Por Jaime Fernández
A lo largo de la historia de la humanidad hemos conducido a la vida a un ritmo acelerado y sin pausas, sin cuidar de nuestro planeta y creando un mundo donde el fracaso es casi imperdonable, donde el éxito se mide en como vives y cuanto es lo que posees. Desde hace algunos meses nos dimos cuenta que estamos en un error y que la realidad no ha pasado factura de una y sin intermediarios. Ante la actual emergencia sanitaria que se vive en el mundo respecto a la pandemia en la que se ha convertido el Covid-19 lo mejor de la humanidad pero también lo peor se ha evidenciado sin filtro alguno día a día. Tal vez algunos somos conscientes de lo que sucede en la actualidad, darnos cuenta que algunos conceptos de progresividad de la vida como la entendíamos hasta hoy carecen de sentido y eso nos obliga a dar un golpe de timón para cambiar el rumbo.
Esta pausa obligada a dejado al descubierto lo equivocados que estamos en cuanto a los conceptos que hemos formado y adoptado sobre las relaciones que creamos y mantenemos en nuestros núcleos familiares y sociales. Nuestra relación con la naturaleza e incluso de las herramientas que desarrollamos para convivir con nosotros mismos, tal vez y sólo tal vez nos dimos cuenta con el paso del tiempo que dejamos de comprendernos a nosotros y a la vida. Está pausa nos debe llevar a una autocrítica obligada que desencadene en una reflexión profunda de nuestra relación con el mundo.
El aislamiento social nos enseñó también que los problemas que se viven en el mundo son también nuestros y a lo cual no debemos mostrarnos ajenos por que sin duda alguna nos afectan.
Esta emergencia desde luego nos ha mostrado actos reprobables de la humanidad y lo incapaces que somos para pensar y reaccionar en colectivo practicando la solidaridad como norma general entre todas y todos. El desconocimiento, la ignorancia y nuestro individualismo a quedado al descubierto a través de los distintos ataques que han sufrido y de los cuales han son víctimas el personal médico de los sistemas de salud el cual trabaja sin descanso y tal vez sin los consumos necesarios poniendo en riesgo su propia vida para salvar la de otros. El oportunismo político y económico están a la orden del día dando muestra de la mezquindad y haciendo parecer que no estamos aprendiendo la lección, las aglomeraciones en eventos públicos, la violación a las normas de la sana distancia y sin duda alguna la narrativa diaria de distintos líderes de opinión incluso del ámbito político que no respetan las indicaciones establecidas por los profesionales de la salud hacen que las personas duden de la veracidad e impacto de esta emergencia sanitaria, lo cual no sólo ha puesto en riesgo a estos grupos sino a todos, con la amenaza latente de que los sistemas de salud se puedan ver rebasados ante la emergencia en los próximos días.
Este suceso atípico que sin duda alguna pasará nos da la oportunidad de darnos cuenta la falta de conocimiento que tenemos sobre nosotros al mismo tiempo que nos obliga a hacernos de las herramientas necesarias para reconstruirnos desde dentro. Está pandemia no sólo nos ha mostrado la incapacidad política, económica y social también nos da cuenta del desconocimiento personal. La ansiedad, la depresión, la falta de sueño, la incertidumbre y el pánico que nos provoca la manera de como nos hemos construido y formado nos acompaña a diario en esta pausa obligatoria.
La vida allá afuera a retomado su curso, la naturaleza se está dando un respiro, la vida animal ha vuelto a los lugares que le han pertenecido desde siempre y de los cuales la ferocidad del ser humano los había desterrado. Pareciera que este alto a nuestra vida cotidiana nos ha demostrado que era verdad lo tantas veces repetido y que hasta hoy no habíamos entendido, que el peor enemigo del hombre es sin dudarlo el mismo.
Sin tregua alguna a la conciencia escucho y leo a diario con atención que ojalá todo pronto regrese a la normalidad. Yo sostengo que después de esta pausa no regresemos a la normalidad y todo cambie para siempre, que este alto a nuestra “ normalidad” nos lleve a repensar la relación con nosotros, con los demás y con el mundo. Que está pausa nos permita relacionarnos de manera distinta en el futuro.
Que los momentos de aislamiento nos permita reestructurarnos y repensarnos desde dentro y hacia con los demás de manera más solidaria, respetando las distintas formas de pensar, de disentir y de organizarnos tanto en lo público como en lo privado.
Que cuando nos volvamos a ver, lo podamos hacer a los ojos reconociéndonos como iguales. Ojalá que en primera línea nada vuelva a la normalidad y todo cambie para siempre.