Por Benjamín Muñiz
Existe la creencia popular que el 13 de abril de 1655 ante el Parlamento de Paris, el rey Luis XIV, que por entonces tenía 16 años, pronunció la frase “L’Etat, c’est moi” (el Estado soy yo), haciendo referencia al poder absoluto del que gozaba el monarca. Si bien es cierto no existe una prueba absoluta de que esta frase haya sido pronunciada por el joven rey, si lo es que ésta ha adquirido gran notoriedad, incluso en nuestra época, más de 300 años después. En estas fechas, desgraciadamente, han tomado una inusitada en México.
El pasado 9 de marzo, se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Decreto por el que se reforman y adicionan diversas disposiciones de la Ley de la Industria Eléctrica, por medio de la cual se establece que las plantas de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tendrán la prioridad en la generación de energía.
De esta manera, las plantas de CFE iniciarán el proceso de generación eléctrica y, posteriormente, estarán las compañías de tecnología limpia. Esta reforma genera una contravención al paradigma mundial actualmente vigente en la generación de energía ya que, mientras el resto del mundo se encuentra transitando hacia energías limpias, en México se ha generado un retroceso importante, al grado que los expertos en materia medioambiental han denominado esta reforma como la “Ley combustóleo”.
Al día de hoy se han presentado, cuando menos, 30 amparos en contra de la Reforma referida, obteniéndose el otorgamiento de por lo menos 27 suspensiones. Por supuesto, esto ha generado una molestia importante al titular del Ejecutivo Federal. Y la molestia puede no terminar ahí. Si se presentan Acciones de Inconstitucionalidad, estás tendrán que ser resueltas por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En su conferencia matutina del 17 de marzo, el presidente expresó un amago que resulta verdaderamente preocupante para el Estado de Derecho.
“Yo estoy seguro que no es inconstitucional la reforma, pero si así lo determinan los jueces, magistrados ministros, enviaría una iniciativa de reforma a la Constitución, porque no puedo ser cómplice del robo, del atraco, no puedo aceptar que particulares dañen la Hacienda Pública”.
Así las cosas, en medio de su berrinche palaciego, el mandatario que se quiere convertir en monarca, lanzó su amenaza: o se alinean o modifica la constitución. No solo eso, en una carta dirigida al Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal, AMLO le solicitó que el Consejo “lleve a cabo una investigación para esclarecer la actuación del juez Gómez Fierro en este episodio. No omito manifestarle que alrededor de este asunto actúan personas, organizaciones y empresas afines al antiguo régimen que, en función de sus conocidos intereses económicos y políticos, tenían como modus operandi la corrupción y el influyentismo, con lo que han afectado gravemente la hacienda pública y la economía de la mayoría de los mexicanos, en especial, de los más pobres”.
Como se puede apreciar en el texto transcrito, AMLO nuevamente hace uso del su principal discurso: la corrupción, pero, como ha sido a lo largo de esta primera mitad de su mandato, no es capaz de presentar una sola prueba que acredite la existencia de la corrupción, pero no solo esto, sino que demuestra, una vez más, el intento de intervenir, de manera inconstitucional, en otros poderes. El ministro Zaldívar quien, dicho sea de paso, ha apoyado a AMLO en otras ocasiones, tuvo que levantar la voz y contestar la misiva:
“Como usted sabe, es presupuesto de la democracia y del Estado de Derecho que juezas y jueces puedan actuar en un marco de autonomía e independencia. Corresponde al Consejo de la Judicatura Federal velar porque puedan hacerlo con libertad y del mismo modo, es facultad de dicho órgano vigilar que las personas juzgadoras se conduzcan con apego a la ley, con honestidad y total impacialidad. Seguiremos cumpliendo con esta encomienda”.
Intervención en el Poder Legislativo, intromisión en el Poder Judicial, amenazas de reformas constitucionales a modo. Definitivamente Andrés Manuel deja en claro una cosa: en su imaginación, el estado es él y todo aquel que no opine como él, es traidor a la patria. Los absolutos, o estás conmigo, o estás en mi contra. Olvida que preside una nación, que no tiene enemigos, que no tiene adversarios, que debe gobernar para todos.
El 6 de junio se renovará la Cámara de Diputados y diversos Congresos Locales. Lo que está en juego no es solamente esa renovación, es el equilibrio del Estado de Derecho. Si se le da, de nueva cuenta, mayoría en la Cámara y en los Congresos Locales, atendiendo a las actitudes tiránicas que ha demostrado, podríamos estar ante la presencia de la caída del régimen democrático. No olvidemos aquella frase: “El poder absoluto corrompe absolutamente”. Requerimos pesos y contrapesos, requerimos que existan Poderes autónomos e independientes que hagan frente a las intenciones de AMLO.
A lo largo de la pasada campaña presidencial sostuve, en reiteradas ocasiones, que creía que era falso el hecho que AMLO fuera un peligro para México y que nunca llegaríamos a ser Venezuela. Hoy, viendo como se han dado las cosas, debo reconocer que creo que ese temor no es del todo infundado. Está en nuestras manos si entregamos el país a un solo hombre o si reforzamos nuestras instituciones democráticas.