Galeria Diversa
Por Antonio Medina Trejo
El miércoles 6 de mayo nos despertamos con una muy mala noticia: Jaime Montejo Bohorquez, de la organización civil Brigada Callejera de ayuda a la Mujer “Eliza Martínez, A.C., falleció a causa del Covid19. El mensaje llegó a través del activista Francisco Lagunes. En pocos minutos las redes sociales del activismo de lucha contra el sida, mujeres, de trabajo sexual y de derechos humanos comenzaron a lamentar el deceso de Jaime, quien literalmente “murió en el campo de batalla”.
Días antes el mismo Jaime Montejo informó en sus redes su viacrusis con la burocracia de salud en la Ciudad de México, que a pesar de haber sido diagnosticados con el Coronavirus, él y su compañera de vida, Elvira Madrid, tuvieron que deambular por más de ocho hospitales para que les atendieran, pero la desorganización y la falta de camas e insumos hospitalarios, provocó que no fueran atendidos oportunamente. Finalmente Jaime fue ingresado a un hospital en donde su salud empeoró y finalmente falleció.
Muchos activistas de diversas organizaciones civiles han expresado su sentir por la muerte tan repentina e injusta de Jaime; y cómo no habría de ser así si fue un activista en toda la extensión de la palabra. Al igual que Elvira Madrid y su cuñada Rosa Isela Madrid y todo el equipo de su organización, luchó arduamente más de un cuarto de siglo por el reconocimiento y respeto hacia quienes ejercen el trabajo sexual en la Ciudad de México y el resto del país.
Todo mundo ha reconocido en Jaime su aguerrida lucha e indignación por el abuso de poder de las autoridades judiciales y de salud en contra de mujeres y hombres que ejercen el trabajo sexual; era común verlo denunciando la extorción judicial que padece ese sector, además de la explotación que muchas veces viven por parte de padrotes. Son memorables las marchas en donde Jaime, siempre a lado de las trabajadoras sexuales, caminó junto a ellas lanzando consignas en contra de las injusticias y violación a sus derechos.
Jaime les defendía con inteligencia, pero también con dientes y garras si era necesario. Por eso él y Elvira formaban una pareja extraordinariamente amorosa. Su lucha juntos por más de 25 años se desplegó por todo el país en espacios lúgrubes donde se ejerce el trabajo sexual y donde las políticas públicas ya no llegan, o si llegan, son condicionadas o incompletas.
Muchas vivencias se pueden contar de Jaime Montejo. En las redes sociales se sintió el dolor por el hombre que hizo de sus ideales libertarios una causa de vida y que lo demostró en el trabajo territorial con las personas y en sus entornos, siempre solidario, siempre humano.
El currículum de Brigada Callejera es basto y profesional. Detrás de cada proyecto de esta organización civil hay pasión, coraje, indignación y mucha inteligencia. En sus investigaciones de campo recurren a expertas y expertos para ingagar con métodos cualitativos y cuantitativos la vulnerabilización de las poblaciones marginadas que ejercen el trabajo sexual, que son migrantes o que viven en situación de indigencia.
Jaime y Elvira tuvieron una formación profesional muy sólida en la UNAM. Contaron con la dicha de tener como maestro al gran sociólogo mexicano, Francisco Gómez Jara, que inyectó en ellos la inquietud de conocer los motivos del trabajo sexual, los entornos, sus consecuencias, y, desde luego, con una visión progresista, entenderle para ayudar con reflexión e incidencia política.
Jaime, al igual que sus compañeras de lucha, no hacía trabajo de oficina, nunca andaba de traje y corbata. Usaba jeans, playeras cómodas, zapatos ligeros, una boina y su inseparable chaleco de reportero. Él no era de andar con poses y tomándose selfies con funcionarios públicos. Estaba donde la gente necesita de una ONG, en los espacios públicos y en horarios no usuales.
Jaime Montejo, quien nación en Colombia, vino a México y se enamoró de nuestro país. Eso me lo platicó la última vez que lo vi en su organización civil ubicada en La Merced; pero más allá del amor idealista de la segunda patria, me contó, se enamoró de la posibilidad de hacer algo por revertir los grandes contrastes sociales de México, con el que se comprometió, particularmente con un grupo altamente vulnerabilizado: las mujeres que ejercen el trabajo sexual.
Él, sin temor a equivocarme, logró mimetizarce con el sentir de esas mujeres y entendió sus necesidades; luchó por sus derechos junto a un equipo comprometido y bien organizado.
Jaime murió en el campo de batalla, comentó un activista en una red social. Y tiene mucha razón, pues tuvo que deambular por diversos hospitales para ser atendido por la infección del Covid19. Esa misma lucha que él emprendió por el derecho a su salud y la de su compañera Elvira (que no quería separarse de él cuando fue hospitalizado), es la misma que emprendieron infinidad de ocasiones esta pareja de activistas sociales en ministerios píblicos, hospitales y calles peligrosas, defendiendo a mujeres y hombres que ejercen el trabajo sexual.
Hoy Brigada Callejera vive una situación muy triste por el deceso de Jaime. Elvira sobrevivió al virus y aunque debastada por la muerte del ser amado, ha dicho, seguirá luchando en la organización civil que construyó junto a Jaime.
En un comentario que hizo Jaime Montejo en sus redes sociales antes de partir, planteaba: “ojalá después de este impace, podamos celebrar la vida y el derecho a contar con un verdadero sistema de salud y no el mentado INSABI”… Está por demás decir que fue muy crítico de las políticas públicas de salud y de justicia que vulneran a las personas.
Escribo estas líneas para honrar la vida de un activista de a pie, auténtico, aguerrido, inteligente y buen amigo que le aportó a México su tiempo, su pasión y su vida. Abrazo con afecto a Elvira Madrid y a todo el equipo de Brigada Callejera, que a pesar del dolor, tienen el ímpetu que siempre mostraron como equipo junto a Jaime para seguir adelante aún en circunstancias difíciles.
@antoniomedina41