Por: H.P. Bryan Armando
“Para conocer la virtud, primero debemos familiarizarnos con el vicio” (El Marqués de Sade).
Para entender a La Política no se debe entrar en una frívola discusión entre el origen, la etimología o el significado, sin embargo, es (más que) necesario conocer la palabra para emplear el concepto-significante que conlleva.
Puede resultar asincrónico –y, al mismo tiempo anacrónico–, el precepto de política y político. Donde el adjetivo-raíz pólis (politikós) “se refiere a todo lo relativo a la ciudad”, por tanto, un ser político es quien aporta a la polis o vela por su bienestar. No obstante, encontramos a la Política como el arte o ciencia de gobernar (ya sea descriptivo o prescriptivo) sobre los aspectos de la ciudad.
¿Por qué he mencionado que los términos políticos y política son conceptos asincrónicos-anacrónicos? Si nos remontamos al animal político de Aristóteles para argumentar los conceptos de las palabras, el significado antecede al uso y el uso se pierde en el significado, pues la semántica de polis queda muy alejada a lo que hoy llamamos Estado y el precepto de político se invalida ante el comportamiento dentro de la perspectiva sujeto-individuo.
Esta dicotomía que al mismo tiempo se comprende como la otredad entre sujeto-individuo, se da por la industria cultural, la sociedad de la digitalización y el orden de las redes sociales, pues las interacciones entre persona-persona ha cambiado la relación entre sujeto-ciudad al volverse sujetos sujetado e individuos individualizados.
La esencia de La política se ha mantenido, pues si hablamos de política, se aborda indirectamente el tema Estado-Poder y surge lo que Hobbes ha nombrado como Leviatán, pero ¿qué es Leviatán?
Leviatán es ese monstruo que parece no existir, esa criatura que se mimetiza al pasar del tiempo, pareciera ser derrotado en cada espartaquismo social, esa criatura que cambió su piel de serpiente por un traje, aprendió a envenenar utilizando sus palabras (de carácter populista) en lugar de su mordida e impone su poder en donde quiera que se instale, sin importar que el pueblo sea primero.
Esto debido a que posee el monopolio de la violencia legítima, el cual le permite el dominio sobre un determinado territorio -ordenar (mandar) o prohibir-, ya que cada uno de los sujetos dentro de la sociedad, renuncia voluntariamente al derecho de la violencia que los hace iguales en el estado de naturaleza, para ponerlo en una (persona) o un determinado grupo de personas que pueden ejercer dicho poder sobre ellos –aquel o aquellos que controlan a la bestia–, por tanto, al soltar a Leviatán, tiene el poder de legislar con normas válidas erga omnes, además del dominio de la distribución y obtención de los recursos a como mejor le(s) plazca y como lo menciona Maquiavelo “es mejor ser temido a ser amado”.
El poder de la política expresada en Leviatán, puede accionar hacia las actividades de: la conquista; la consecución; la defensa; ampliación; refuerzo; destrucción y derrocamiento del poder estatal.
No obstante, en este primer acercamiento a la política, los padres de Leviatán –que a su vez forma parte de su esencia– es la Política, siendo aquella la que considere la naturaleza (humana), funciones y/o partes de Estado y surgiendo dentro del estudio de la “esfera humana”. Sin embargo, a lo largo de la historia ha adquirido distintos nombres, pues la transformación de la palabra va desde: Ciencias del Estado, Doctrina del Estado, Ciencia Política, Filosofía Política, etc.
En este punto, está la clásica definición de Weber “por Estado debe entenderse un instituto político de actividad continuada, cuando y en la media que su cuadro administrativo mantenga con éxito la pretensión el monopolio legítimo de coacción física, para el mantenimiento del orden vigente”.
Por ello, el uso de la violencia legítima solo la puede poseer quien sea dueño de Leviatán, ya que la criminalidad y la penalización serán ejercidas a quien ejerzan el uso de la violencia a los sujetos que no estén autorizados a realizarlo, demostrando así el Poder de la bestia.
Pero ¿Cómo describiríamos al poder? En Hobbes lo encontramos como el medio de obtener una determinada ventaja (recordando que el humano es egoísta por naturaleza), además del medio que permite los efectos deseados, como lo ha dicho Russell, esto se expresa en el dominio sobre otros seres humanos – excluyendo, a su vez, la expresión primus inter pare– abriendo paso a la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo o, en otras palabras, los gobernantes y gobernados.
Ahora bien, Leviatán no solo tiene una forma (pero si un objetivo), ya que lo podemos visualizar en los regímenes de Estados Paternalistas y Estados Despóticos. Por un lado, el Estado Paternalista es el que vela por tu “seguridad”, ya que se tiene esta relación padre e hijo, donde el gobernado espera con las manos extendidas un poco de “amor” del padre ausente, donde dicho padre endulza sus acciones a través de discursos populistas. Mientras que en el Estado Despótico no da cabida a la cognoscencia entre gobernantes y gobernados, pues se es representado como un régimen tiránico, que obedece a la representación amo y esclavo.
Dicha división que sobrepone los unos de los otros, se da por el poder que posea cada uno de ellos, el poder lo vemos representado de tres distintas formas: el económico, ideológico y político.
En el económico, la abundancia controla la escasez, tal como los medios de producción se quedan con la plusvalía del trabajador; el ideológico influye la autoridad sobre las ideas de determinadas personas, excusándose en el terreno de la meritocracia y el chovinismo; y, finalmente, el político, donde está ubicada el uso indistinto de la fuerza física, donde sus elementos son la coerción y coacción. En las tres formas existe una sociedad dividida, pero con excepción de la última que se manifestará mayor o menor cantidad, dependiendo si es un Estado débil y fragmentado o no.
Mientras que, ha habido sociedades que permitieron la desmonopilitizacion del poder económico e ideológico, hasta ahora no existe ningún grupo social que logre desmonopolitizar el poder de coacción, ya que esto supondría el fin del Estado.
El poder político tiene como característica la exclusividad, la universalidad y la inclusividad:
La exclusividad permite que no haya esta lucha por el poder – como en un sistema caudillistas –; la universalidad, es la validación del poder hacia todo el territorio dominado; finalmente, la inclusividad, es lo que les permite intervenir imperativamente en toda la esfera de actividad en los miembros del grupo, para dirigirlo hacia un fin deseado.
Así es la forma del Leviatán, así es como se compone, así es como se desenvuelve. Por un lado, nacemos con el deseo incontenible del egoísmo, de querer poseer lo más que podamos y requerir al estado de naturaleza –nuestro ello freudiano–, mientras que Leviatán nos impone –a través de sus reglas– el superyó, ya que, como seres sociales y egoístas, sin un poder que nos frene, nos volveríamos el Lobo hobbsiano “homo homini lupus”.
Ig: @h.p.armando
Bibliografía
Bobbio, Norberto. “Política y Moral” y “Política y derecho” en Teoría General de la política. Editorial Trotta, España, 2003. Págs. 175-289.
Hobbes, Thomas. Leviatán. O la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil. Fondo de cultura económica, México. Quinta reimpresión (FCE, Argentina), 2005.
Maquiavelo, Nicolás. El príncipe. Editorial Gredos, S.A., 2011. Madrid. Traducción y notas de Antonio Hermosa Andújar.
Weber, Max. El Político y el Científico. Alianza Editorial, Madrid, 1979. (Texto Completo)