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sábado, noviembre 23, 2024

Hablemos de las Pluris

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Por Raymundo Moreno Romero

No es la primera vez que una fuerza política, en la plenitud del poder, pretende desaparecer los espacios de representación proporcional, mejor conocidos como plurinominales. En 2014 el PRI de Enrique Peña Nieto deslizó la misma ocurrencia, misma que no prosperó. Hoy, desde Palacio Nacional, el presidente del poder absoluto plantea nuevamente esa posibilidad, lo hace con un pretexto, el de siempre, su desgastado discurso de austeridad republicana, y con un objeto de fondo, la aniquilación de las voces opositoras o disidentes al interior de los Poderes Legislativos federal y estatales.

La reforma electoral de 1979, en un México que exigía cambios democratizadores previo a las crisis económicas y políticas de los años 80, permitió que personajes provenientes de expresiones ideológicas y sectores sociales minoritarios o relegados del poder público, tuvieran acceso al debate legislativo y ampliaran muy positivamente el espectro político, sentando las bases para las modificaciones legislativas de los años 90 y las alternancias democráticas del 2000, 2012 y 2018. Eventualmente, la participación política de legisladores y legisladoras tanto de derecha, como de izquierda, fueron minando la preeminencia del partido de Estado y cambiando la realidad nacional.

El éxito de la inclusión de las candidaturas plurinominales se centró en la posibilidad de que perfiles con experiencia y talento, pero quizá con un limitado arrastre electoral, pudieran llegar a los Congresos, presentar iniciativas y alzar la voz en las máximas tribunas de la nación y las entidades federativas. Tal espíritu se fue desvirtuando al grado de convertirlas, en no pocas ocasiones, en botines familiares y pagos de favores de cualquier índole, incluso de carácter económico. Candidatos sin mayor mérito que el ser parejas de, primos de, hermanas o hermanos de, o socios de negocios de quienes reparten los espacios, comenzaron a colarse en los Ayuntamientos y las Legislaturas, generalmente con mucha más pena que gloria. 

Las curules y regidurías de representación proporcional siguen siendo fundamentales para garantizar una genuina integración de los órganos del Estado Mexicano de forma plural e incluyente, sin embargo, es responsabilidad de los partidos el recuperar su esencia anteponiendo los perfiles a las filias o fobias personales o de grupo. El debate iniciado por el presidente debe servir para reflexionar sobre el sentido de esta figura legal, no para desaparecerla, sino para fortalecerla. Para decirlo sin ambigüedad, las pluris deben ser para ciudadanas y ciudadanos con trayectoria, capacidad probada, expertis y especialización en los diferentes temas, y con la representatividad de aquellas poblaciones y grupos sociales históricamente vulneradosSi los institutos políticos siguen postulando a individuos impresentables, escandalosos o carentes del más mínimo talento argumentativo, estarán obsequiándole el pretexto perfecto a quien busca que una sola forma de pensar, la suya, predomine. En un momento donde el sistema de partidos está en entredicho y nuestra incipiente democracia se percibe amenazada, no es un asunto menor.

Colofón: el Senado tiene un objetivo constitucional distinto al de la Cámara de las y los Diputados, tiene como encomienda la representación equitativa de los Estados que integran la Federación. En ese caso, desde mi muy particular óptica, la existencia de curules de primera minoría es indispensable, en tanto que las de representación proporcional merecen otra clase de tratamiento. 

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