Por Luis Clemente Luna Lomelí
En nuestro país la reelección parlamentaria tiene historia, y claro que es un fenómeno que se puede analizar desde una perspectiva social, política, jurídica e incluso económica, pero sin duda alguna también desde lo que ahora se conoce como cultura política. La reelección llega en 1933 en un contexto sociopolítico muy diferente al que hoy tenemos, en donde no se contaba con un sistema democrático, sino más bien era un sistema centralista y autoritario, en donde hablar de pluralismo político ni siquiera era posible, contando con un sistema de partidos de partido único o partido dominante como bien señala Jesús Tovar (2010) en su artículo “Condicionantes políticos que impiden la relección de legisladores en México.” Es innegable que hoy se cuenta con un sistema de gobierno democrático, en donde también se tiene un sistema de partidos multipartidista, asimismo se cuentan con reglas electorales claras y con un sistema electoral en donde existe una combinación entre el principio de mayoría relativa y el principio de representación proporcional para la elección del parlamento. Desde que se materializa la transición democrática en nuestro país, con la llegada del presidente Vicente Fox con un partido diferente al partido que siempre había mantenido el poder, el tema de la relección siempre había estado en la agenda política del parlamento, sin embargo, fue hasta 2014 cuando se aprueba la relección para cuatro periodos consecutivos en el caso de los diputados, lo que equivale a doce años, mientras que para el senado hasta por dos periodos consecutivos.
Ahora bien, una vez aprobada dicha reforma, y que en las elecciones del presente año se podrá hacer valer en donde de un total de quinientos diputados cuatrocientos cuarenta y nueve van en busca de la relección. Dicho fenómeno ha sido muy debatible en los últimos años y se ha afirmado que es un mecanismo de rendición de cuentas, para ello primero que nada se debe entender a la rendición de cuentas como una relación entre representante y representados, en donde el representante está facultado a informar y dar a conocer su labor y acción legislativa, partiendo de la premisa que siempre debe ser la rendición de cuentas transparente y se debe guiar su acción legislativa a favor de la sociedad.
Si se analiza a la reelección desde esta arista se queda corta, si bien es cierto a través de la reelección se le da el control de decisión y de elección a la ciudadanía y a la vez el de premiar o castigar mediante el voto, pero eso no es suficiente y no es suficiente porque como lo afirma Rodrigo Galán (2020) la reforma constitucional del 2014 construyó los incentivos para que la que la reelección sea como un mecanismo de rendición de cuentas, pero no para los ciudadanos, sino para los partidos que postularon a dichos legisladores por vez primera. La rendición de cuentas se debe de dar en un contexto en donde exista la mayor transparencia posible, en donde el ciudadano sea quien tenga el verdadero control sobre su representante y no los partidos políticos.
La reelección como mecanismo de rendición de cuentas se queda corto también porque, en muchos casos dependerá de la relación que tenga el legislador con su partido y que tanto se alinea a lo que el partido pide, como es el caso de las actuales diputadas Laura Rojas y Martha Tagle. Por otro lado, para que la reelección sea un mecanismo de rendición de cuentas viable, todos los diputados que busquen mantenerse en la cámara baja, es importante que tengan la certeza de que decisiones cupulares o jerárquicas de parte de los partidos no corten sus aspiraciones políticas. Una posible respuesta a lo dicho anteriormente, puede ser cámbiate de partido, en la reforma constitucional se establece que lo anterior solo es posible sí se realiza a la mitad de su trilenio, recordando que la reforma imposibilita la reelección mediante la vía independiente si los legisladores fueron elegidos a través de un organismo político.
Sí la decisión de que legisladores serán quienes puedan contender por la reelección y quienes no lo puedan hacer queda en los partidos políticos, entonces es imposible que la reelección se convierta en un mecanismo real de rendición de cuentas, pues la rendición de cuentas, solo es posible sí las decisiones políticas y por ende de gobierno (incluyendo también las decisiones que se toman al interior del parlamento) son transparentes y sobre todo si son decisiones que se institucionalicen, de no ser así y que solo los partidos políticos tengan la última decisión o la última palabra al respecto, entonces se estaría hablando de un control político partidista y no de un verdadero control político ciudadano.
Lo anterior se podrá ver reflejado en las elecciones de este año, en donde se podrán dar casos de legisladores que no cuenten con una buena relación con su partido y ese sea el principal motivo por el cual no pueda buscar reelegirse, de ser así entonces se estará hablando de una partidocracia al interior del parlamento, en especial de la cámara de diputados, recordando que en lo que tiene que ver con la cámara de senadores se renovará hasta el año 2024. Con todo lo anterior, no se niega que la reelección sea un mecanismo de rendición de cuentas, mediante el control ciudadano que dicho control se materializará a través la votación, sin embargo, es evidente que la reelección tiende a convertirse en un fenómeno de control político por parte de los partidos políticos y de ser así entonces se caería en la perdida de la esencia de la reelección parlamentaria.
Ahora bien, quizá el reto futuro en ese tema, será buscar mecanismos mediante la vía constitucional para que la reelección pueda ser el mecanismo de rendición de cuentas que tenga la sociedad y que sobre todo ejerza de manera activa y responsable y no un mecanismo en donde la rendición de cuentas este dirigida a los partidos y así dichos organismos políticos no sean quienes premien y castiguen a los legisladores a través de otorgarles una candidatura o no.
Es innegable que en toda decisión partidista siempre estará presente el factor político, sin embargo, no se debe permitir que dicho factor tenga más poder y más control, que el factor ciudadano recordando siempre que los legisladores llegaron al parlamento gracias a la confianza ciudadana emitida mediante el voto.