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domingo, noviembre 24, 2024

De la justicia a la espiritualidad

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Por Jesús Ortega Martínez

El principal problema que enfrenta el país, es el de la pobreza en que vive la gran mayoría de la población. La desigualdad social es la constante que lacera a la sociedad mexicana. 

Este problema tiene implicaciones de carácter ético, las cuales nadie con un elemental sentido de solidaridad humana debiera soslayar, pero también repercute en el hecho de que la pobreza se convierte en un factor que obstruye el crecimiento de la economía. 

Quienes intentaron combatir la pobreza con la teoría de polarizar a la sociedad para redistribuir solo lo existente y aun a costa de sacrificar las libertades, fracasaron, pero también han fallado aquellos que aun enarbolan la teoría de la existencia de la mano invisible del mercado que, indefectiblemente, terminará con las inequidades. 

Naufragaron los fundamentalismos,  y ahora sabemos que terminar con la desigualdad es posible, solo si hay crecimiento de la economía, pero sabemos además, que para hacer crecer la economía se requiere, necesariamente, de una sensible disminución de la pobreza.  

El presidente de México, sin embargo, no aprendió de estas experiencias, y de manera insólita, insiste en conducir al país al margen de la economía. Para López Obrador el combate a la desigualdad nada tiene con la caída del PIB, con la profunda recesión que viene, con la pérdida constante de empleos, con la reducción de los salarios, con la drástica disminución de la inversión productiva sea nacional o extranjera, con el derrumbe del mercado interno. 

Nada de esto importa para el presidente de México y lo único que le resulta verdadero es la austeridad que conduce la espiritualidad; es la felicidad,  que alejada de lo material,  evita la disipación y los excesos. El tema de la pobreza dejó de ser, para el actual gobierno,  un asunto de justicia e igualdad,  y lo ha convertido en un tema de moralidad y de espiritualidad.    

López Obrador no solo se aleja de la economía y de la política, también lo hace de la cordura. 

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