Por Jesús Zambrano Grijalva
Presidente Nacional del PRD
Pese a que en tres años y medio de gobierno ya ha superado las 120 mil muertes violentas ocurridas durante todo el sexenio de Felipe Calderón, en la mañanera del lunes pasado el presidente López Obrador insistió en defender su “estrategia” de seguridad pública y destacar que se mantiene una tendencia a la baja en los homicidios dolosos.
Como si los datos duros no fueran suficientes, la terrible escalada de violencia se encargó de desmentir al presidente: Ese mismo día por la tarde fueron asesinados dos sacerdotes jesuitas y un guía turístico que intentaba refugiarse en el interior de una iglesia en Cerocahui, Chihuahua. Según la narración de un tercer sacerdote que presenció los hechos, los asesinos irrumpieron en el templo a balazos, asesinaron a las tres personas y se llevaron los cuerpos en la batea de una camioneta. Además de los clérigos y el guía, otras cuatro personas fueron secuestradas en esa pequeña comunidad ese mismo día, según informó la fiscalía local.
En la mañanera del martes, el presidente López Obrador trató de atenuar el terrible suceso declarando que en el lugar donde ocurrieron los hechos “Es una zona de bastante presencia de la delincuencia organizada.”
La atenuante declaración en realidad es una agravante que viene a confirmar lo que el general Glen VanHerk, jefe del Comando Norte de EEUU, aseveró en marzo del año pasado: el crimen organizado controla gran parte del territorio mexicano.
El triple asesinato también ocurre a unos días de que López Obrador revelara su teoría para explicar la distribución geográfica de los homicidios dolosos en México: “hay lugares donde predomina una banda fuerte y no hay enfrentamientos entre grupos y por eso no hay homicidios.” Es decir, según el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Mexicanas, si un grupo del crimen organizado logra controlar un territorio en específico se acabarían las muertes violentas.
La aseveración del presidente López Obrador, además de ser falsa y exhibir su desconocimiento sobre el tema, significa el sometimiento de su gobierno frente a los grupos del crimen organizado. Aunque también revela su verdadera intención detrás de su fallida estrategia de “abrazos, no balazos”: promover la Pax Narca, impulsando la hegemonía de un solo grupo delincuencial en todo el país.
Ingenua y estúpidamente, López Obrador cree que al consentir a los grupos delictivos y, peor aún, aliarse con ellos, los va a controlar y estarán a su servicio. La lógica de la actuación del crimen organizado es exactamente lo contrario: Son ellos los que terminan controlando a las instituciones del Estado, dominando cada día más territorios, y convirtiendo al país en un Estado fallido.
La tragedia de Cerocahui, Chihuahua, es la gota que derramó el vaso del baño de sangre que padece nuestro país. No permitiremos que este gobierno continúe complaciendo a los criminales, normalizando la violencia y renunciando a sus funciones. Es impostergable sustituir la fracasada estrategia contra la inseguridad por una que realmente dé seguridad a la población.
