6% de los pacientes hospitalizados en el IMSS por COVID fallecen, mientras que, en el ISSSTE, la cifra asciende a 32.2%, Secretaría de Salud 31% y PEMEX 27.8%. En hospitales privados, fallecen 15.7% de los pacientes hospitalizados.
Claro, no estábamos listos para enfrentar la pandemia, nadie en el mundo lo estaba, pero muchos países han actuado de manera consciente para salir adelante. En México no hay estrategia, y si bien es cierto que este virus nos agarró a todos en curva, también lo es que los niños con cáncer han sido un tema de salud muy importante desde hace muchos años, muchas administraciones y, bien o mal, se había logrado ir haciendo frente a este tema tan delicado, situación que cambió en este nuevo gobierno. La actitud de AMLO y sus funcionarios, incluyendo a su esposa, ha sido, no solamente carente de toda empatía, ha sido francamente inhumana.