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martes, octubre 22, 2024

La falsa izquierda y su afinidad por las dictaduras en AL

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Por Jesús Zambrano Grijalva

Presidente Nacional del PRD

El jueves pasado el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua liberó a 222 presos políticos. La excarcelación es una conquista de las y los nicaragüenses y de la comunidad internacional que ha denunciado, presionado y sancionando el autoritarismo.

Doblando las rodillas, pero apalancado en su poder dictatorial, Daniel Ortega utilizó la figura de la deportación para que el mismo día en que los presos políticos lograron su liberación fueran extraditados a Estados Unidos. Con excepción del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, quien fue condenado a 26 años de cárcel por negarse al exilio.  

Es decir, violando sus derechos humanos, el dictador los desterró de forma forzosa –destierro o cárcel- y los privó de su nacionalidad, incluso ordenó borrar sus actas de nacimiento del registro civil de su país. 

Hasta ahora, vergonzosamente, López Obrador, quien se dice de izquierda y se autodenomina el “presidente más humanista de la historia de México”, no ha pronunciado ni una sola palabra sobre lo sucedido en Nicaragua. No ha denunciado la clara represión del régimen de Daniel Ortega, ni ha ofrecido asilo a los desterrados, como sí lo hizo con el expresidente golpista de Perú, Pedro Castillo, y su familia.

Para colmo, mientras ocurría uno de los destierros más grandes en la historia política de América Latina, López Obrador entregaba el Águila Azteca, la máxima condecoración que el gobierno mexicano otorga a un extranjero, a otro dictador, al cubano Miguel Díaz-Canel.

Los méritos para condecorar al dictador se fundamentan en que “el Excelentísimo Señor Díaz-Canel ha impulsado la cooperación en temas de salud entre las dos naciones mediante el envío a México de médicos y enfermeras”, según palabras de López Obrador.

Muy a su estilo, el presidente de México tergiversa la historia documentada: Los servicios médicos no fueron donados, el gobierno mexicano pagó en dólares y directamente al gobierno cubano que, dicho sea de paso, le retribuye a sus especialistas de la salud con apenas la décima parte de lo cobrado, haciendo de las brigadas médicas un trabajo forzado, una especie de esclavitud moderna que no tiene otro objeto más que financiar a la dictadura.

Además, durante la condecoración del dictador, López Obrador olvidó mencionar que, según datos de la organización Prisoners Defenders, hasta el 31 de enero de 2023, Cuba tiene al menos 1,077 presos políticos.

El silencio cómplice de López Obrador ante el destierro forzoso de nicaragüenses y la condecoración al dictador cubano, contrasta con la postura enérgica del mandatario chileno de izquierda, Gabriel Boric, quien ha sostenido que en Cuba “hay presos políticos por pensar distinto” y que ha denunciado y condenado –incluso desde la tribuna del Senado mexicano- las violaciones a los derechos humanos por parte del régimen de Ortega. Lo mismo sucede con el brasileño Lula Da Silva que siendo presidente electo calificó “dentro de los moldes constitucionales” la destitución de Pedro Castillo y exigió “diálogo, tolerancia y convivencia democrática” para que Perú enfrentara su crisis política.

La pregunta obligada es ¿Por qué López Obrador protege y condecora a dictadores? La respuesta es simple: porque comparte con ellos la afinidad por la concentración del poder, el desmantelamiento de las instituciones democráticas, la violación a los derechos humanos y el desprecio por el Estado de derecho.

Como lo hemos venido diciendo: vamos en camino hacia una dictadura. Por eso tenemos que unirnos todos los partidos de oposición y caminar de la mano con la ciudadanía para derrotar a Morena en 2024.

Artículo publicado el 16 de febrero de 2023 en El Diario del Yaqui

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