Por Rogelia González Luis
#SinMujeresNoHayDemocracia
Todas las personas tenemos derecho a ser tratadas de manera igualitaria, con independencia de nuestra raza, etnia, nacionalidad, clase, casta, religión, creencias, sexo, género, lengua, orientación sexual, identidad de género, características sexuales, edad, estado de salud u otra condición.
Sin embargo en nuestro país, cada día escuchamos y vivimos una realidad distinta, hay grupos humanos que son víctimas de la discriminación todos los días por alguna de sus características físicas o su forma de vida. Los efectos de la discriminación en la vida de las personas son negativos y tienen que ver con la pérdida de derechos y la desigualdad para acceder a ellos; lo cual puede orillar al aislamiento, a vivir violencia e incluso, en casos extremos, a perder la vida. Y más aún de las mujeres indígenas que se encuentran en una triple discriminación por ser mujer, por ser pobre y por ser indígena, cuando las mujeres indígenas decidimos participar en la política hay una serie de barreras, obstáculos, techos de cristal y pisos pegajosos que tenemos que derribar para poder imaginar acceder a espacios de toma de decisiones.
La discriminación por motivos de raza, origen étnico o apariencia física, se ve reflejada en acciones que niegan o restringen el goce de los derechos, es un fenómeno que en nuestro país está arraigado en las instituciones, en los obstáculos para acceder a servicios de salud y educación, como en las prácticas sociales que definen relaciones desiguales de contratación y empleo, así como en el acceso a programas sociales, espacios de toma de decisiones y más aún de las mujeres indígenas.
Existe un marco legal a nivel nacional e internacional de protección ante la discriminación en sus diferentes ámbitos, se han dado diversas luchas desde diversos movimientos, entre ellos el movimiento feminista, para el acceso al respeto a los derechos humanos de las personas.
Hay una evidente situación de discriminación racial que prevalece en el país, y que hace mayor énfasis en las múltiples e interseccionales formas de discriminación que afectan, particularmente, a las mujeres indígenas en México. Entre ellas se pone en evidencia el acceso a la justicia, a la recolección de datos (hasta la fecha no contamos con datos precisos del número de feminicidios de mujeres indígenas), la participación plena de las mujeres indígenas en las consultas previas libres e informadas de los temas que atañen directamente a la vida en las comunidades, las diversas violencias que viven en los diferentes ámbitos, así como también la participación política y más aún en los municipios de sistemas normativos.
Ante este panorama existen discursos y acciones políticas de todos los continentes que promueven el odio por motivos de nacionalidad, raza, sexo, religión o/y orientación sexual. Sus palabras y acciones influyen en sus seguidores y la retórica del odio y la discriminación puede incitar a la hostilidad y la violencia. La intolerancia, el odio y la discriminación causan una fractura cada vez mayor en las sociedades y minan la participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones.