Por Jesús Zambrano Grijalva
Presidente Nacional del PRD
En los últimos meses se ha registrado una oleada de violencia contra los jóvenes que ha causado gran indignación a nivel nacional. Sin embargo, López Obrador en lugar de lanzar una condena enérgica y reconocer su fallida estrategia ha optado por justificar las masacres.
El viernes 11 de agosto cinco jóvenes desaparecieron en la ciudad de Lagos de Moreno, Jalisco. A la semana siguiente aparecieron fotos y videos que apuntarían a que fueron víctimas del crimen organizado y de una forma nunca antes vista, pues habrían sido obligados a ejercer violencia entre ellos mismos. Hasta ahora, no han sido encontrados, y los cinco jóvenes amigos siguen en carácter de desaparecidos.
El domingo 24 de septiembre siete jóvenes de entre 14 y 18 años fueron secuestrados por un comando armado en la localidad de Malpaso, municipio de Villanueva, Zacatecas. Tres días después, seis de los siete fueron encontrados sin vida. A pesar de que hubo un sobreviviente, nunca se supo la causa por la que fueron secuestrados y asesinados.
El domingo 3 de diciembre la Guardia Nacional encontró en el interior de un vehículo los cuerpos de cinco jóvenes en un camino de terracería en Celaya, Guanajuato. Al día siguiente, se localizó un sexto cuerpo muy cerca del lugar. Ese mismo día la Universidad Latina de México informó que las seis víctimas asesinadas eran integrantes de su comunidad, todos ellos estudiantes de medicina.
La masacre más reciente ocurrió apenas el domingo pasado: 11 jóvenes fueron asesinados y doce más fueron heridos mientras disfrutaban de una posada en Salvatierra, Guanajuato. Según las primeras versiones, los tripulantes de una camioneta a los que se les había negado el acceso a la fiesta habrían regresado para disparar contra todos los invitados, más de 200 casquillos se contabilizaron en el lugar de los hechos.
Ante estos actos de violencia López Obrador ha optado por lavarse las manos. Específicamente sobre las masacres de Celaya y Salvatierra ha responsabilizado a los gobiernos locales y ha declarado que este tipo de ejecuciones son “actos aislados”. Como si lo que aconteció en Guanajuato fuera de otra índole, diferente a lo que sucedió en Zacatecas y Jalisco; o fuera más grave de lo que pasó recientemente en Texcaltitlán, Estado de México, en donde campesinos hartos de la extorsión se enfrentaron al crimen organizado, dejando un saldo de 14 muertos y 10 desaparecidos; o lo que ha sucedido en Sinaloa, Morelos, Michoacán, Guerrero, Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, etc.
La verdad es que la violencia está fuera de control y recorre el país entero. Tan solo en lo que va de este año la organización Causa en Común ha contabilizado 427 masacres. López Obrador en lugar de resolver el problema como prometió, lo ha empeorado, su ineptitud y sus abrazos al crimen organizado han convertido a su gobierno en el sexenio más violento de nuestra historia con más de 175 mil homicidios dolosos, la proyección de los analistas es que terminará superando los 200 mil.
Además de lavarse las manos culpando a los gobiernos locales de oposición y justificando las masacres como hechos aislados, López Obrador, en una de sus declaraciones más irresponsables y desafortunadas, dijo que los actos de violencia son un “fenómeno” que tiene que ver con “consumo de drogas”.
En lugar de criminalizar a los jóvenes asesinados insinuando que eran unos malandros drogadictos, López Obrador debería condenar enérgicamente las masacres, garantizar la justicia para las víctimas y reconocer su fallida estrategia de “abrazos, no balazos”. Pero no será así, el presidente –que dice ser el más humanista de la historia- ha decidido que la mejor manera de acabar con la violencia es minimizándola, borrándola de un plumazo como lo hizo la semana pasada con su “censo mágico” de desaparecidos, reduciendo las cifras de 110 mil a tan solo 12 mil desapariciones, es decir, desapareciendo de nueva cuenta a cerca de 100 mil desaparecidos, lo cual provocó la indignación de las madres buscadoras de sus familiares.
Es urgente ponerle un alto a este gobierno indolente. No debe permitirse que continúen las masacres, los homicidios, las desapariciones y la criminalización de nuestros jóvenes.