Por Ixchel Joselyn Hernández Palma
¿Hasta qué punto, el idealismo se vuelve un medio de manipulación? Bien lo decía Francis Bacon “la verdad es hija del tiempo” y solo con el tiempo quedó demostrado que la 4T simplemente fue un engaño más para que cierto “personaje” ocupara el puesto de presidente de la república.
Con ese mismo discurso, quieren seguir engañando al pueblo mexicano, argumentado que su protegida, continuará con los pasos del “defensor del pueblo”. Es interesante ver como nos tratan de conformistas, pensando que agradeceremos y nos quedaremos con los brazos cruzados, aceptando ciegamente las “palabras dulces”, como si de infantes se tratara.
John Stuart Mill abordaba el tema de la dictadura de la opinión, ya que se vuelve el arma perfecta para ser utilizados en gobiernos fascistas que se esconden bajo el populismo y el clientelismo, expresando que, en dichos gobiernos, se vuelve nocivo cuando se ejerce acorde con la opinión pública que cuando lo es en oposición a ella.
A qué se refiere Mill con ésto, que el poder que es otorgado por el pueblo, no será el mismo que sea ejercido por él, pues la imagen del pueblo son los sujetos que pertenecen a la sociedad, que se atiende a lo preestablecido dentro de los constructos institucionales de identidad y no es los que conforma cada individuo, ya que “no es una por cada uno, sino es uno en sí mismo”.
Por ello, si se continúa con el engaño de la 4T y ese mismo engaño lo aceptamos ¿Qué mensaje se les dará a las próximas generaciones? Que como pueblo seremos arrastrados como borregos al matadero, por consumir un programa televisivo (la mañanera), que se basa en el odio y el desprecio –hacia los llamados “fifís” y todos los que no estén a favor de su gobierno–; la propaganda política hacia su partido; las burlas por las desgracias ocurridas en suelo mexicano –como lo fue con los muertos en la pandemia por COVID-19 y los 40 migrantes calcinados, por mencionar algunos–; un escaso pensamiento crítico por tener “otros datos”; la propagación del miedo, a través de la amenaza de quitarte ese “dinerito” que recibes del gobierno, que son expresados como apoyos económicos a los adultos mayores…
No obstante, también se debe de reconocer su buen trabajo en la presidencia, pues hay que señalar que ha acabado de raíz con la corrupción de ciertas instituciones públicas ¿Cómo lo logró? Las desapareció, como si de un gran “acto” se tratara, con de aterrizar y conservar su poder. Por tanto, aquí el verdadero cuestionamiento ¿Seremos tan egoístas para quitarles el derecho a una buena educación o el derecho de la atención médica a las siguientes generaciones?
Esto solo expresa una cosa, si se bajan los estándares, si nos volvemos el pueblo conformista que ellos tanto desean, podrán cumplir todas sus promesas de gobierno y autoproclamarse –nuevamente– como los salvadores de la patria y vanagloriarse del crecimiento del país.
Pero ¿A qué crecimiento se estará refiriendo? Pues la inversión está paralizada, la recaudación está destruida, la imagen de México esta lastimada, no hay crecimiento económico, no hay medicamentos, O ¿Estarán hablando del crecimiento de los feminicidios, las desapariciones o el narcotráfico? y estemos entendiendo mal.
El papel de un presidente debe ser el de un individuo conciliador, no un creador de inestabilidad política, que busca a toda costa un segundo Maximato –a través de sus corcholatas–, lanzando convocatorias a la ciudadanía para bloquear la Suprema Corte y no pueda deliberar por el simple hecho de estar haciendo su trabajo.
No debe ser ese agente que divida al país, no debe ser el baluarte de las instituciones mexicanas, no debe ser ese niño caprichoso que únicamente envenena al país con sus discursos de odio (el Plan C), con los supuestos atentados a la derechización en contra de la República.
¿Qué esperanza se tiene cuando el presidente de una nación desaparece y descalifica a las instituciones que le dan garantía a la gente? ¿A qué está jugando el presidente? Por eso la ciudadanía debe de reflexionar su voto, pues no por migajas que les dan decidan sobrevivir en lugar de vivir.
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