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sábado, noviembre 23, 2024

Los niños y niñas soldado

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Por Martha Díaz Reyes

Generalmente los noticieros le dan mayor importancia a los problemas bélicos de Siria, Irak o Irán y se invisibilizan los conflictos que ocurren en suelo mexicano ocasionados por la delincuencia organizada. En estados como Guerrero, Tamaulipas, Tabasco, Michoacán, Quintana Roo, Chiapas y Veracruz, existen enfrentamientos armados que provocan la muerte de personas inocentes, y otras no tan inocentes, sólo por rencores heredados o luchas por el poder dentro de un municipio. Cabe resaltar que no es algo nuevo, viene de muchísimo tiempo atrás.

     Quienes consiguen salvarse de las balas mortíferas son forzados o manipulados para participar en esos conflictos, sin importar su edad, su sexo o su condición física: todos contra todos. Un ejemplo son los niños/as soldado (regularmente de entre 6 y 15 años de edad), es decir, cualquier niña y niño que sean expuestos a vivir siendo guerreros, cocineros o mensajeros en una guerrilla. 

Muchos de ellos han muerto durante las luchas y el resto han quedado discapacitados, pues sufren lesiones cerebrales, mutilación de alguna extremidad e incluso han perdido la vista. Y siendo una niña, debemos sumarle embarazos y enfermedades de transmisión sexual producto de abusos sexuales. Son víctimas, los usan para saciar los intereses políticos y económicos que no comprenden. No tendrían que preocuparse por aprender a sostener un arma para sobrevivir, deberían correr para llegar a tiempo a la escuela y no para conservar su vida. 

    Condiciones como la situación de pobreza, discriminación y violencia que sufren muchas comunidades en el país son algunas razones por las que se unen a los grupos bélicos. Un motivo de la discriminación que padecen es que la mayoría de los integrantes de las etnias de México no hablan español o, si lo hablan, al no ser su lengua madre les resultan complicadas algunas palabras y reciben burlas por parte del resto de la sociedad. 

     Aquellas burlas igualmente causan que se aíslen, que no los contraten o que les paguen un sueldo menor al que corresponde aunque tengan un buen desempeño laboral. Las malas cosechas también complican la situación, pues no pueden cubrir sus necesidades alimentarias. Dado esto, deben elegir entre comer para sobrevivir o comprar el uniforme o materiales escolares para sus hijos, teniendo como resultado la deserción escolar. La mayoría de los niños y niñas sólo termina la primaria o la secundaria y forma una familia, siendo más propensos a aceptar ser narcomenudistas, pistoleros o mensajeros de las organizaciones criminales.

     Otro factor que debemos considerar es el gusto por ser parte de un grupo armado causado por los medios de comunicación. En los últimos años se ha incrementado la cantidad de series, películas y canciones que propician que los niños, niñas y jóvenes crean que ser narcotraficante es algo de lo que se deben sentir orgullosos. Inclusive hay quienes sueñan con ser líderes de un grupo criminal, visten, hablan y actúan como ellos. Piensan que al ser líderes de un grupo delictivo tendrán dinero, mujeres, casas y coches de lujo, es decir, que tendrán una vida “perfecta” y serán superiores a los demás. Pero dada su falta de madurez, no asimilan el costo que acarrea un estilo de vida así.

     Para finalizar, un estímulo muy común en el país es el sentimiento de venganza, como el caso de los huérfanos de Chilapa, Guerrero. Sus padres fueron asesinados por una banda criminal local en una emboscada. Un par de días después de la tragedia, los niños se unieron a la policía comunitaria de su región en busca de hacer justicia con su propio rifle. La sed de justicia que no es saciada por las autoridades, origina que recurran a tales métodos.

     Pese a que existen distintas organizaciones en México para abrigar a los menores y estatutos como la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes o la Convención de los Derechos del Niño, no son suficientes para erradicar situaciones como esta. Debemos analizar toda la estructura del Estado y de la sociedad para solucionar las fallas y tener las posibles soluciones. ¿De qué sirve legislar en tierra de nadie?

Martha Díaz Reyes. Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

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