Por Hendrik Ivan Ortega Blancas.
Consejero Universitario UNAM.
En estos momentos, la crisis sanitaria que hoy atravesamos ya ha tenido graves consecuencias en materia social y económica. El gobierno federal, a pesar de todos los errores que ya sabemos que cometieron con relación a la gestión y contención de la pandemia como fueron la comunicación errática, la lentitud en su respuesta y sobre todo el subestimar la crisis. De manera repentina, en todas las dependencias gubernamentales germinó la necesidad de atender los temas urgentes de salud y bienestar social, dejando en segundo o tal vez en tercer lugar de atención a otro de los pilares fundamentales para el progreso de la nación; la educación.
La pandemia del coronavirus en México ha afectado a más de 36 millones de estudiantes de todas las edades, y ha agudizado las desigualdades en la esfera de la educación pública.
Yo siempre digo que lo pasa al interior de la Universidad Nacional es un reflejo microscópico de lo pasa en nuestro país a nivel nacional; para los 356 mil estudiantes matriculados en la UNAM no son ajenas las consecuencias de esta gran crisis internacional, al contrario, somos los más preocupados puesto que ante la pandemia y las lagunas educativas que dejarán las clases virtuales, miles de jóvenes universitarios se integrarán al mercado laboral con menos herramientas en un ambiente económico complicado.
Los últimos días que Ciudad Universitaria y las Facultades de Estudios Superiores abrieron sus puertas a la comunidad universitaria fue la semana del 17 al 27 de Marzo, y al principio hay que confesar que en su mayoría, el alumnado reaccionó con gran alivio, pues en esos momentos se pensó que con la intensidad que caracteriza cursar un semestre en la universidad, ¿A quién no le gustaría quedarse unas semanas en su casa y disfrutar de unas vacaciones impuestas? Ya conocemos la historia de lo que sucedió después; no hubo regreso a clases presenciales en dos semenas y además, con la novedad de la situación, se consolidó un método de enseñanza a distancia que está dejando vacíos muy grandes entre lo que dice el temario académico que el alumnado debería aprender y lo que realmente se está aprendiendo.
Para mi es muy importante puntualizar que hay profesores que mereceren el más grande reconocimiento ya que, desde que inició el confinamiento social y las clases virtuales, han ejercido su labor de docencia de manera extraornadria y a pesar de la distancia han hecho un esfuerzo excepcional para que como estudiantes podamos seguir adquiriendo conocimientos, siempre siendo empáticos con la delicada situación que cada alumno puede atravesar por asuntos relacionados a la perdida del empleo de su padre o madre, quienes eran el sustento económico de la familia, o peor aún; el lamentable contagio o fallecimiento de algún familiar a causa de Covid-19 y los cambios emocionales y psicológicos que conlleva una perdida tan grande.
Pero por otro lado, hay profesores que ante la incertidumbre y para no perder las líneas pedagógicas del curso, se dedicaron a dejar diversas, múltiples y hasta inexplicables actividades, sin tomar en cuenta las circunstancias reales de la situación que estamos atravesando como fue la medida preventiva “no salir si no es absolutamente necesario” y los lamentables decesos de personas cercanas. Otros profesores solamente se dedicaron a cumplir su encargo de concluir el semestre “satisfactoriamente”, sin abordar profundamente los puntos de el temario, pero paralelamente encargando otra serie de actividades como: lecturas de comprensión, lecturas para resumen, lecturas críticas, lecturas de descanso, lecturas y más lecturas, quizá creyendo que eso acredita su labor como docente ante las autoridades universitarias, pero ignorando por completo que si se quiere utilizar una lectura como un método de aprendizaje, esta debe ir acompañada de la guía de un educador que genere dinámicas que permitan al estudiante obtener un conocimiento efectivo y permanente, utilizando las lecturas pertinentes para los temas establecidos en el programa de estudios.
Actualmente, son pocos los profesores que solo se limitan a dar la instrucción de que los estudiantes revisen el programa de estudios y sin su interverción o corrección, equipo por equipo, expongan cada uno de los puntos del temario, o en el peor de los casos; determinan que el alumno de manera autodidacta y con la única guía del temario, concluya los estudios de la materia, lo que representa el verdadero abandono por parte del profesor hacia el alumno, generando diversas sensaciones de frustración y ansiedad, causando como resultado; la deserción escolar en algunos casos.
La población estudiantil de la UNAM es sumamente diversa, igual que la población de nuestro país; en las mismas aulas hay alumnos que pertencen a las familias más privilegiadas de México, pero también hay alumnos que han padecido en carne propia los estragos que puede producir la desigualdad social y que por primera vez en todas las generaciones de sus familias, tienen la oportunidad de acceder a educación nivel superior. Por lo que es un error del profesor suponer que absolutamente todos los estudiantes tienen la posibilidad de tener un celular que cuente con cámara e internet, o hasta una computadora, para poder reunirse con su grupo en los días y horarios establecidos por su profesor, o que de contar con dichos recursos, el profesor no tome en cuenta que tal vez sea el único aparato existente en casa y por ende sea utilizado por otro familiar para fines académicos o laborales, impidiendo la asistencia al curso escolar.
O también quienes, con las loables ganas de cumplir su labor académica, establecen sus horarios de clases en espacios diferentes a los ya establecidos por el horario de materias, señalando la conexión de clases virtuales en horarios que se empalman con clases de otros profesores, lo que a los alumnos resulta imposible modificar dichos horarios para encontrar un espacio o incluso pedirle a los otros profesores que modifiquen el horario de sus respectivas clases.
Considero que esta posición del profesor a todas luces es la invasión de espacios y horarios que no le corresponden, sin considerar que las y los estudiantes a pesar de encontrarse en confinamiento en sus hogares, también tienen que realizar otras actividades como, si es el caso; salir de sus casas a laborar para tener un ingreso económico, realizar labores domésticas o incluso apoyar en el cuidado de sus familiares que han resultado contagiados del virus Covid-19.
Dichas dificultades de las clases virtuales, ya llevan semanas haciendo ruido entre los chats de WhatsApp y espacios virtuales de la comunidad universitaria, existe el sentimiento latente de que la solución a todos estos problemas será únicamente el regreso a clases presenciales. Pero la Universidad Nacional emitió mediante un comunicado que al menos hasta el mes de enero, no habrá regreso a clases presenciales.
¿Mientras qué vamos a hacer? Siempre exijamos que se garantice el derecho a la educación de calidad, pero también tengamos el compromiso de cumplir cabalmente con nuestras obligaciones académicas.
No responsabilizo a la UNAM de las dificultades y lagunas pedagógicas producto de las clases virtuales, si algo le reconozco a mi alma máter, es la capacidad de siempre ponerse a la altura de las coyunturas nacionales e internacionales para poder salir adelante.
Por el momento, las y los alumnos seguiremos soñando con algún día volver a las clases presenciales.