Por Ulises Soriano
Pasado
Ha comenzado a llover y todos los que transitamos por esta metrópoli buscamos cualquier lado para poder atajarnos del agua. Los que salieron preparados, abren sus paraguas negros y siguen con su camino a través de una ciudad hostil, otros, deciden seguir adelante sin importarles llegar a su destino -como coloquialmente decimos- hechos sopa. El despliegue y el ingenio del comerciante ambulante se deja ver. Por arte de magia, hacen aparecer paraguas de cincuenta o setenta pesos y también salen los impermeables de diez pesos.
El agua no solo crea un alboroto espeluznante para los que hacemos la vida a pie, también el tráfico se intensifica. El agua vuelve a su cauce y las avenidas principales se convierten en un infierno mojado. Circuito Interior y sus bajo puentes, comienzan a experimentar una inundación paulatina, al igual que Pantitlán y no se diga de la avenida Zaragoza al oriente de la ciudad de México.
El tiempo pasa y la lluvia me hace mirar por la ventana, te escribo mientras estamos separados.
Presente
Esta pandemia mantiene a algunos en su casa, sin embargo, otras personas deben salir para poder llevar el sustento a casa. Tal es el caso de nuestro amigo El Organillero, quien sale a tocar su organillo por las calles desiertas del Centro Histórico. En su mítico instrumento hay un cartel colgado que reza: “No me puedo quedar en casa, necesito trabajar y llevar sustento. Gracias por su apoyo y comprensión.” La firma es realmente singular “Su amigo: El organillero.”
Este hombre vaga por las calles ataviado con su traje emblemático, en una ciudad poblada de silencios; es el único que hace que el alma y el espíritu clásico, no muera. La única protección con la que cuenta es una mascarilla que realizó en su casa con un garrafón de veinte litros. Estira la mano porque tiene la esperanza de que algún transeúnte espontaneo deje algo en su sombrero.
¿Qué canción tocará? ¿La Bikina? “Solitaria camina la Bikina/ la gente se pone a murmurar. /Dicen que tiene una pena que la hace llorar.” ¿Tocará las mañanitas para lo que cumplen años a la distancia? Puede, incluso, tocar “Amor eterno”, aquel himno que inmortalizó a Juan Gabriel y representa el dolor de perder a una medre; ahora, también representa a todos los que han perdido algún familiar por esta enfermedad.
Otra de las canciones que el organillo puede interpretar es “Cien años”, inmortalizada por Pedro Infante. Tal vez, y solo tal vez, aquel hombre solitario, dueño de la calle expone su vida con tal de cumplir la promesa que hizo a la mujer que ama: “Y si vivo cien años/ Cien años pienso en ti.”
Futuro
La esperanza fue lo último que murió
Ulises Soriano. Estudiante del CCH-Oriente, colaborador en Oriente Informa y director editorial de la revista Universitarios Demócratas.