Por Jesús Zambrano Grijalva
Lo que hoy más le preocupa a la gente es la salud y sus ingresos económicos. La crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus ha obligado al aislamiento social, solicitado irresponsablemente tarde por las autoridades federales. Esta situación ha evidenciado el abandono y desmantelamiento del sector salud público por parte del gobierno de López Obrador, supuestamente comprometido con el combate a la corrupción y que en aras de preservar “la austeridad republicana” eludió comprar a tiempo los medicamentos suficientes y necesarios, ademas de que en 2019 dejó de invertir un 52% menos que en 2018 en capital físico y activos que ya tenían más de un año de uso, cayendo en un subejercicio del 61% en salud. Eso nos ha colocado ante absurdos como la compra de equipo sanitario a China, mismo que le fue vendido a principios de este año, solo que ahora con un sobreprecio, mientras que el personal médico y de enfermería protesta por la falta de ese material, indispensable para protegerse al brindar atención a los contagiados por el Covid 19.
El manejo que el gobierno de AMLO ha hecho de esta contingencia ha sido negligentemente errático. Desde decir que no se exagerara en las medidas que se requerían tomar, que aquí no pasaría nada grave, que la gente se abrazara y saliera a las calles y restaurantes a convivir; continuando él mismo con sus giras por el país, saludando y besando niñas y mujeres porque según su vocero -López Gatell- el Presidente es una “fuerza moral” y no una fuente de contagio; hasta llegar a reconocer que la “sana distancia” y el aislamiento son necesarios, no sin antes declarar que esta crisis le caía “como anillo al dedo” para afianzar la consolidación de su proyecto político.
Estas medidas de aislamiento social han llevado a una semiparalización de la actividad económica, a implementar nuevas formas de trabajo a distancia y al cierre temporal o definitivo de centenares de miles de micros, pequeñas y medianas empresas con el consecuente despido de más de 300 mil trabajadores hasta la fecha, estimándose que esto sea todavía mayor.
Por eso los empresarios de todos los tamaños, algunos gobernadores, fuerzas políticas y organizaciones sociales han solicitado al Presidente de la República que efectúe una reorientación del gasto público a partir de una redefinición de prioridades, lo que implicaría suspender las obras del Tren Maya y la refinería en Dos Bocas, para invertir en el sector salud y destinar recursos a un plan emergente para proteger el empleo de millones de trabajadores que están en riesgo de perderlo.
Lamentablemente López Obrador ha respondido tajantemente de modo negativo y ha responsabilizado a los empresarios de lo que suceda. Ha agriado aún más la relación con ellos, “los conservadores “, y les exige que inviertan sin que el gobierno modifique ninguno de sus planes ni detenga sus obras faraónicas. México ocupa el penoso lugar 58 entre los países que han tomado medidas para proteger la planta productiva y los empleos, a pesar de ser una de las mayores economías del mundo.
Y para acabarla de amolar, AMLO se queja de que lo critiquen, acusa a los partidos políticos opositores de montar supuestas campañas en su contra y amenaza con insistir en la revocación de mandato en el 2021, para aparecer de nuevo en las boletas y tratar de salvar a su partido, Morena, que ha caído hasta el 18% en las preferencias electorales. Es decir, continúa en su estrategia de confrontación en un momento en el que se requiere de tolerancia y de diálogo para un gran acuerdo nacional.
Hoy México necesita con urgencia un plan de emergencia para salvarnos todos. No queremos más confrontación. Se requiere la unidad nacional, no ejercicios electorales para ver si se quita o no de la Presidencia a López Obrador.
Por eso hay que decir con muchas voces, ante el riesgo de una deriva autoritaria: Presidente, escuche y recapacite por el bien de México.
Artículo publicado en el Diario del Yaqui el miércoles 15 de abril