Por Antonio Medina Trejo
El gobierno de México es altamente inepto y su presidente un mitómano patológico que se cree sus propias mentiras y obliga a sus subordinados, es decir, a todo el gobierno federal y a su partido, a aceptar las falsedades que dice a diario frente a los medios de comunicación; para ello usa la intimidación hacia los suyos, mientras que hacia fuera recurre a la estrategia goebbeliano de repetir una y mil veces sus mentiras para que los medios de comunicación y líderes de opinión orgánicos refuercen sus falacias con un eco fuerte en las redes sociales.
En estos dos años ha quedado claro que la fanfarronería del presidente por más de tres lustros de campaña, han sido suficientes para demostrar que su gobierno es igual o más corrupto que los anteriores, menos transparente y que en muchos casos, supera el conservadurismo y el odiado neoliberalismo que todos los días usa para criticar a sus antecesores.
Luego de estar fuera de la pantalla mediática por haber contraído Covid, López Obrador regresó con una estrategia radicalizada al continuar su política a través del descrédito de quienes critican sus decisiones, las cuales son impulsadas por el odio, rencores y complejos personales; no por la inteligencia política, ni la visión de Estado. En su radar sólo está lo que él cree y todas las demás opiniones no importan, menos si vienen de la oposición política.
Ejemplos sobran en muchos temas de importancia nacional. Uno de ellos es la Ley de la Industria Eléctrica que fue una iniciativa preferente que votó su partido y aliados a favor, sin permitir sugerencias inteligentes provenientes de diversos grupos sociales y de partidos de oposición. Dicha propuesta, de acuerdo a las criticas de expertos, generará un aumento en las tarifas que acelerará la crisis actual, además del nulo compromiso del Estado mexicano para impulsar las energías limpias y los acuerdos internacionales para mitigar el impacto de la devastadora contaminación del planeta.
Un tema que afecta a más del 50 por ciento de la población es machismo y misoginia del presidente al apoyar incondicional al candidato de su partido al gobierno de Guerrero, Felix Salgado Macedonio, que ha sido acusado de violencia sexual contra cinco mujeres. De acuerdo a feministas no orgánicas, es una decisión machista que perpetua un pacto entre hombres y privilegia ganar un espacio de poder político, antes que defender a las víctimas de la violencia sexual.
En esa línea de temas, López Obrador ha decidido apoyar con diputaciones federales a grupos conservadores de las iglesias evangélicas y cristianas con el propósito de ganar votos de fe, con ello, reafirma el pacto machista con los ministros religiosos que han tenido una postura antiderechos de las mujeres y la diversidad sexual, bloqueando avances en temas de derechos sexuales y reproductivos, la interrupción legal de embarazo, la ley de matrimonio civil igualitario, el reconocimiento de las identidades de género, el uso lúdico de las drogas blandas, o la eutanasia; además de defender el Pin Parental, que intenta incidir con preceptos conservadores en la educación pública.
El presidente de México, ante la alud de críticas en los medios, tanto nacionales como internacionales, además de las redes sociales, ha decidido limitar la libertad de expresión con diversas estrategias. La primera es con los empresarios de la Radio y la Televisión al regalarles tiempos fiscales por el uso del espectro radioeléctrico, que al tener dicho beneficio, han limitado la crítica y le han dado espacio en sus medios a los propagandistas del presidente.
Por otro lado están los medios públicos que tienen a la cabeza a Jenaro Villamil, quien como director de orquesta, todos los días y a todas horas impulsa la propaganda gubernamental. Un uso indebido de los medios públicos que en otros tiempos Villamil criticó, pero que hoy, como buen subordinado, obediente y sumiso, ejecuta de forma exacerbada el culto a la personalidad del presidente con cargo al erario público.
Y un tema en el que de plano se está volando la barda López Obrador para controlar a las masas y posicionarse él y su partido en estas elecciones intermedias, es el control de las redes sociales, que según ha dicho, sólo busca garantizar la libertad de expresión, aunque la realidad quiere que a través de esos espacios de libre expresión se limite la crítica y se privilegie a las hordas de fanáticos propagandistas, que como gremlims, atacan y violentan a quien ose contradecir o cuestionar las decisiones del presidente.
Ante el inminente declive de la popularidad del presidente por sus malas decisiones, que están afectando a grandes grupos poblacionales, el jefe del Ejecutivo Federal hoy gobierna un país sumido en la violencia criminal que él ha permitido que crezca, con una salud pública desbordada, además de tener quebrado económicamente al país con gastos multimillonarios en programas sociales clientelares y obras públicas que sólo ensanchan el ego y capricho del mandatario, sin que signifiquen un beneficio directo a corto, mediano o largo plazo para el país.
Ente la debacle de México, la ceguera social con cortinas de humo político ha sido la estrategia del actual gobierno, esa que se da a base de golpes mediáticos por sucesos políticos escandalosos que sólo requieren de la orden presidencial para encuadrar un caso, socializarlo, moverlo en la opinión pública, lanzar declaraciones demagógicas y mantener a la sociedad atenta mientras lo real, lo estructural y lo importante en la vida cotidiana de las personas, siguen igual o peor que antes.
Sin duda, el presidente está nervioso. En su lógica, la culpa de los males del país es de otros. Es incapaz de reconocer errores y rectificar el rumbo. Ante ello, las elecciones del 2021 son la gran oportunidad para que la sociedad obligue al actual gobierno a actuar democráticamente. El contrapeso legislativo y en gobiernos estatales o municipales es una de las grandes soluciones. La moneda está en el aire. Es tiempo de que le gente decida.
@antoniomedina41