Por Angélica de la Peña Gómez
No hay manera de ocultar la pandemia ha repercutido de manera directa la vida, economía, salud física y psicoemocional de las mujeres. Peor aún con un gobierno que dice una cosa y hace otra.
La difícil situación que enfrentan las mujeres mexicanas fue reconocida por la SEGOB y la SRE en un foro virtual organizado por el Senado y conducido por la Sen. Malú Micher el 12 de junio, con la presencia de personalidades como Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, y Alicia Bárcena, diplomática mexicana que funge actualmente como Secretaria Ejecutiva de la CEPAL.
Nadine Gassman, Presidenta del Inmujeres, dijo que hay grupos conservadores que quieren limitar a las mujeres aún más. Marcelo Ebrard señaló la gravedad de la crisis económica, quizá la más grave de nuestra generación y que amenaza con revertir el tenue avance logrado para reducir las brechas de desigualdad en América Latina, supongo que incluyendo a México. Interesante reflexión. Al terminar su participación, para mi consternación, Ebrard resaltó que el gobierno mexicano es progresista y feminista. La retórica encuentra nichos de fantasía.
Frente a la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, los funcionarios mexicanos se dedicaron a alabar a su partido y a su gobierno. Nada nuevo, así era en administraciones pasadas. Y al oírles con mucha atención lo primero que venía a mi mente es que hablaban de otro país, no del México donde el feminicidio ha venido al alza año con año y el peor fue 2019. El año pasado, a la violencia feminicida se sumó la violencia institucional que desapareció las estancias infantiles afectando a las mujeres más pobres; redujo dramáticamente los recursos para los refugios para mujeres violentadas, para programas para la salud materno, sexual y reproductiva, para el banco de información sobre la violencia de género y para alrededor de 20 programas.
Programas logrados por años de lucha de las mujeres para facilitar su empoderamiento, autonomía y el ejercicio de sus derechos, esos que le escuchamos referir a Michelle Bachelet, se han visto minimizados y vilipendiados porque el Presidente López Obrador privilegia sus prebendas asistencialistas usando dinero en efectivo. Pongo un ejemplo sobre su actitud antifeminista: afirma que son falsas la mayoría de las llamadas al 911; es como cuando Barbosa dice que muchas de las mujeres reportadas como desaparecidas en realidad se fueron con el novio. Aunque fuese sólo una mujer víctima de violencia en su hogar o una sola joven desaparecida quizá para la trata, el Presidente y toda autoridad están obligados a dedicar todos los recursos disponibles para atender a las víctimas, llevar al violentador ante la justicia y trabajar para la no repetición de estos delitos.
La realidad es que López Obrador ignora a las mujeres que sufren violencia. Este gobierno no es progresista, es retardatario; tampoco es feminista, lo ha dicho el Presidente orgulloso de su Cartilla moral. Alicia Bárcena, quien invocó a Gramsci, finalizó señalando la importancia de que haya un cambio de modelo de desarrollo posterior a la crisis del covid19 que resuelva la brecha de desigualdad entre ricos y pobres, refirió el reto es abandonar el asistencialismo para avanzar hacia el empoderamiento. Pensé en Mexico, en lo que realmente decide el Presidente y la retórica de su equipo: pura esquizofrenia.
Artículo publicado el 15 de junio de 2020 en el Sol de México