Por Raymundo Moreno Romero
Vivimos en un país donde 11 mujeres son asesinadas todos los días. Vivimos en un país donde los constructos sociales machistas, la violencia en todas sus expresiones, y especialmente los feminicidios, son una realidad que lacera a millones de familias mexicanas. Vivimos en un país donde el presidente de la República rechaza los datos duros de su gobierno, y donde las mujeres en su gabinete ignoran su responsabilidad histórica y se hacen de la vista gorda cuando su jefe, el Jefe del Estado, dice que un crimen de odio o un feminicidio son homicidios cualquiera, y minimiza sistemáticamente la tragedia perenne y el miedo que se respira en todo el territorio nacional.
La violencia de género, es decir, las agresiones verbales, económicas, físicas, psicológicas, sexuales, laborales, o de cualquier índole, contra las mujeres por el simple hecho de serlo, son cotidianas y la única forma de hacerles frente es con visibilización y con la formulación de políticas públicas bien financiadas y con perspectiva de género. Desafortunadamente desde la máxima tribuna de facto del país, la mañanera presidencial, el asunto no solo pareciera secundario, sino que resulta incómodo, y eso tiene consecuencias evidentes: no hay una política de Estado que ataje la inseguridad que padecen las mujeres y mucho menos en favor de una genuina igualdad sustantiva.
En Zacatecas el contexto no es muy distinto al del resto del país. El pasado domingo 22 de noviembre, apenas unos días antes del día en que se conmemora la lucha contra la violencia hacia las mujeres, fue encontrado el cuerpo sin vida de la pequeña Sofia, una niña de apenas 12 años que fue secuestrada, agredida sexualmente, golpeada y finalmente asesinada. Un feminicidio más que se suma a las macabras estadísticas de un México donde justamente los feminicidios crecieron en 10% del primer semestre de 2019, al mismo periodo de 2020. El feminicidio, hay que repetirlo hasta que todas y todos se lo aprendan, de Sofia provocó la indignación de una sociedad civil fresnillense cansada de la retórica y harta de que su municipio constantemente aparezca en las listas de las ciudades más inseguras del planeta. La protesta llevó incluso a que se prendiera fuego a una parte del edificio del Ayuntamiento de Fresnillo. Este último hecho causó la molestia del alcalde Saúl Monreal Ávila, quien argumentando una suerte de complot en su contra, desestimó la legitimidad de la manifestación e incluso presentó una denuncia, no por el feminicidio de Sofia, sino por el ataque al edificio histórico cede del gobierno municipal.
A nivel nacional, activistas feministas como Patricia Olamendi Torres y Angélica de la Peña Gómez, y voces locales como las de María Elena Ortega Cortés o María Luisa Sosa de la Torre, alzaron la voz ante el inenarrable dolor que representan las vejaciones que sufrió Sofia. La Colectiva Nantzin Zacatecas recordó que México es un territorio de terror y de desigualdades, y exigió que el Estado asuma su responsabilidad adoptando medidas integrales y una estrategia de prevención. Por lo que a mi toca, como ciudadano aliado y nieto de una feminista sufragista, no puedo menos que reiterar mi más absoluta solidaridad con el movimiento feminista, mi empatía con la familia de Sofia y de las otras 3 niñas desaparecidas solamente en Fresnillo, y mi demanda de que, de una vez y por todas, los tres niveles de gobierno prioricen correctamente y demuestren con acciones puntuales y presupuestos, no solo con discursos escritos ex profeso para el 25 de noviembre, su compromiso con la seguridad de las niñas y las mujeres que viven o transitan por nuestro país.
#JusticiaParaSofia
#NiUnaMenos