Por Raymundo Moreno Romero
Concluyó uno de los procesos democráticos más intensos y complejos de entre los que tenemos memoria, relevante no solo por el cúmulo de cargos de elección popular que se disputaron, sino por su significado en cuanto a la clase de República que estamos edificando: una con contrapesos y pluralidad, o una donde el poder y los recursos se concentren de forma unipersonal.
El balance arroja, a primera vista, resultados interesantes. El partido/movimiento del presidente habría perdido la mitad de los votos obtenidos en 2018, sin embargo, logra triunfos relevantes en 10 u 11 de las 15 gubernaturas en disputa y, en alianza con el Partido del Trabajo y el impresentable Partido “Verde”, alcanza la mayoría simple en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Por su parte, la Coalición PAN-PRI-PRD se consolidó como la alternativa de oposición al bloque pro 4T y, luego del anuncio que constata que dicha alianza se mantendrá en términos legislativos, se confirma que habría arrebatado la mayoría calificada a Morena y sus partidos satélites en San Lázaro. El PAN-PRD triunfó con Marú Campos en Chihuahua; el PAN en solitario se alzó con la victoria en Querétaro; MC, cuya definición como partido opositor o comparsa del gobierno está por verse, ganó en el influyente estado de Nuevo León, donde de haber ido juntos PAN, PRI y PRD pudieron haber obtenido un desenlace diferente; San Luis Potosí y Michoacán estarían inmersos en batallas en los tribunales con resultados inciertos.
Más allá de las primeras conclusiones, es indispensable señalar una realidad que quienes tuvimos la oportunidad de participar en el proceso pudimos atestiguar: la violencia generalizada marcó la elección. Intimidación, coerción, amenazas, compra de votos, detenciones arbitrarias, golpes e incluso homicidios fueron la regla general en el país y en Zacatecas. El uso indiscriminado de las fuerzas policiacas y de la Guardia Nacional en beneficio de los operadores de la coalición encabezada por Morena, deja un mal sabor de boca y da pie a incontables impugnaciones que al día de hoy siguen manteniendo en suspenso diversos resultados en todo el país. Más aún, esa violencia institucionalizada es un antecedente preocupante de lo que podría darse en la más importante de las decisiones de nuestra generación, la del verano de 2024.
La intromisión del Ejecutivo federal fue otro elemento de desencuentro y polarización. El presidente no sólo ignoró los acuerdos del INE que le instaban a cumplir y hacer cumplir la Constitución, sino que se asumió como un actor del proceso determinado a fortalecer a los suyos y a denostar lo mismo al árbitro electoral, que a la oposición, al empresariado, a las organizaciones de la sociedad civil y hasta a la clase media a quien culpa de su victoria pírrica en lo federal y su derrota en la Ciudad de México.
Entre lo positivo, destaca la histórica inclusión de la paridad en las gubernaturas; Las acciones afirmativas que, aún cuando no podrán considerarse un logro definitivo en tanto no se eleven a rango de Ley, permitieron que personajes con discapacidad, de pueblos originarios o de diversidad sexual participáramos activamente en la elección; y el desempeño valiente y profesional de Instituto Nacional Electoral.
A la postre son muchos los aprendizajes que nos deja este convulso 2021. Prevalece la amenaza de nuevas elecciones de Estado, esas donde la fuerza y el dinero se impongan a la reflexión y las propuestas; El mandato de las y los ciudadanos es claro, queremos un país plural y con contrapesos, no uno donde solo una voz merezca ser escuchada; La paridad y la diversidad llegaron para quedarse, pero es responsabilidad de todas y de todos, en especial de los partidos, el actuar con congruencia y garantizar que tanto las mujeres, como el resto de las poblaciones históricamente vulneradas, tengamos espacios que genuinamente nos permitan acceder a cargos de representación, no candidaturas meramente testimoniales.
Finalmente, es indispensable reflexionar sobre los perfiles que fueron postulados y el comportamiento del voto de no pocos electores. Tuvimos en las boletas individuos sin la mínima experiencia administrativa, improvisados, escandalosos, misóginos, soeces e incluso con vínculos con la delincuencia organizada. El voto de muchas y de muchos sigue siendo consecuencia de dádivas o de superficialidades, tal realidad impide la profesionalización del servicio público y pone en entredicho el futuro, ese futuro democrático, inclusivo y de libertades que debemos comenzar a construir de inmediato. Al tiempo.