Se vaticinó que el coronavirus llegaría a México y ya está aquí. Se advirtió que había que prepararnos para hacerle frente a esta emergencia internacional, que abarca varias regiones del mundo, decretada por la Organización Mundial de la Salud, que depende de la ONU. El gobierno de la república encabezado por López Obrador ha afirmado que estamos más que preparados para enfrentar este agresivo virus que ha causado miles de muertos en varios países.
Aunque el gobierno federal envíe mensajes de serenidad a la población, lo cierto es que ya se han desatado compras de pánico de cubrebocas y de geles antibacteriales que han agotado las existencias en farmacias y tiendas de conveniencia, porque la gente desconfía de los discursos gubernamentales y, comprensiblemente, pone por delante de cualquier cosa la protección de su salud y su vida. Además, esto sucede en un contexto en el que el gobierno de la auto llamada “4T” ha debilitado el sistema nacional de salud, le ha reducido drásticamente presupuestos y ha provocado un desabasto de medicamentos, especialmente los requeridos para atender el cáncer, VIH-SIDA, y de los demandantes de hemodiálisis (por padecimientos renales graves), así como del instrumental básico para el trabajo de médicos y enfermeras.
El gobierno de López Obrador dice que eso no es cierto, que las protestas de los padres de niños con cáncer y los enfermos de VIH-SIDA son provocadas por los conservadores, los neoliberales (“sus adversarios”). Y, contrario a la realidad, continúa afirmando que no faltan medicamentos ni insumos de trabajo en las clínicas y hospitales del sector público, y que los reclamos y protestas son porque se están atacando viejas redes de corrupción. Además, en medio de todo esto se despide a una eminencia médica, el director del Instituto Nacional de Neurología, sin juicio previo y sin derecho a la legítima defensa, lo cual ha provocado una protesta de médicos de varias partes del país, que están convocando a un paro nacional para el próximo 10 de marzo.
Apenas hace unos días se revelaba que en un chat de médicos de Especialidades del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS se exponía que ellos por su propia cuenta estaban adquiriendo mascarillas de albañiles y de soldadores previniéndose para atender a posibles pacientes contagiados por el coronavirus, ya que no se les había dotado de lo necesario para esta emergencia y así evitar ser contagiados.
En aras de un supuesto y falso combate a la corrupción y de la aplicación del “principio de austeridad republicana”, se está desmantelando un robusto, aunque no perfecto, sistema de salud con lo cual se juega irresponsablemente con lo más preciado que es la salud y la vida misma. Esto es algo inmoral, contrario a lo que este gobierno prometió hacer en favor de la gente, especialmente de los más necesitados.
El riesgo de que el coronavirus se propague y no estemos suficientemente preparados para enfrentarlo es real. Sin alarmismos, pero es real. Por eso hay que exigirle al gobierno tome medidas presupuestales y de todo tipo urgentes para dotar a clínicas y hospitales públicos de todo lo necesario y escuchar la voz de la comunidad médica del país.
Precisamente por no atender las voces de la gente, de las mujeres que claman justicia y exigen una estrategia gubernamental para prevenir y combatir la violencia contra ellas (por lo cual han convocado para el próximo 9 de marzo al paro nacional de “Un Día sin Mujeres”) y de muchos más por las promesas incumplidas, es que se han suscitado los abucheos y gritos contra AMLO y funcionarios gubernamentales de Morena en Tabasco y otros estados, y son la causa de que la aprobación de su gestión esté yendo aceleradamente en declive, aunque el propio AMLO no quiera reconocerlo y le eche la culpa de su desgaste a “los conservadores corruptos”. Allá él y su sordera y ceguera políticas.
Es una lástima, pero es la realidad. Ojalá y no continuemos en el tobogán del deterioro.