Por Jesús Zambrano Grijalva
Con esta pregunta cierra la serie televisiva “Chernóbil” sobre la tragedia de la planta nuclear en la Unión Soviética, en abril de 1986, que arrojó miles de muertos y centenares de miles de evacuados de esa región de Ucrania hasta hoy inhabitable por los niveles de radiación.
Aplicada a nuestra realidad esa misma pregunta, amplificada, es absolutamente válida ante las cifras oficiales de contagiados y muertos por el Coronavirus: ¿cuántos son realmente?; ¿cuántos médicos, enfermeras, camilleros y de la amplia gama de trabajadores de la salud, mujeres y hombres, han muerto por Covid-19?; ¿cuántos niños con cáncer, enfermos que requieren hemodiálisis, personas con hipertensión y diabetes, gente que requiere de intervenciones quirúrgicas, entre muchas más, han dejado de atenderse por falta de recursos en clínicas y hospitales del sector público?, y ¿cuántos de ellos han muerto por la debida falta de atención?
Las respuestas presidenciales son cosas vagas, frases engañosas como el “ya aplanamos la curva”, “ya domamos al virus”, “ya llegamos al pico más alto”, “ya vamos saliendo”, “ya se ve la luz al final del túnel”.
O sea, mentiras. Porque la realidad dice otra cosa. Porque no se dice que por una torpeza criminal se decidió no hacer pruebas masivas que permitieran tomar medidas efectivas para evitar la propagación de la enfermedad y no se quiso equipar a todo el personal de salud con lo necesario, debido a que recortaron el presupuesto en el ramo para llevarlo a sus obras faraónicas y programas clientelares. Tampoco se dice que, además de esos recortes, se dejaron de ejercer 6 mil 100 millones de pesos del presupuesto asignado (12% del total), que se mandaron a otro lado, no a donde se debía para salvar vidas.
En medio de esta tragedia sanitaria, centenares de miles de micros, pequeñas y medianas empresas han cerrado y despedido a casi 2 millones de trabajadores, además de que otras 12 millones de personas que laboraban por su propia cuenta han dejado de percibir ingresos desde abril a la fecha. Y mientras la economía pudiese caer hasta 20% en su crecimiento en este 2020, López Obrador dice que el país va bien, que la economía va bien porque, a diferencia de los anteriores gobiernos, ahora dizque se apoya desde abajo a los de abajo y no se salvan empresas. ¡Háganme el “fabrón cavor”! Los nuevos 15 millones de desempleados, desprotegidos y pobres no son “los de abajo”. Ellos no necesitan apoyos ¿acaso porque no están en sus programas clientelares electorales?
¿Cuánto costará esta “nueva desigualdad” en términos sociales? ¿Cuánto en desgarramiento social? ¿Cuánto en incremento de violencia y de índices delictivos? ¿Cuánto en crispación social? ¿Cuánto en la pérdida de capacidades y de formación para la niñez, adolescencia, juventud, profesionistas, científicos y creadores del arte, que no pueden estudiar en las mejores condiciones, unos, o ejercer sus actividades los otros?
Todo por mentir, por ocultar la verdad. Por no decir que la prioridad de AMLO es fortalecer su clientela electoral para ganar a como dé lugar el 2021. Y miente doblemente al desviar la atención de la gente para entretenerla sobre otros temas, sobre Lozoya o lo que sea, montando un circo a falta de pan, ahora incluso lanzándose a descalificar al INE como árbitro electoral.
Regresando a la tragedia nuclear de Chernóbil, AMLO se parece a Anatoli Diátlov, el ingeniero en jefe que dogmáticamente llevó su necedad al extremo, contra toda opinión diferente a la suya de científicos y subalternos, hasta el fatal y horroroso accidente.
El costo de la mentira o, mejor dicho, de las mentiras oficiales sobre lo que está pasando en el país lo sabremos pronto. En realidad ya lo estamos viendo y viviendo en carne propia. Y hay que hacer que quienes lo provocaron lo paguen.
Artículo publicado en El Diario del Yaqui del 19 de agosto de 2020