Por André Emiliano Cuenca Andrade
Antes de comenzar a profundizar en la formulación del tema en cuestión, es necesario dar un breve contexto histórico sobre esta droga.
La historia del LSD (dietilamida del ácido lisérgico) se remonta al año 1938, cuando el químico suizo Albert Hoffman sintetizó la dietilamida del ácido lisérgico, pero el potencial psicoactivo de la LSD no se hizo manifiesto hasta 1943.
Hoffman ingirió accidentalmente cierta dosis de LSD y fue así como notó los efectos alucinógenos de la sustancia. Con motivo de investigación, Hoffman tomó otra dosis de 250 microgramos, descubriendo así un potente psicoactivo.
De hecho, la sustancia fue comercializada hasta el año 1966, bajo el nombre “Delysid”, hasta que el gobierno e los Estados Unidos de América declaró a la sustancia como carente de interés científico prohibiendo su investigación
Varias investigaciones abrieron paso a lo que ha sido la revolución neurofarmacológica de nuestra era, donde la psiquiatría pasó de ser dominada por el psicoanálisis, a serlo por el gran arsenal de fármacos a disposición de quien los necesite.
El psiquiatra J. Halpern afirma que la investigación con LSD llevó a un mayor conocimiento del neurotransmisor serotonina, ya que ambos comparten una estructura molecular muy similar, abriendo paso a la comprensión de la función de este neurotransmisor en procesos de la depresión y al desarrollo de los modernos fármacos antidepresivos.
El LSD también dio paso a un desarrollo de nuevas formas de psicoterapia. Fueron tres las maneras principales de trabajar con esta sustancia, el modelo psicotomimético, el psicolítico y el psiquedélico.
El modelo psicotomimético
Para sus afines, la experiencia con LSD tenía grandes parecidos con el delirio psicótico de los esquizofrénicos y paranoides, de ahí su denominación (psicotomimético: imitador de una psicosis). Este modelo ofrecía dos vías de investigación. Por un lado los psiquiatras, ingiriendo la subtancia, podían experimentar de manera controlada el mundo delirante de sus pacientes, aumentando su comprensión y su capacidad empática hacia ellos. Por el otro, la administración de la sustancia a sujetos experimentales sanos producía según ellos una “psicosis modelo”
limitada en el tiempo que podía ser estudiada para comprender mejor la enfermedad mental. Este modelo mostró pronto sus limitaciones, ya que hubo evidencias de que los efectos de la sustancia eran diferentes a los padecimientos.
El modelo psicotomimético también produjo resultados interesantes, como los desarrollados por Humphrey Osmond, quien se dedicaba a la investigación del sistema neurotransmisor serotoninérgico y su posible papel en el surgimiento de la esquizofrenia. Osmond consideraba la LSD como una sustancia valiosísima para el estudio de la psicosis. Desde su puesto de director de un centro canadiense para el tratamiento del alcoholismo, ideó un tratamiento experimental consistente en administrar una dosis alta de LSD a sus pacientes, con el objetivo de simular un ataque de delirium tremens. Osmond había notado que después de sufrir un delirium tremens los pacientes tendían a mejorar y a mantenerse abstinentes. Su idea era producir los mismos efectos con la ingestión de LSD. Los resultados fueron paradójicos: por un lado sí que se produjo la esperada reacción de abstinencia y cambio de conducta, un alto porcentaje de pacientes dejó de beber después de pasar por una sesión con LSD. Sin embargo la razón no fue el haber pasado por el infierno característico del delirium tremens, sino haber experimentado en su lugar una comprensión intuitiva de la naturaleza profunda de la realidad a través del contacto directo con la llamada “dimensión espiritual”, una experiencia que hacía que los sujetos de prueba cambiaran la perspectiva con la que veían al mundo, creando en ellos un cambio desde el interior. Consciente del poder terapéutico de estas experiencias, Osmond dejó de lado el modelo psicotomimético y se dedicó a desarrollar el modelo psiquedélico.
El modelo psiquedélico
Ya no se consideraban los efectos de la LSD como comparables a los de un delirio psicótico, sino que se le atribuían la capacidad de conducir a estados modificados de conciencia, estados que llevan consigo profundos cambios terapéuticos en las personas con quienes se experimentaba. Ese modelo ganó en popularidad entre los psiquiatras y psicoterapeutas estadounidenses, y fue empleado con éxito en numerosos casos. Entre estos psiquiatras dos sobresalen por la cantidad y la calidad de su trabajo, el checo Stan Grof y el mexicano Salvador Roquet. Aunque no fueran estadounidenses, ambos trabajaron y tuvieron una gran repercusión en Estados Unidos.
Ya no se consideraban los efectos de la LSD como comparables a los de un delirio psicótico, sino que se le atribuían la capacidad de conducir a estados modificados de conciencia similares a los alcanzados por los místicos de las varias tradiciones espirituales, estados que llevan consigo profundos cambios terapéuticos en los sujetos que los experimentan. De psicotomimética la LSD pasaba a ser misticomimética. Ese modelo ganó en popularidad entre los psiquiatras y psicoterapeutas estadounidenses, y fue empleado con éxito en numerosos casos (1). Entre estos psiquiatras dos sobresalen por la cantidad y la calidad de su trabajo, el checo Stan Grof y el mexicano Salvador Roquet. Aunque no fueran estadounidenses, ambos trabajaron y tuvieron una gran repercusión en Estados Unidos.
El modelo psicolítico
Mientras en Estados Unidos se desarrollaba el modelo psiquedélico, en Europa se creaba el modelo psicolítico. Este modelo no trabajaba con las dosis altas psiquedélicas de LSD (250 –
1500 microgramos.) en pocas sesiones, sino que empleaba dosis más ligeras (75 – 150 microgramos) en un mayor número de sesiones. El objetivo era disolver las barreras que impedían a los pacientes abrirse durante el proceso, permitiendo así el acceso a los recuerdos traumáticos reprimidos, la comprensión de los conflictos internos ignorados, entre otras condiciones en la relación entre terapeuta y paciente. Uno de sus principales creadores fue el psiquiatra alemán Hans Carl Leuner, que desarrolló un modelo basado en el psicoanálisis utilizando los estados de conciencia producidos por dosis leves de LSD, como Grof, al prohibirse el uso clínico de LSD Leuner tuvo que encontrar una manera alternativa de producir modificaciones de conciencia en sus pacientes, en este caso a través de técnicas hipnóticas y visualizaciones. Su terapia denominada Guided Affective Imagery) sigue siendo usada en Alemania hoy dia, y recoge los descubrimientos terapéuticos de Leuner en su trabajo con sustancias visionarias.
Los distintos tipos de terapia con LSD fueron obtuvieron muy buenos resultados en problemas como el alcoholismo, depresión, ansiedad y dolor en enfermos terminales, desarrollo personal y creatividad, misticismo y espiritualidad, reinserción social de delincuentes, tratamiento de neurosis en terapia individual y grupañ, entre otros.
Estamos en una época en la que estamos destruyendo tabúes, debemos dejar de juzgar de manera generalizada a todas las drogas. Algunas tienen efectos benéficos para la salud, como el LSD. Es muy arcaico el hecho de que las drogas sigan siendo estigmatizadas, y me atrevo a decir que la mayor parte de la culpa, se la lleva la desinformación que hay sobre ellas, aunado a los estereotipos que se les atribuyen a las personas que las consumen. Siempre y cuando se sea responsable y no se de pie al abuso, la diversión no tiene porque ser estigmatizada.
André Emiliano Cuenca Andrade, Estudiante de la Honorable Facultad de Derecho de la UNAM, activista social y miembro de Universitarios Demócratas.