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sábado, noviembre 23, 2024

El Extraño Viaje: Migrantes Y Covid-19

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Por Martha Díaz Reyes

Año tras año, miles de personas salen de su país natal en busca del sueño americano tan anhelado para muchos al ser una opción para tener una “vida mejor”. En cuanto ponen un pie fuera de su casa comienza tan sólo una parte del insólito viaje que significa llegar a EE.UU.. Y aún si logran llegar la travesía continúa, pues deben buscar un trabajo y un lugar para dormir. En algunas comunidades la gente parece estar predestinada a aquello debido a la constante pobreza y violencia a la que se encuentra sometida casi toda Latinoamérica. 

    Nuestro país es uno de los tantos puentes que deben cruzar las y los migrantes centroamericanos para acceder al país de los billetes verdes. Grupos de niños, niñas, mujeres y hombres de todas las edades viajan durante semanas, incluso meses, haciendo algunas paradas para recuperar algo de energía. Reducen sus gastos al mínimo pues su presupuesto es limitado y están constantemente alerta debido a los grupos criminales que se dedican al secuestro, trata de blancas y prostitución. Muchas mujeres realizan el recorrido disfrazadas de hombres para evitar abusos sexuales, comunes en la frontera. 

     El pasado 17 de marzo, Guatemala cerró su frontera con nuestro país como medida para evitar que se propague el COVID-19. También pidió a México abolir las repatriaciones de migrantes salvadoreños, nicaragüenses, hondureños e incluso la de los mismos guatemaltecos. Las estadísticas del Instituto Nacional de Migración (INM) señalan que en el norte del país hay 12 mil 500 extranjeros varados y en el sur 9 mil. La desesperación por regresar a sus países provoca que los migrantes situados en la estación Siglo XXI, en Tapachula, Chiapas, se alcen exigiendo su repatriación o que intenten escapar.

     Las estaciones migratorias están atiborradas, igual que los albergues, por lo que el contagio de COVID-19 sería una catástrofe. Los migrantes no pueden ir hacia EE.UU. ni regresar a sus países y en México no son más que invasores ante los ojos de algunos integrantes de la sociedad y autoridades. Los pocos albergues que existen son administrados por sociedades civiles u organizaciones eclesiásticas, por lo que no cuentan con un gran presupuesto y sobreviven con donaciones. 

     México carga con una doble responsabilidad ya que, además de tener a los migrantes que iban para EE.UU, recibe a los deportados que vienen de allá. Una muestra más de la relación particular, que se consolidó desde el sexenio de Miguel Alemán, entre México y EE.UU.. Ahora debemos esperar las palmaditas en la espalda del vecino por hacer bien nuestra tarea de proteger la frontera norte.

     La cuarentena es un privilegio: no todos tienen casa, trabajo o un salario fijo durante este periodo. Aunque mucho se comenta en redes sociales sobre la solidaridad, pocas personas la ponen en práctica. Nuestras acciones deben coincidir con nuestro discurso y debemos ayudar a los grupos vulnerables de la sociedad.  Los migrantes antes de ser guatemaltecos, salvadoreños, etc., son humanos buscando estabilidad y bienestar para sus familias, reflexionemos.

 En situaciones como esta debemos recordar la unidad latinoamericana planteada por el gran Simón Bolívar y fomentar la hermandad con los migrantes, pero ¿realmente algún día se hará realidad el proyecto o es una utopía más?

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