Por Saúl Loera
Durante el segundo debate presidencial de 2018, Ricardo Anaya le dijo a Andrés Manuel que su problema no era que fuera viejo o que no entendiera el inglés, su problema era que no entendía al mundo. A pesar de que Anaya perdió en las urnas, esa idea prevaleció en gran parte de los ciudadanos que no votaron por el actual presidente. Eso, aunado a su nula experiencia en asuntos internacionales, así como su negativa a tratar esos temas, limitándose a repetir que “la mejor política exterior, es la política interior”, convenció a muchos de su provincianismo.
No obstante, ya en la presidencia de la república, su activismo internacional cada vez ha sido mayor y a pesar de dar muestras de sí entender el mundo, sus opositores se empeñan en afirmar que su diplomacia es una vergüenza nacional y que ha llevado nuestras relaciones con el mundo, hasta una ridícula “diplomacia Chico che”.
Convencidos de que nuestro presidente solo actúa por ocurrencias, condenan se invite a festejos patrios a personajes como Miguel Díaz Canel, presidente de Cuba o al ex presidente de Bolivia, Evo Morales, a quien rescató en 2019 del golpe de estado en su país, enviando por él un avión de la fuerza aérea mexicana, lo que confirma, según esa narrativa, no una clara línea de política exterior, sino solo su deseo de ser uno más de esos “dictadores”. Olvidando que, como se ha visto en los sucesos posteriores, la relación con el gobierno boliviano, incluye su asesoría en materia de explotación en el “oro blanco” del siglo XXI, el Litio, y la cooperación para construir un modelo de auto eléctrico.
Esa narrativa de sus opositores, confunde su propio desacuerdo con la línea política de la actual diplomacia mexicana, con la ausencia de ella. Es verdad que durante este gobierno el trato hacia algunos países ha sido muy poco diplomático, como la carta enviada al Parlamento Europeo en respuesta por su opinión acerca del riesgo que viven los periodistas en México, a quienes llamó “borregos” por sumarse “a la campaña contra la 4T”, o más recientemente, cuando en una mañanera hizo sonar la canción “Uy que miedo”, del fenecido cantante Chico che, en respuesta a sus críticos quiénes lo demonizaban por subestimar el riesgo de las represalias que impondría el gobierno estadounidense al interior del T-MEC, por su política energética.
Similar a cuando el titular del ejecutivo se negó a reconocer el triunfo del presidente electo Joe Biden, hasta que los resultados fueran oficiales, sus opositores se han empeñado, una y otra vez, en pronosticar una catástrofe en nuestra relación con el vecino del norte, con la Unión Europea o con España, cuando Andrés Manuel pidió formalmente al Rey Felipe VI, nos pidiera perdón por los crímenes de la conquista, o más aún, cuando anunció una pausa en la relación con el gobierno español, “porque sí queremos tener buenas relaciones, pero no queremos que nos roben”.
Nuestro presidente, como cualquier otro en el mundo, utiliza la política exterior con la intención de mostrarse como un líder que defiende con valentía a su pueblo y, desde luego, lo hace en un lenguaje que entiendan sus seguidores, a ello responden muchas de las formas que el presidente utiliza, como el caso de la canción del famoso Chico che, aunque por supuesto, para algún opositor que ya de por sí repudia ese tipo de música y espera que el titular del Estado mexicano, se conduzca conforme la vieja política acartonada, el ver ese tipo de desplantes, ha de ser un verdadero suplicio.
Ignoran que el presidente Andrés Manuel, justo por conocer el momento político del mundo, sabe que ni Europa, ni Estados Unidos, están en condiciones de romper relaciones con nuestro país, pues el conflicto en Ucrania les ha metido en serias dificultades. Él sabe, con ese buen olfato político que lo caracteriza, cuándo y hasta dónde apretar y cuando soltar, tampoco es un suicida. Y así ha sido, pues ni Biden se ha peleado con él, ni la Unión Europea tomó represalias de consideración.
Más aún, después de semanas de advertirnos la terrible catástrofe económica que se avecinaba con los EU por el tema energético, opositores, analistas y comentócratas, se quedaron con ganas del castigo a nuestro presidente, pues Antony Blinken, el segundo de la Casa Blanca, lo visitó en Palacio Nacional el 12 de septiembre para, en una reunión muy amena, invitarlo a participar en un paquete de inversión, igual que el presidente de Alemania, quien también está de visita en nuestro país con una fuerte delegación de empresarios.
Así, el presidente López Obrador también le ha “atinado” a proteger el petróleo y la electricidad que, dado el conflicto armado en Europa, han vuelto a ser relevantes para todos los gobiernos del mundo, al igual que “le atinó”, al proteger y buscar explotar el Litio, que en los últimos meses ha visto subir su precio 500 %. Nada mal para un aldeano que desconoce el mundo.