Por Antonio Medina Trejo
El presidente López Obrador solicita que España y El Vaticano pidan disculpa por los sucesos acontecidos en la Conquista, hace 500 años. Para ello mandó a su esposa a la sede de la Iglesia Católica para reunirse con el Papa Francisco y entregarle una carta en la que solicita a ese Estado, encabezado por el jerarca argentino, que pida “una disculpa pública a los pueblos originarios que padecieron de las más oprobiosas atrocidades para saquear sus bienes y tierras y someterlos, desde la Conquista de 1521 hasta el pasado reciente”.
Esta acción del presidente de México una vez más trae a la discusión pública, con un dejo de xenofobia y nacionalismo trasnochado, la idea de que gobiernos actuales abonen a su popularidad con posicionamientos sobre México, que lejos de fomentar una relación armoniosa entre las naciones, en este caso con España y El Vaticano, traen a colación el traumatismo histórico de acontecimientos que se desarrollaron en otros contextos sociales, geopolíticos, religiosos y culturales, previos a la conformación de México como nación.
Desde luego se debe reflexionar sobre la efeméride de la Conquista, analizando los momentos de lo que significó el sincretismo cultural y religioso del encuentro de dos mundos y el impacto de esa conjunción en el desarrollo del México contemporáneo, pero con la objetividad y visión crítica de un presente que busque la concordia, colaboración y el respeto entre los Estados.
El tono que usa el presidente López en su carta es más tendiente a reavivar el rencor histórico y la xenofobia, tal como lo ha hecho en sus arengas políticas para fortalecer su popularidad en el marco del 2021, año electoral.
No es nueva esta estrategia, lo han hecho ex presidentes priistas y panistas; AMLO no quiere dejar de usar la figura papal en momentos coyunturales y de crisis económica para tapar la terrible realidad que vive el país con grandes problemas económicos, de salud, laborales y de criminalidad generada por las malas decisiones políticas del Ejecutivo Federal.
En este contexto, el presidente Andrés Manuel no quiere reconocer la disculpa que ya pidió el Papa Francisco en 2015 en Bolivia a todos los pueblos sometidos en la Conquista y quiere que el pontífice dé otra disculpa exclusiva para México que abone a su política populista.
Los perdones de López
Es curioso que López Obrador olvide sucesos del presente que involucran a miembros de la Iglesia Católica en México y no haya pedido al pontífice resolver problemas que deberían solucionarse y que están detenidos en los tribunales eclesiásticos y en las procuradurías de justicia mexicana. Esos agravios, los de hoy, los que están latentes, los perdona u olvida el presidente de México porque los perpetradores son sus amigos o tienen tal poder que no quiere enemistarse con ellos.
En ese sentido, hubiera sido idóneo que su carta también exigiera al Papa Francisco, por ejemplo, que ponga ante la justicia a los sacerdotes y jerarcas religiosos que han violado niños, niñas, jóvenes y monjas –digamos- desde los años 50 a la fecha.
Esa petición sí hubiera sido muy importante para resarcir el derecho de las víctimas, no con una disculpa, sino con una acción ética y civil entre el Estado Vaticano y México que favoreciera a quienes han padecido los abusos sexuales por parte, de, entre otros, el Padre Marcial Maciel y las decenas de violadores que pertenecen a la orden Los Legionarios de Cristo, que por décadas han destruido las vidas y autoestima de sus víctimas y ni el Estado Vaticano ni el gobierno de México han actuado para hacer justicia.
De hecho, tanto el gobierno de México como la jerarquía católica han encubierto al ex cardenal Norberto Rivera Carrera, que protegió a pederastas, y los últimos tres gobiernos de México, tanto del PAN, el PRI, y hoy morena, no han querido hacer justicia en favor de las víctimas y han optado por guardar silencio para proteger al poderoso ex cardenal, quien goza de su libertad en un plácido retiro en algún palacete eclesiástico.
La salvoconducto del presidente con el Papa fue la señora Beatriz Gutiérrez, la no Primera Dama, que vistió como primera dama tal como lo dictan los protocolos machistas y sexistas de la Iglesia Católica para las esposas de mandatarios extranjeros que visitan al jerarca de esa iglesia.
Ella, sumisa, vestida de negro y con mantilla que le cubría la cabeza, entregó a “Su Santidad” la carta de su esposo, en la que le pide al Sumo Pontífice que reivindique la gesta histórica encabezada por el sacerdotes mexicano Miguel Hidalgo y Costilla, además de relatarle las bondades heroicas de otro cura: José María Morelos y Pavón.
Sin duda, ésta es una estrategia más del presidente López por lanzar cortinas de humo en medio de la crisis que ha provocado por sus malas decisiones políticas, por ello requiere de una sobredosis de nacionalismo que le permitirá en fechas próximas generar odio, encono y resucitar el rencor histórico que exacerbe los ánimos por la Conquista de México en tiempos electorales.
@antoniomedina41