Por Antonio Medina Trejo
El Papa Francisco ha manifestado recientemente que las parejas del mismo sexo tienen el derecho de acceder a la unión civil: “La gente homosexual tiene derecho a estar en una familia. Son hijos de Dios y tienen derecho a una familia. Nadie debería ser expulsado o sentirse miserable por ello”, dijo.
Tales declaraciones son parte del documental “Francesco”, que se estrenó la semana pasada en el Festival de Cine de Roma en donde el pontífice delibera sobre varios temas, entre ellos, el que tiene que ver al reconocimiento de las uniones entre parejas del mismo sexo: “…lo que tenemos que crear es una ley de unión civil. De esa manera están cubiertos legalmente. Yo defendí eso”, puntualizó.
El Papa no mencionó el matrimonio civil igualitario, que es la exigencia del movimiento LGBT+ mundial desde hace más de cuatro décadas y que en el caso de México ya se ha materializado en 12 estados del país, mientras que en ocho más los congresos han sido señalados por la Corte para que legislen a favor de esa figura jurídica. En el plano mundial, cuando menos 40 países ya han trascendido leyes civiles y tienen matrimonio igualitario.
Este comentario del sumo pontífice, que sí representa un avance en la postura de la Iglesia Católica respecto a las personas de la diversidad sexual, pone en la discusión pública la necesidad de entender que el matrimonio igualitario aspira al derecho, la igualdad y la no discriminación; no es una concesión graciosa de quienes ostentan el poder religioso o civil hacia quienes consideran inferiores y por lo tanto se les debe hacer una ley especial que no les iguala, sino que les excluye y estigmatiza.
Las reacciones en el mundo occidental por los dichos del Papa han sido diversos, no necesariamente han tenido buena recepción en el activismo de la diversidad sexual y sí ha generado reacciones que cuestionan la buena voluntad de Francisco, que por un lado pareciera que es gayfriendly, y por otro refuerza la idea de su iglesia de seguir excluyendo a quienes consideran enfermos o abyectos.
Muchos obispos y sacerdotes en el mundo han exigido a los gobiernos para que no se legisle a favor de los derechos de personas LGBT+ cuando de “matrimonio” se trata, ya que ese término -dicen- es propio de las uniones entre hombres y mujeres al existir una connotación religiosa de la maternidad, por lo que el lobby de sacerdotes con gobiernos, aún en países laicos, como México, los purpurados tratan de influir con sus preceptos religiosos para que si se da tal avance legislativo, sea a través de una figura jurídica alterna, que no use el término “matrimonio”, como Unión Civil, Parejas de Hecho, Pacto Civil de Solidaridad o Sociedad de Convivencia, para el caso de México.
La propuesta del Papa, más allá de lo mediático y de significar un buen mensaje hacia la apertura del entendimiento de los derechos de las personas no heterosexuales, es un llamado de atención a su propia iglesia y a la hipócrita jerarquía de todo el mundo cristiano -donde también hay jerarcas homosexuales de clóset- que públicamente han estado en contra de cualquier cambio de pensamiento de esa milenaria iglesia respecto al tema de los derechos de la diversidad sexual.
El periodista Frédéric Martell documenta magistralmente esa doble moral en su libro Sodoma, poder y escándalo en El Vaticano (Roca Editorial, 2019), donde devela con nombre y apellido al círculo rojo del poder eclesiástico que refrenda la postura homofóbica de los Papas Juan Pablo II y Joseph Ratzinger, quienes estuvieron rodeados de obispos y cardenales homosexuales y que han sido férreos luchadores desde las entrañas del Vaticano en contra de los derechos LGBT+ en países donde se ha intentado legislar a favor.
En el plano de lo simbólico los dichos del Papa sí son un avance porque mandan un mensaje de apertura sobre un añejo tema que esa iglesia ha intentado callar, de hecho, reprimir a través de la promoción de terapias de conversión en retiros espirituales hacia sus propios correligionarios y feligreses.
Lo lamentable de este exabrupto mediático que despertó Francisco con esas declaración es que son eso, sólo declaraciones personales, pues su propia iglesia ha desestimado el poder vinculante de su pensamiento para que éste se conviertan en la postura oficial del Vaticano, ya que para que eso suceda debe pasar por procesos internos muy complejos que no se lograrán en el corto plazo.
De cualquier forma, la discusión social es que el Matrimonio Igualitario debe ser legislado y no leyes menores que desconocen la total igualdad entre parejas de diferentes sexos y del mismo sexo. Eso sería retroceder y ceder a los prejuicios que hemos superado en los países donde se ha logrado avanzar con Matrimonio Igualitario.
@antoniomedina41