Un nuevo estudio señala que el hundimiento de cadáveres de peces desde aguas marinas cercanas a la superficie está llevando el mercurio de la contaminación humana a lo más profundo del océano. Según el estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, este mercurio proviene, inicialmente, de emisiones atmosféricas de centrales eléctricas de carbón, operaciones mineras, fábricas de cemento, incineradores y otras actividades humanas.
Con anterioridad, los científicos creían que la contaminación del mercurio antropogénico se limitaba a los mil metros superiores de los océanos. Sin embargo, analizando la huella química del mercurio presente en anfípodos y peces babosos del fondo oceánico, los científicos determinaron el origen de este metal. Este coincidió con el mercurio de una amplia gama de especies de peces en el Pacífico central, proveniente de profundidades de alrededor de 500 metros.
Las muestras analizadas provinieron de profundidades de alrededor de 10 metros bajo el nivel del mar en la fosa de las Marianas, en el Pacífico noroeste, cerca de Guam, y en la fosa de Kermadec, en el Pacífico suroeste, cerca de Nueva Zelanda. Asimismo, el equipo de investigadores analizó la composición isotópica de las partículas de detrito –material orgánico que se hunde, como materia fecal o plancton muerto–, anteriormente propuesto por un equipo de investigadores chinos como el mecanismo responsable del mercurio en el fondo del mar. La firma química del detrito no coincidió con aquella de los organismos de las fosas marinas, según señalaron los autores del nuevo estudio publicado el 16 de noviembre de 2020.
Aunque el mercurio es un elemento natural, más de dos mil toneladas al año se emiten a la atmósfera a través de actividades humanas. Este mercurio antropogénico puede viajar miles de kilómetros hasta depositarse en las superficies terrestres y oceánicas, donde los microorganismos convierten una parte en metilmercurio. Se trata de una forma orgánica altamente tóxica capaz de acumularse en peces a niveles dañinos para los seres humanos y la vida silvestre.
Los efectos negativos en humanos incluyen daños en el sistema nervioso central, el sistema inmunológico y el corazón. El mercurio afecta también el desarrollo del cerebro en fetos y niños pequeños, quienes son particularmente vulnerables.
Si bien los seres humanos no consumen peces de las profundidades oceánicas, para perfeccionar los modelos globales los cuales los científicos utilizan para determinar cómo es probable que los productos del mar se vean afectados se requiere una la comprensión lo más clara posible de cómo el mercurio circula dentro de los océanos y entre los océanos y la atmósfera.
Por otro lado, la actividad humana también ha afectado la temperatura del mar abisal. Un estudio de octubre, arrojó que existió, entre 2009 y 2019, una tendencia de calentamiento de 0.02 a 0.04 grados Celsius en el mar abisal, donde los cambios de temperatura suelen darse en milésimas de grado. También la pesca ha alterado el ciclo de carbono en los océanos, señala un estudio de finales de noviembre, atribuyendo a las pesquerías oceánicas el haber liberado al menos 730 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera desde 1950.
El estudio del impacto humano en los océanos, con investigaciones como esta que revela la presencia del mercurio de la contaminación humana en el fondo del mar proveniente de cadáveres de peces de aguas más superficiales, es necesario para un mejor entendimiento de cómo se alteran las dinámicas de estos ecosistemas y poder tomar medidas globales de mitigación oportuna.
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