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jueves, octubre 31, 2024

La nueva masculinidad

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Por H.P. Bryan Armando

Gracias a la lucha constante del PRD en defensa de los derechos de la igualdad de género y el feminismo, el apoyo y protección a la diversidad sexual e identidad de género, es que podemos plantearnos lo siguiente ¿Qué significa ser hombre? Esa es la pregunta que todos nos debemos hacer en algún momento, ya que la imagen que denotaba se ha transfigurado a partir de las últimas décadas, pues el papel de macho ha quedado dentro de la ficción y la nueva masculinidad es el rol que se debe adoptar. 

Esta masculinización se reconfigura internamente al ser cuestionada por movimientos sociales que señalan el camino que la sociedad está tomando para lograr problematizar la función del saber de una sociedad hegemónica (casi desconocida) y las formas impuestas de una cultura dominante representada por los roles de género. 

La necesidad generacional de ir en contra de lo prestablecido es lo que posibilita el carácter revolucionario, esa esencia espartaquista que Rosa Luxemburgo representó en su célebre frase “quien no se mueve, no siente las cadenas” y da cabida para la formación de una contracultura que pretende la liberación del ejercicio de las coerciones. 

Por tanto, la naturaleza de lo Queer puede ser explicada desde el materialismo hegeliano, ya que pasó de ser utilizada de forma peyorativa para referirse a los homosexuales a volverse un movimiento social e ideológico que buscaba visibilizar la crisis del sistema e intentar nuevas formas organizacionales que cuestionaran lo que significa el ser hombre y mujer, a un estilo de vida que replanteó la masculinidad y se apartó del simbolismo de lo macho. 

Desde la absorción de lo Queer por la industria cultural (y la mass media), a través de la sociedad de la información representada por las redes sociales, surge la transformación en los ámbitos cotidianos que se convierten en los espacios de enfrentamientos que abandona la idea cerrada de lo Queer que se representaba a partir de connotación vulgar y mezquina, a ser comprendida como el ente que modificó el orden de la cosas hacia un entramado que imbrica las relaciones sociales en su conjunto, obedeciendo una lógica sometida a una racionalidad.

La fluidez en la que se estructuró este movimiento hizo que se convirtiera en un modelo aceptable para casi toda la sociedad al no ser limitada a una identidad, sino un estilo y expresión, siendo replicada por los artistas del momento de género urbano, para reflejar el rol de la mujer fuera de la cosificación, constituyendo el eje de la crítica social a través de la mass media (medios de comunicación).

Así como lo fue en su momento en Francia la corriente del rococó, que se alejaba del barroco por medio de la recontextualización artística, arquitectónica y musical, para deslindarse de la monarquía absolutista de Luis XV, abriendo paso para una mayor participación de la mujer en la sociedad. 

Asimismo, los roles de género quedan apartados, como si de anacronismos se tratara, el rechazo que se justificaba que la cocina le pertenecía a la mujer (madre) como generadora de alimento o el comedor al hombre (padre) como proveedor de alimentos, son ideas que ya no entran en esta sociedad ni son aceptables para estas generaciones. La transformación de la familia tradicional queda en el abandono, así como el pensamiento de encasillamiento de solo hombre o mujer. 

La “nueva” mirada de la sociedad hacia la aceptación de la feminización del hombre, cuestiona no solo (como ya se mencionó) su masculinidad, sino también la misoginia y para realizar los cuestionamientos que antes se ignoraban, expresando que únicamente por medio de las contradicciones se logra el progreso. 

Ig: @h.p.armando

Tw: @H.P.BryanArmando

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