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sábado, septiembre 21, 2024

El Existencialismo político y la desilusión política

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Por Erick A. Medina

¿En qué momento las cosas comenzaron a fallar?, ¿cuándo fue que la política se volvió en una escalera a la fortuna? 

Hoy la pandemia nos ha demostrado cuán rodeado se encuentran los aparatos políticos de incompetentes. De cómo el proyecto político se encuentra en vísperas de un colapso por la negligencia en los actos de muchos políticos. De cómo la democracia representativa como sistema, presenta síntomas de un fracaso.

El peor enemigo de la democracia es sin duda la ignorancia, ahí es donde se halla la laguna en este sistema. El político ya no debe ser el más preparado para llevar un cargo, sino el que mejor se logre vender ante el pueblo. El que sabe aprovechar la ignorancia del colectivo para venderles una esperanza y entonces ganar.

El voto popular tiende a equivocarse y a cometer errores fatales. Un ejemplo de ello es el juicio a socrates. Fue condenado a muerte por voto popular en el juzgado encargado de llevar los cargos de corromper a la juventud y el de añadir dioses inexistentes al partenón ateniense. Hoy sabemos que fue un error para el estado ateniense asesinar a su hijo Sócrates, quien ya había realizado una crítica a la democracia tiempo atrás. El mencionaba que la política debería ser llevada a cabo por los hombres preparados para desempeñar dicho papel y no por los más votados. Hoy en día podemos palpar el problema que él buscaba solucionar. La política se ha vuelto un espectáculo repleto de actores que buscan causar sensacionalismo mediante su imagen y comentarios. Tristemente en México no podemos contar un caso de algún partido o político independiente que no realice esas prácticas, o quizá lo haya pero termina siendo enterrado ante la atención mediática que se le presta a los otros bufones.

Actualmente experimentamos una pandemia que nos ha demostrado lo frágil que era nuestra sociedad y lo mal que estaba organizada y administrada. La falta de recursos para el sector médico, interferencia con creencias absurdas por parte de los gobernantes (como es el caso de Lopez Obrador, Donald Trump y Yair Bolzonaro) y demás problemáticas que se desataron en este momento de tensión global.

No es ningún secreto que la democracia es un sistema que cae tropiezo tras tropiezo. Un sistema destinado al error. Pues es un sistema que permite a cualquier individuo ejercer un cargo de vital importancia solo con la condición de poseer una excelente capacidad en oratoria, una solvencia económica suficiente para poder invertir en sus campañas (si es que no se busca patrocinio por medios ilícitos), o simplemente comentarle a las masas lo que desean escuchar. ¿Los defensores de la democracia permitirían que el individuo más votado en una encuesta, sea el encargado de atender una enfermedad grave en su cuerpo? o ¿permitirían que el más votado sea el que ejerza el cargo de capitán en un barco sin importar los estudios que este tenga? Estos ejemplos ya lo había dicho sócrates en el diálogo de la república hace aproximadamente 2,300 años.

No me sorprendería que en los años posteriores a la pandemia, se desarrolle una nueva rama en el pensamiento de la filosofía que justamente dude de la funcionalidad de las instituciones y de la política pre pandemia. Yo lo llamaría “Existencialismo político” y ello buscaría una nueva manera de realizar el ejercicio político excluyendo las prácticas que abrían paso a la negligencia en los gobiernos, entre ellos a la democracia representativa.  

La democracia es un sistema imperfecto que debe ser sustituido por uno mejor, que tome en cuenta la meritocracia sobre la imagen del candidato. Donde de verdad existan políticos y no grillos en los cargos públicos. Para que en la próxima pandemia o crisis global, quienes administren a las naciones sean gente preparada y estudiada sobre los temas del estado y no cualquier hombre con habilidad de hablar pero negligencia en el actuar. El individuo es inteligente mientras que la masa manipulable.

“El gobernante absoluto puede llegar a ser un Nerón, pero también puede ser un Tito o un Marco Aurelio; el pueblo frecuentemente es Nerón, pero nunca Marco Aurelio.” Antoine de Rivarol.

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