Por Benjamín Muñiz
El domingo pasado se llevaron a cabo las elecciones en Coahuila e Hidalgo, mismas que originalmente se encontraban programadas para junio de este año y que, sin embargo, tuvieron que ser pospuestas derivado de la continencia de salud ocasionada por el virus SARS-CoV2.
El resultado sorprendió a propios y extraños. Si bien es cierto, Hidalgo y Coahuila han sido siempre bastiones príistas, también lo es que el tricolor se daba por muerto después de los resultados electorales de 2018 y la desbandada de militantes hacia otros institutos políticos, especialmente hacia MORENA, sin embargo, lo acontecido el pasado domingo deja ver que, por lo menos en esas dos entidades federativas, el PRI no solo sigue vivo, sino que salió fortalecido.
Esta es la primera elección que se celebra en México desde la aplastante victoria de Andrés Manuel y MORENA en 2018, cuando ganaron la Presidencia de la República y la mayoría en el Congreso de la Unión, diversos Congresos Locales, Ejecutivos Locales, en otras palabras, desde que ganaron carro completo. Pero la realidad hoy es completamente diferente. Lo que sucedió el domingo pasado fue la primera derrota electoral del partido hegemónico. MORENA no pintó en Coahuila ni en Hidalgo, se quedó en un muy lejano segundo lugar.
¿A qué se le puede atribuir esta derrota? Honestamente creo que motivos hay bastantes. La popularidad de AMLO va en picada desde hace ya varios meses. Si a esto le sumamos la guerra intestina que se ha desatado al interior del partido en el poder para la renovación de su dirigencia, el resultado salta a la vista.
No podemos perder de vista también que la luna de miel de AMLO ha llegado a su fin. Muchas personas que votaron por él buscando un cambio se han sentido defraudadas y han retirado su apoyo. Los actos de corrupción que se han señalado, incluyendo los vídeos en los que se ve a su hermano Pío recibiendo dinero para financiar su campaña, el mal manejo de la crisis de salud, el despunte en la violencia, la caída de la economía, ha mermado poco a poco la imagen presidencial. En este sentido resulta innegable que MORENA acaba de sufrir su primer descalabro. ¿Será el único?
Otra cosa que no puede negarse: el gran perdedor de la contienda fue el Partido Acción Nacional, un partido que no ha sabido ser oposición, un partido que se ha vuelto gris, tibio, un partido incapaz de convencer al electorado. La dirigencia nacional está, a mí parecer, perdida. No tienen una idea clara del mensaje que quieren posicionar y, consecuentemente, no logran posicionar absolutamente nada. Se han perdido en la maraña de intentar desvirtuar lo que dice el Presidente de la República en lugar de impulsar una agenda propia. Su slogan de #síhaydeotra no permeó como esperaban y lograron conseguir tan solo 10% de los votos, además de haber perdido el gobierno municipal de Pachuca y Mineral de la Reforma.
El resultado del pasado domingo me deja una cosa muy clara: la elección del próximo junio va a ser definitoria para nuestro país y las cartas aún no están echadas. MORENA se sigue matando a sí mismo con los conflictos, ya legales, entre los candidatos a ser Presidente Nacional, el PAN no logra convencer, AMLO jugará con 6 partidos diferentes (MORENA, PT, PES, PVEM, Redes Sociales Progresistas y Fuerza Social por México) y el PRI, al que todos dábamos por muerto, parece estar vivo y fuerte, ¿le alcanzará para los próximo comicios?