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jueves, octubre 24, 2024

Gobiernos de coalición y pluralismo

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Por Jesús Zambrano Grijalva

Presidente Nacional del PRD

La elección presidencial de 1976 fue una alegoría del rancio presidencialismo mexicano: a la “contienda” se presentó un solo candidato, José López Portillo, quien ganó con el 91.9% de los votos.  “Con que hubiera votado mi mamá por su hijito, ´pepito´, hubiera yo salido (ganador)”, cínicamente recordó López Portillo en una entrevista con Enrique Krauze.

Ante este déficit de representación y con el propósito de encontrar válvulas de escape a las fuertes presiones sociales y ofrecer mecanismos de participación política para todos aquellos opositores al régimen es que surge la reforma que fue un parteaguas en la vida política de nuestro país: la reforma político electoral de 1977 en donde se implantó el actual sistema de partidos y la fórmula de diputados plurinominales.

A partir de ahí, diversas fuerzas políticas se incorporarían al nuevo marco político electoral. Los partidos políticos se convertirían en el andamiaje de la incipiente democracia y el abanico de opciones políticas se abriría considerablemente.

Fue en este nuevo contexto que se llevaron a cabo las elecciones presidenciales de 1982, en la que ganó Miguel de la Madrid con el 70.99% de los votos, y la de 1988, la primera contienda realmente competitiva del México moderno, en donde el candidato vencedor de la elección, según los datos oficiales, fue Carlos Salinas de Gortari con el 50.36% de los votos frente al 31.12% conseguido por Cuauhtémoc Cárdenas. 

En la elección presidencial de 1994, precedida por el levantamiento del EZLN y el cobarde asesinato de Luis Donaldo Colosio, Ernesto Zedillo salió victorioso con el 48.69%. Es decir, elección tras elección, se evidenciaba el desgaste del presidencialismo mexicano con la disminución gradual en el porcentaje de votación que lograban obtener los candidatos del partido hegemónico.

En los años sucesivos, en la esfera legislativa, los partidos de oposición fuimos ganando poco a poco espacio político. Esta nueva configuración del Congreso nos permitió impulsar en 1996 una reforma política esencial que significó que la autoridad electoral, hasta entonces presidida y controlada por el gobierno, adquiriera su autonomía e independencia y se convirtiera en un órgano ciudadano.

La reforma provocó inmediatamente un punto de inflexión para el sistema político mexicano: las elecciones federales de 1997, cuyo resultado fue la configuración, por primera vez en 68 años, de una Cámara de Diputados plural.

Tres años después, en las elecciones federales del año 2000, se daría la primera alternancia democrática en el Poder Ejecutivo. Fue Vicente Fox, candidato del PAN, quien obtuvo la victoria con el 42.56% de los votos. 

Sin embargo, la alternancia en el Ejecutivo no promovió la profundización de la transición democrática. El PAN con Vicente Fox, y después con Felipe Calderón, quien obtuvo una victoria muy cuestionada en la elección presidencial de 2006 -según los datos oficiales ganó por apenas una ventaja de 0.56% a López Obrador, desaprovechó la oportunidad de llevar a cabo una reforma profunda al obsoleto régimen político.

En 2012 Enrique Peña Nieto ganó la elección presidencial y su triunfo representó el retorno del PRI a la Presidencia de la República. No obstante, la realidad ya era otra: el Poder Legislativo se había convertido en un verdadero contrapeso del Poder Ejecutivo.

Fue en este contexto de competitividad y contrapesos políticos que surgió la necesidad de impulsar un nuevo régimen político que garantizara la gobernabilidad democrática y representara la pluralidad de México en el Poder Ejecutivo: el gobierno de coalición. Actualmente, y derivada del llamado Pacto por México, esta figura se encuentra consagrada en el artículo 89 fracción XVII de la Constitución como una facultad del titular del Ejecutivo.

La victoria de López Obrador en 2018 representó una nueva alternancia en la Presidencia de la Republica y también el regreso de los gobiernos de mayoría. En aquel momento advertimos que, ante esta nueva configuración política y la insistencia en el discurso descalificador ya como presidente, era evidente que la intención de López Obrador era concentrar nuevamente todo el poder nacional en el Ejecutivo, sin contrapesos y sin límites, lo que ponía en serio riego los avances democráticos.

Hoy, esa advertencia desafortunadamente es una realidad. Ante esta emergencia nacional, desde el PRD estamos proponiendo construir la alianza más ampliamente posible con los partidos políticos de oposición y con la sociedad civil organizada para impulsar un gobierno de coalición que nos garantice la gobernabilidad democrática.

Artículo publicado en El Diario del Yaqui del 16 de marzo de 2023

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