Por: Ulises Soriano
Estudiante del CCH-Oriente, colaborador en Oriente Informa y director editorial de la revista Universitarios Demócratas.
Pasado
La resistencia de la memoria al tiempo y el olvido, han colaborado para que el Manicomio de la Castañeda pase a un lugar alejado de la remembranza. El suntuoso palacio, dedicado a los desposeídos de la razón, es considerado por algunos como un mal sueño en la historia de la psiquiatría mexicana ya que, su mala fama, lo llevo a ser abandonado y destruido en 1968.
Bajo el mandato del presidente Porfirio Díaz se construyó este recinto que albergaría los rescoldos de pacientes con enfermedades mentales, quienes ocupaban el Hospital de San Hipólito y el Hospital de la Canoa -este último era exclusivo de mujeres. Bajo la bandera del progreso y con el pretexto del festejo del centenario de la independencia nacional, Díaz, encargó la construcción de este proyecto a su propio hijo.
El lugar elegido para la edificación de este hospital fue en la zona de Mixcoac. La elección de estos grandísimos páramos llenos de vegetación fue que, se tenía la creencia que los desposeídos de la razón necesitaban de un contacto con la naturaleza y aire fresco para poder prosperar. La construcción se inició en 1908 y terminó a finales de 1909 para ser inaugurada el primero de septiembre de 1910.
La inauguración se llevó a cabo con bombo y platillo, además de ser encabezada por el mismísimo Porfirio Díaz, su gabinete y la elite de aquellos años. Una foto del día de la inauguración muestra a Díaz portando levita y sombrero de copa, tomado de la mano con su esposa que lleva un sombrero muy particular y detrás, el edificio adornado con las mejores galas.
Este manicomio albergó 23 pabellones dedicados a diferentes enfermedades de la mente -como epilépticos y personas que sufrían los estragos del síndrome de down- y otros asuntos, ya que también brindó atención a los alcohólicos. En este lugar, también había una división social ya que existió, por mucho tiempo, una zona exclusiva para tratar a la elite. Con el paso del tiempo y con la llegada de pacientes, se fue convirtiendo en una ciudad de locos. En sus 58 años de funciones, atendió a más de 60 mil pacientes.
El 27 de junio de 1968, este lugar fue cerrado por presiones al gobierno, ya que se sabía la brutalidad -además de haber sido documentada por periodistas que se hacían pasar por enfermos- con la que se realizaban terapias y, además, de las condiciones de salubridad, las cuales, eran decadentes. Tiempo después, este lugar fue demolido, sin embargo, la fachada fue salvada y llevada, piedra por piedra, a Amecameca por Arturo Quintana.
En aquel lugar donde estuvo el suntuoso asilo dedicado a los inválidos de la razón, se creó la colonia Lomas de Plateros. Allí se erigieron torres departamentales, un centro comercial y una preparatoria de la UNAM. No hay ningún señalamiento que indique lo que antes existió en aquellos terrenos, pero probablemente, de vez en cuando resuenen algunas voces nocturnas que hagan eco del sufrimiento que se vivió durante 58 años en el Manicomio de la Castañeda.
Presente
La locura se volvió a apoderar del Centro de la Ciudad de México debido a la reapertura del comercio, sin embargo, una nota publicada en La Jornada el 3 de julio de 2020 afirma que se presentó la necesidad de aplazar la reapertura de comercios en el Centro. La multitud desbordó las calles de este histórico lugar sin hacer caso de las medidas de precaución y, ciertos comercios, no respetaron las normas sanitarias necesarias para estos tiempos difíciles.
El Covid-19, desde su comienzo, ha causado grandes estragos en la población mundial. En México ha batido récords de perdidas lamentables. En las calles, todavía podemos encontrar a personas caminando sin acatar las medidas sanitarias, así mismo, aseguran no creer en esta enfermedad. Esto, sin duda alguna, representa un riesgo inminente para todos los habitantes.
Debemos hacer conciencia que los termómetros infrarrojos no causan daño cerebral y los cubrebocas salvan vidas. No existe la venta -muy imaginaria- del líquido de las rodillas, además, hoy por hoy, quedarse en casa es una manera de protegerse y proteger a los que nos rodean. ¿Qué? ¿Aún no hemos entendido?
Futuro
Nos volverán a encerrar por locos e irresponsables.