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domingo, noviembre 24, 2024

Ser de izquierda implica ser libertario

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Por Jesús Ortega Martínez

El pasado sábado 30 de mayo, salieron a las calles de país miles de ciudadan@s para demandar, la gran mayoría de ellos, la renuncia de López Obrador como presidente de México. De inmediato, los medios de comunicación oficialistas (La Jornada, tv Azteca, televisa, SDP y otros) se escandalizaron ante tal exigencia, y al unísono, criticaron a los manifestantes debido a que su demanda “la hicieron en automóviles” y porque solicitar la renuncia del presidente, dicen, “es un acto golpista”

Desde luego los fundamentos de tales críticas no tienen razón alguna. Todas las formas que adopten los manifestantes para evidenciar su inconformidad o exigencia son validad siempre y cuando sean pacíficas y se ajusten a los límites constitucionales. 

Han sido criticados porque utilizaron autos, pero ya imagino el tenor de la crítica del oficialismo si la manifestación de referencia hubiese sido caminando, hombro con hombro, y con ello violentando las normas de salubridad impuestas por el propio gobierno.

Pero los gobiernistas no solo criticaron la forma para manifestarse, sino también el contenido, y entonces aventuran que la solicitud de renuncia de López Obrador fue una expresión de “golpismo”. En esto, desde luego, carecen de razón política, legal y constitucional. 

En el artículo sexto constitucional se establece que “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”

La marcha fue pacífica, y la exigencia de renuncia de cualquier funcionario público, incluido el presidente, no es delito ni trasgrede lo establecido en la Constitución política. 

Este, el derecho a la libre manifestación de las ideas, es consustancial a la democracia y es, especialmente, producto de la modernidad, específicamente, del liberalismo, de esa corriente de pensamiento del cual el presidente se siente parte. López Obrador se asume liberal y sin embargo no hay día en donde no ataque y violente los principios liberales entre ellos,  el de la libertad de expresión y manifestación. 

La visión maniquea sobre la vida humana y sobre el desarrollo de las sociedades de buenos o malos, fieles o infieles, leales o traidores, y que en nuestro País parecía superada desde el triunfo de las revoluciones liberales del siglo XIX, está siendo recuperada por un discurso medieval, totalitario, integrista, que día con día, enarbolan el propio presidente y algunos de sus seguidores.

En morena, ni liberales ni de izquierda, pues para ser de izquierda se requiere ser demócrata y libertario.  

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