Sus plumas blanquinegras y plateadas tienen un exquisito valor en el mercado negro internacional y se ha convertido a una de las especies más codiciadas por los “coleccionistas”: es el águila harpía, el ave emblema de Panamá.
Conocida como el rey de los cielos panameños, este águila está en peligro de extinción, pero el mayor riesgo que corre son los “clientes” del mercado de especies que la demandan para sus zoológico personales.
“Es el águila con mayor fuerza en sus garras, emblemática en muchos países de América, reina de nuestros cielos y es codiciada por ser un ave rapaz muy bonita”, dice a Efe el director regional del Ministerio de Ambiente (Miambiente) en la provincia caribeña de Colón, Felipe Cruz.
Harpia harpyja, de nombre científico y perteneciente a la familia accipitridae, puede llegar a medir entre 89 centímetros y 1,2 metros de altura, desde la punta del pico hasta el final de la cola. Solo sus alas pueden alcanzar los 2,24 metros cuando se expanden, formando un hipnótico abanico con detalles plateados.
Tiene un plumaje cambiante a lo largo del cuerpo que va desde el negro de su cresta, parecido a una corona real, pasando por una capa negra sobre la parte superior, hasta el blanco que cubre el pecho y las patas.
Habita en bosques tropicales húmedos desde el sur de México hasta Argentina, pero Panamá tiene la población más grande de Centroamérica.
En ese país se pueden observar en la zona del Caribe – como Bocas del Toro, en la frontera con Costa Rica, o el Darién, fronterizo con Colombia- posadas en árboles de hasta 70 metros de altura.
El águila harpía pone dos huevos cada tres años, y, por desgracia, solo sobrevive el primero en nacer, pues la madre acude a buscar alimento frenando la incubación del último, según explica a Efe Deyanis de Meléndez, guía del parque municipal Summit, un jardín botánico y zoológico ubicado a las afueras de Ciudad de Panamá.
Ese es el caso de “Panamá”, el águila que vive en ese zoológico desde hace más de ocho años, aún sin reproducirse, y que vio cómo en 2020 un grupo robó a otra de su especie.
El hurto de la joven ave fue un escándalo nacional – la Policía llegó a ofrecer 5.000 dólares a quien brindara información- y, a su vez, es un ejemplo de la crueldad del lucrativo mercado de especies silvestres.
“Nadie podría pensar que detrás del tráfico haya tanto dinero”, declara el experto en delitos ambientales.
VALE HASTA 500.000 DÓLARES
La belleza del águila harpía la ha llevado a ser una de las especies más traficadas por organizaciones criminales, según un reciente catálogo de la cartera panameña de medio ambiente.
“Presumimos que llega a costar, dependiendo del tamaño, entre 250.000 y 500.000 dólares”, apunta Cruz.
Esta especie es demandada por “coleccionistas” o “clientes”, según Cruz, para ampliar sus zoológicos personales, y las compran a grupos organizados dedicados al tráfico de fauna y flora “con una logística muy compleja y con una precisión y capacidad transnacional”.
Cruz detalla que las estructuras criminales están compuestas por delincuentes que “suelen ser apellidos de otras, que son los que verdaderamente tienen el dinero”, y que “hay involucradas muchas personas desde profesionales de la medicina, funcionarios, etc”.
“La especies exóticas tienen un común denominador, pues se usan para hacer medicinas artesanales que dan una supuesta cura o potencia física”, señala.
BLINDADA POR LEY
El águila harpía está considerada como especie en Peligro de Extinción según el Decreto de Ley del 29 de septiembre de 1966, y la Ley 12 del 29 de enero de 1973.
A su vez, fue adoptado como “Ave Nacional”, según la ley 18 del 10 de abril de 2002, siendo Panamá el único país de América que lo considera como símbolo patrio, según la información oficial.
“Panamá tiene leyes que protegen al águila harpía; está prohibido cazarla, es más incluso la policía puede detener a una persona con una pluma, aunque se la hayan encontrado en el piso”, declara a Efe la coordinadora del Departamento de Educación Ambiental del Summit, Yanis Chen.
La persona, ya sea natural o jurídica, que cometa un delito contra el medio ambiente en Panamá, dependiendo de la falta, puede ser sancionada con hasta 10 años de prisión, según explicó a Efe la Fiscalía de Delitos Ambientales.
Los delitos contra el medio ambiente han aumentado gradualmente en los últimos dos años, pues en 2020 se cometieron 415, en 2021, 469, y, hasta mayo de 2022, 174, según cifras facilitadas a Efe por la Fiscalía.
EFE