Por Michelle Ponce de León
Últimamente (y que quede claro que no estoy escribiendo esto a raíz del tan ya sonado COVID-19) me he percatado o, mejor dicho, le he puesto mayor atención a la necesidad casi fisiológica de muchas personas (incluyéndome), en empatizar o expresar consentimiento por cualquier tema que se encuentra en las tendencias de las redes sociales. Conforme va pasando el tiempo nos volvemos “expertos” en cualquier materia: jueces, fiscales, analistas políticos, doctores, funcionarios públicos, economistas, presidentes, etcétera.
Basta con que veamos una nota (la cual, por supuesto verificaremos si es cierta o falsa una vez que hayamos expuesto nuestro sentir) para “sensibilizarnos” y adueñarnos de todo el contexto de la situación que nosotros de forma más lógica y sabia hubiéramos o habríamos actuado de estar en lado opuesto y es aquí cuando abandonamos el tema de la semana o los días pasados. El famoso término “políticamente (in) correcto”, el cual no logro entender al cien, ni mucho menos predico, pero que es tan leído en redes.
Podrán llegar a pensar, ¿Tienes algún conflicto con la libertad de expresión? Para nada, cada persona tiene todo el derecho de opinar lo que piensa y puede expresar sus ideas de la forma en la que lo desee, sin embargo, entre trivialidades y discusiones sin sentido, se desvanece la causa, idea o principio que se estaba defendiendo o apoyando y se termina por protagonizar una situación propia.
También, de un tiempo a la fecha, he escuchado y supongo que se les hará familiar la frase: “Ya todo les ofende” ¿Realmente es ofensa o es que no estamos recibiendo la atención necesaria a nuestra persona o a nuestros “problemas” ?, ¿De verdad apoyamos algún movimiento social, estamos convencidos de sus ideales o el objetivo que se están proponiendo? A veces pareciera que lo que hace un mes nos causaba una gran indignación, hoy, si está en el trending topic y al ser visto y mencionado por un gran número de personas, inmediatamente tenemos esa urgencia en ser parte de ello, aunque nos contradigamos con lo que peleamos el mes anterior.
Esto no es un sermón moralino, simplemente confío en que nuestras palabras o nuestros hechos al mostrar solidaridad con cualquier acontecimiento social, personal, familiar etcétera, sean alentadores, que agreguen valor y no anteponernos o suponer sentimientos que no nos corresponden o no entendemos ya que no hemos pasado por ese camino.